Tierra baja

Lluís Homar nos brinda una actuación portentosa encarnándose en los cuatro personajes principales de esta tragedia

¿Cómo una tragedia rural, tan oscura y macilenta, tan llena de odios y posesiones abyectos puede tornarse sutil y embellecida en su brutalidad? Para ello es conveniente aproximarse con mucho cuidado, acariciando las palabras mansamente, paladeando cada oración para que el acontecimiento se vaya macerando como si nos adentráramos en un confuso hecho común. Y todo para ir al grano, para arrancarnos de la vista a los secundarios, para iniciarnos con una niña ―la Nuri― que de su pura inocencia no entiende nada; pero mira, observa, escucha y pide cariño a raudales. Lluís Homar, en solitario, despliega un inmenso arco interpretativo remarcado por la precisión en cada frase que entona con el fin de que el puro contexto interno sitúe al personaje y no sea necesario ataviarlo, ni describirlo con torpeza. Aquí todo es de una cadencia medida que se debe escuchar. El amo Sebastià, el cacique, con esa brusquedad insolente de quien se solivianta por sus cabos sueltos. Se emplea con nerviosismo, con gritos secos y órdenes tajantes, con expresiones de amor agónicas. Su amante, Marta, la hija de un molinero que ha fallecido hace tiempo, no puede ser su esposa. No es posible que alguien de su importancia contraiga matrimonio con una sierva. Pero él no puede abandonarla, porque la lleva en las entrañas, porque es suya y él es de ella. Cuando te quieres enterar, el intérprete, como si nos tuviera hipnotizados, se despoja de una prenda o se calza otra, pero es tal la naturalidad que allí no está un hombre esbelto y maduro, sino esa mujer agolpada por las circunstancias, casada con un monigote para ajustarse a las apariencias, con un vestido de novia que da cuenta de su belleza; aunque no pueda cumplir su función verdadera. Desde luego el personaje más interesante, sobre todo por el cariz que va tomando, es Manelic. Un pastor humilde y generoso, un cordero muy consciente de los límites de su redil; aunque con una entereza oculta que brota en el instante preciso. Quizás su dueño no sea tan poderoso, es un hombre como él. Quizás, ahora que es un paria, sea el momento de jugársela, de demostrarle a su mujer que es un valiente, que puede responder perfectamente con la tarea de protegerla en esos páramos hostiles. El choque de fuerzas, de antagonismos, de dimensiones sociológicas se plasman en escena con esos dos planos de luz en el blancor de la estancia que vemos a primera vista; y la oscuridad que se desvela en una de las acciones más sugerentes ―y tan sencilla―de toda la obra: tan solo descorrer la cortina del fondo, lenta, lentamente, con la larga voz de Silvia Pérez Cruz, ahora sí en catalán (tampoco habría mucho problema si todo fuera en catalán). Un muro de hojas otoñales, parduzcas. El lobo en el bosque acechando a los recién casados. Por tanto, la escenografía de Lluc Castells es un gran acierto para este montaje intimista que anhela no desbocarse. Como la iluminación dialogante de Xavier Albertí y David Bofarull. También si la función se colorea de un estilo de confianza escénica debemos evidenciar que Pau Miró ha realizado un gran trabajo de síntesis. Esta propuesta configura un espectáculo breve, violento, duro y, a la vez, grácil, sentido. Recomendable absolutamente. Hay que dejarse embaucar por el verso de Lluís Homar, pues lo declama con aplomo, ternura y sentenciosidad, mientras su cuerpo, sin exceso se metamorfosea con gesto mínimo para ser unánimemente ese conglomerado de celos, de posesión y de honra. «Maté al lobo», escribió Àngel Guimerà allá por 1897, para otorgarle la victoria al héroe inesperado de la Tierra baja.

Tierra baja

Autor: Àngel Guimerà

Adaptación: Pau Miró y Lluís Homar

Dirección: Pau Miró

Actor: Lluís Homar

Escenografía y vestuario: Lluc Castells

Iluminación: Xavier Albertí y David Bofarull

Sonido: Damien Bazin y Lucas Ariel Vallejos

Música y voz:  Silvia Pérez Cruz

Caracterización: Eva Fernández

Asesor de dramaturgia: Xavier Albertí

Ayudante de dirección: Oscar Valsecchi

Ayudante de escenografía y vestuario: José Novoa

Coordinación técnica y técnico de sonido: Oscar Villar

Construcción de escenografía: Taller d’escenografia Jordi Castells y Pascualin Estructures y Escenografies Moià

Teatro de La Abadía (Madrid)

Hasta el 8 de octubre de 2018

Calificación: ♦♦♦♦

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