Lucía Carballal firma un flojo texto sobre la anodina relación entre dos novelistas que dirige Israel Elejalde
Quizás una de las razones por las que la literatura (la literaria) arrastra una decadencia interminable en las últimas cuatro décadas ―no solo en España, sino también en el resto del mundo― radique en las vidas de los propios escritores, en que cada vez nos parecemos más, en que lo underground puede ser algo tan banal como no tener redes sociales. Ser viajero es casi un imposible y ya solo queda ser turistas de nosotros mismos en nuestra pura semejanza con el prójimo allende los mares. Existen más razones, como las puramente comerciales, o el concepto de ocio y de entretenimiento, etcétera. Lucía Carballal llega a los Teatros del Canal después de enlazar dos propuestas muy estimables: Los temporales y La vida americana. Dos textos en los que demostró su capacidad para elaborar diálogos persuasivos, inteligentes y repletos de detalles que percuten en las relaciones humanas. En ella se percibe una sutileza a la hora de aquilatar sus personajes que termina por convencerte en demasía. La resistencia parece pergeñada por una primeriza, por alguien que ha compuesto según los parámetros de los ejercicios de estilo, lleno de tópicos y falto de esas ideas que justifican la materialización en las tablas. Lo cierto es que me ha interesado muy poco y ha llegado a aburrirme; porque uno espera que de la eterna discusión de pareja se pueda obtener un alegato apegado a la contemporaneidad o una singularidad que nos deje incidir en lo consabido y, además, reflexionar sobre otros modos menos comunes, por ejemplo. Era de anhelar que lo extraordinario fuera la conexión con el mundo literario y con las cuitas de dos novelistas en diferentes niveles de éxito y de intención. Ya digo que hasta ahora los idilios de este tipo (Henry Miller y Anaïs Nin, Sartre y Simone de Beauvoir o Ted Hughes y Sylvia Plath, por poner algún ejemplo) estaban determinadas por los propios egos particulares de los cónyuges y sus luchas intestinas entre la envidia, sus filias, sus endiosamientos, o sus eternas melancolías, adobadas por el sexo, el engaño, el suicidio… Cuesta pensar que un paso más allá tenga que ir por la vereda del romanticismo gélido, por la insignificancia y por la rabieta algo noña de que mi amante no me refleja en su novela como a mí me gustaría, es decir, roto de fervor y de admiración por mí. Una escritora de verdad vendería el alma de su madre por contar una buena historia, lo demás es amateurismo infantil. Mónica Boromello ha diseñado un restaurante bien realista, bien desaprovechado en su magnitud, con una barra grandiosa y llena de botellas, y le ha incluido un detallito simbólico: ese RE gigante (REstaurante, REsistencia,…). También en una pantalla aparecen una serie de imágenes que sugieren la soledad, no del escritor de fondo, sino de la novelista desencantada. Tal amplitud para que el estatismo sea lo preponderante. En el trabajo de Israel Elejalde se echa de menos algo más de dinamismo y una dirección de actores que permita observar un arco interpretativo superior, que nos conceda un conflicto con más aristas que las justificadas. Porque si el argumento es flojo, la actuación de los protagonistas tampoco ayuda demasiado. Francesc Garrido comienza su alocución con un tono de voz amanerado, pijo; luego parece que coge más tono, más consistencia y que se revuelve para declarar su amor, para evidenciar ―algo tarde―, que lo que más le importa es ella. Pues se ha divorciado recientemente ―para él es un capítulo más, sin mayor trascendencia. Quién no lo ha hecho alguna vez―y ahora ha decido alojar a su amante de los últimos años en su casa. No sabemos si ella, como va a tener un nuevo cuarto propio, y su restaurante le renta lo suficiente como para vivir, ha decidido convertirse definitivamente en la Virginia Woolf que no es; aunque quizás la hayan convencido de ello en los cursos y en los manuales de escritura. Mar Sodupe entra en estado monocorde, distanciada hasta lo increíble y sin que haya la más mínima reacción por parte de él, de David. Si después cambia su gesto y transforma su discurso, tampoco es para fascinarnos. Él representa al escritor de éxito que ha publicado hace poco una novela de temática amorosa. Acaban de llegar de la famosa Feria de Frankfurt (que ya no es lo que era) de mercadear con sus textos, dedicarse al chichisbeo y a demostrar su intelectualidad entre copas de vino. Ella, una escritora que ha empezado en esto de la literatura con ciertos años, ha caído en las garras de su profesor Pigmalión. Un tipo más mayor, que le puede enseñar todo lo que necesita. Ese estado habitual de desigualdad se convierte en inaceptable cuando, por un lado, lee su última obra y, por otro, cuando esta se encapricha de un joven aprendiz de novelista, Ray, con el que se fuma El Quijote (detalle humorístico tan abundante en las otras obras de Carballal) y bebe té verde. Seguramente, se inicia ahí la misma historia, pero al revés. Ahora la señorita Doolittle, puede dominar la situación y ejercer de maestra. Además, nos ha soltado la proclama feministoide de que al perder la belleza y no sentir la mirada de los hombres al pasar, se siente más libre. Poco se puede concluir de un personaje de tal blandura. Reflejar en imágenes o en escena la vida de los escritores siempre ha sido muy complejo, porque sus obras se reducen a casi nada (no ocurre así con los pintores o con los escultores) y nos tenemos que quedar con la descripción psicosociológica. ¿Lo que escriben es bueno? Si su vida es fascinante, solemos pensar que sí. Esperaba mucho más de La resistencia. Creo que es un texto bastante insignificante y poco sofisticado de Lucía Carballal.
Texto: Lucía Carballal
Dirección: Israel Elejalde
Intérpretes: Mar Sodupe y Francesc Garrido
Escenografía: Mónica Boromello
Iluminación: Paloma Parra
Vestuario: Sandra Espinosa
Vídeo: Natalia Moreno
Producción ejecutiva: Pablo Ramos
Ayudante de dirección: Olga Alamán
Ayudante de dirección: Pilar Valenciano
Ayudante de producción: Lucía Díaz-Tejeiro
Coproducción: Buxman Producciones y Teatros del Canal
Teatros del Canal (Madrid)
Hasta el 17 de febrero de 2019
Calificación: ♦♦
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Un comentario en “La resistencia”