Un animal en mi almohada

Vanessa Espín traza un breve y poetizado drama con aires lorquianos sobre una mujer maltratada

Un animal en mi almohada - FotoNo sé si podemos tener en consideración intelectualmente a una dramaturga que toma para sí la siguiente afirmación: «La violencia machista mata más que el cáncer. La violencia machista mata más que el terrorismo de ETA». Aceptar comparación tan espuria puede indicarnos por qué se discurre en esta obra de la manera que lo hace. Es decir, no intentar comprender las implicaciones sociales, culturales, económicas, biológicas, legales, morales y políticas del hecho para atinar con la solución más precisa.

Viene esta propuesta, estrenada hace unos pocos años, a sumarse a una serie de montajes cargados de buenas intenciones, con pretensión de denuncia en relación a la violencia ejercida contra las mujeres en el ámbito familiar. Piezas que se ofuscan tanto en el límpido objetivo, que terminan por ser enormemente simplificadoras. Me refiero, por ejemplo, a Ana, también a nosotros nos llevará el olvido o El grito, con las que encuentro similitudes dramatúrgicas y éticas. Sigue leyendo

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El viaje

El segundo volumen de Las crónicas de Peter Sanchidrián no consigue sobredimensionarse y deambula sin suficiente gracia

Foto de Vanessa Rabade

Si uno acude a ver el segundo volumen de Las crónicas de Peter Sanchidrián, lo mínimo que se espera es que el tono, el ritmo y el ambiente sean parecidos; y que la diversión sea similar. Pero lo que nos encontramos en esta ocasión es algo verdaderamente decepcionante y, lo que es peor, aburrido. Y a falta de razones de mayor trascendencia, si no hay risa, tampoco habrá buen sabor de boca. Jose Padilla parece haber perdido fuelle o haberse olvidado de que la primera parte era un chispazo permanente, y de que la sorpresa estaba a la vuelta de la esquina constantemente. Se puede afirmar que a El viaje le sobra media hora o, incluso, más. Para quien no esté al tanto, la estética del cómic, del pastiche, de la historieta irónica de ciencia-ficción están presentes en la cabeza del millonario filántropo Pedro Sanchidrián (a.k.a. Peter Sanchidrián), el cual se ha extraviado en el espacio sideral; aunque su imaginación vuela para que sus compañeros «disfruten» con una serie de peripecias. Todo resulta moroso, desde el prólogo, donde C.R.I.S.T.I.N.A., el ordenador de a bordo, nos da cuenta de la situación en la que se encuentra la nave (y otras); y toda una serie de detalles absolutamente excesivos ― sobre todo, porque no calientan la atmósfera y no provocan un clímax propicio― hasta las diferentes piezas que componen el espectáculo. A todo ello, el marco narrativo, con Cristóbal Suárez haciendo de comandante (sabrá que apenas les quedan dos días de oxígeno), cuando se topa con el vehículo (La Vorga) de Pepe Viyuela, que hace de Oleg, un tipo avieso que quiere aprovechar la oportunidad y que debería ser, hemos de suponer, quien sostuviera humorísticamente la propuesta (al menos para que alguien sustituyera en ese sentido a Juan Vinuesa, que aquí solamente aparece en imágenes). Sigue leyendo

Las crónicas de Peter Sanchidrián

Un pastiche trepidante de ciencia-ficción, aventura y romance que redunda en la parodia sardónica

Lo que nos presenta José Padilla en El Pavón Teatro Kamikaze es una mirada irónica, posmoderna y descacharrante de esa materia, englobada nostálgicamente, en lo que se ha venido a llamar Generación Xennial, esa panda de ochenteros de la EGB, esa bisagra que ha vivido con cierta comodidad e, incluso, jactancia el paso fulgurante hacia este mundo tecnológico que lo ha invadido todo. Las crónicas de Peter Sanchidrián son las parodias de aquella ciencia-ficción tipo El gran héroe americano más toda esta panoplia hipercientífica y poshumana que plantea a corto plazo la inmortalidad, la clonación masiva y la convivencia con inteligencias artificiales. Una broma, claro, pero no hace más que sacar a colación, por un lado, la atmósfera americanizante de la sociedad de consumo en la que vivimos desde hace décadas y, por otro, esa redefinición de la mitología clásica en las formas de los superhéroes que a través de los cómics trasladan subliminalmente los fundamentos religiosos como la lucha entre las fuerzas del bien y del mal. De hecho, asistimos en la obra a toda una defensa de los superhéroes «mortales» como Spiderman, frente al indestructible Superman. Algo así como sentirse identificado con Aquiles. Sigue leyendo

Sueño

Una tragicomedia trenzada a través de dos tramas demasiado dispersas sobre el amor y la muerte

Foto de Luis Castilla

Cuesta mucho creer que los mimbres para pergeñar esta obra sean los propios de la comedia y que Shakespeare sea el máximo inductor. Seguramente uno se pone a investigar, a probar procedimientos, a consultar a los que saben cómo llevar el humor a las tablas; pero al final sale lo que sale: un drama con alguna pizca de retranca. Quizás debamos aceptar que el patetismo del protagonista resulta algo cómico, al fin y al cabo su vida parece ser que ha terminado siendo anodina. El espectador, que antes ha asistido a diversas actuaciones de Jesús Barranco en los alrededores de La Abadía y que se convierte, por lo tanto, en un instigador al buen ánimo para entrar reído y alegre, asume enseguida que su estado de fruición se va a desvanecer con un montaje caliginoso y plomizo en su primera media hora. Un vejete aguarda su último hálito en un hospital, pulula por allí una chica, La loca, que lee fragmentos destinados al olvido entre tartamudeos, mientras suena Beethoven en su tocadiscos. Sigue leyendo

Medea

Aitana Sánchez-Gijón encarna al mito griego en una función que deriva en performance

MedeaEs claro que Andrés Lima ha plasmado en el escenario de La Abadía su particular «tour de force» acerca de Medea. Otra vuelta de tuerca a ese mito tantas veces representado que se despliega épicamente entre las sombras, el ruido y los chillidos, pero también entre la música, la poesía y el cuerpo.El prólogo que declama desde la oscuridad Lima repasa el árbol genealógico de la protagonista, con esa intención de recordarnos que pertenece a una estirpe de dioses, que ella misma es una maga, una hechicera, al igual que la famosa Circe de quien era sobrina. Al finalizar la teogonía, surge entre aullidos y, arrebatadoramente, Aitana Sánchez-Gijón metamorfoseada en la doliente Medea. Seguramente sea el papel en el que más se haya entregado nunca. Expele con agonía cada uno de los versos y entrega su cuerpo vivaz, enérgico y semidesnudo a los designios de su destino. Volver a la tierra, a la naturaleza, al barro primigenio del que nace su magia. Su herida sangra de principio a fin.

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Los Mácbez

La propuesta de Lima y Cavestany funciona estéticamente, pero el trazo grueso en la adaptación la ensombrece

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La tragedia de Shakespeare trastoca su perspectiva si el protagonista se convierte, junto a la ayuda de su mujer, en un político gallego capaz de llegar al asesinato por medrar, pero si a esto le añades los últimos acontecimientos referidos a la presidenta de la Diputación leonesa, entonces, inevitablemente la obra cobra otra dimensión.  Sigue leyendo