La Sala Cuarta Pared lleva a escena este premiado monólogo de la dramaturga Jennifer Tremblay
Cada uno se las compone para conducirse en la vida. El número de personas que recurre a las listas en este devenir tremebundo y agitado debe ser infinito. El uso de todas esas citas, recuerdos, propuestas o encargos, también tiene multitud de usos; uno de ellos, quizás el principal, es postergar aquello ineludible que en algún momento se apuntó. «Llevo una lista rigurosa / detallada / la sigo al pie de la letra / y más desde que…». Escrito como si fuera un poema en verso libre, un chorro de ideas y pensamientos que buscan ordenarse, como una oda whitmaniana al olvido de las cosas importantes, a esos bloqueos mentales como surgidos del inconsciente para revelarse en catástrofe. Algunos dirían que para provocarse cambios abruptos imprescindibles antes de caer en el desconcierto o en el tedium vitae. Una mujer de unos treinta y cinco años que ha decidido marcharse a vivir fuera del mundanal ruido pasa los días cuidando de sus tres vástagos, en el transcurrir de unas semanas, unos meses y unos años que se van calcando unos a otros. La soledad de ella con sus hijos (apenas se habla del padre) la empuja hacia la introspección; aunque, paradójicamente, sus metódicos procedimientos se vean cuestionados por su relación de amistad con Caroline, su vecina. Una señora desordenada, madre de cuatro hijos que proyecta un quinto, temerosa de su salud y dudosa del avejentado médico que debe atenderla. Son, en definitiva, dos mujeres sometidas, de formas distintas, por un destino marcado a fuego por la sociedad, una especie de inercia materna en la que cualquier atisbo de femineidad queda disuelto entre el fulgor de sus bebés o de como sentencia Caroline: «Me gusta la facilidad de amar a los niños». Auténtico testimonio de un carácter. Es fácil imaginarse la vida de alguien que afirma eso, y lo difícil que debe resultar todo lo demás. Frantxa Arraiza nos sumerge en su cotidianidad remarcada casi como en aquella película de proclamas feministas de Chantal Akerman, Jeanne Dielman, 23 quai du Commerce, 1080 Bruxelles; pero en un ámbito radicalmente distinto. La actriz se relaciona con los objetos como si rememorara las listas que ha elaborado días antes o momentos previos. Se desplaza a ritmos desiguales. Por un momento, alcanza un estrés máximo realizando tareas simultáneamente y, en otros, se embarca en la nostalgia. La interpretación está lograda al máximo y es capaz de recrear una atmósfera de melodrama verdaderamente intenso máxime cuando el desenlace ya viene anticipado. Otro aspecto sobresaliente, desde luego, es el texto de Jennifer Tremblay (autora canadiense francófona), escrito en 2010 y creado a partir de su propia experiencia. La lista supera el monólogo, puesto que narra, reproduce en estilo directo e indirecto diálogos, describe con trazos secos, rápidos y escuetos, un mundo que irónicamente no reporta la libertad esperada, sino un sentimiento de robotización que se acentúa con sus propias reglas mnemotécnicas en forma de libretas y cuadernos de listas infinitas y recurrentes sobre lo acontecido y sobre lo que ocurrirá. Un texto donde los tiempos entran y salen; volvemos al principio, cuando ya se nos atisbaba el final. Los versos aquilatan su personalidad procedimental, su exasperación por las cosas mal hechas y, antitéticamente, por la memoria de la desmemoria. Quizás la pega mayor que se le puede poner a la función es la escenografía, un tanto circunstancial, algo deslavazada; parece que bascula entre el orden de los contenedores de plástico apilados y la dispersión del resto de objetos, ya sean cajas por el suelo, una mecedora o un alejado burro con ropa. En definitiva, un espacio excesivamente recargado para un discurso que nos fuerza constantemente a la imaginación. Este espectáculo es el producto de unos talleres formalizados por la Cuarta Pared que han desembocado en una muestra magnífica, donde la dirección de Javier G. Yagüe es absolutamente acertada en el ritmo, tono y distanciamiento melodramático que le ha sabido imprimir. Con el monólogo de Tremblay es necesaria la fineza para no edulcorar una visión muy concreta de la maternidad. Lágrimas y largos aplausos para una breve y concentrada representación teatral repleta de ecos.
Autora: Jennifer Tremblay
Director: Javier G. Yagüe
Intérprete: Frantxa Arraiza
Diseño de iluminación: Javier G. Yagüe
Produce: Acción escénica
Sala Cuarta Pared (Madrid)
Hasta el 26 de junio de 2016
Calificación: ♦♦♦♦
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