Beatrice

José Gómez-Friha regresa a La hostería de la posta de Goldoni con una mirada feminista que actualiza este texto del neoclasicismo

Regresar a los inicios es una inmejorable manera de reforzar los planteamientos estéticos que pusieron en marcha a Venezia Teatro y, tal y como han ido las cosas, además; sirve para enlazar lo último con lo primero. Puesto que, si hace unos meses en la versión de Casa de muñecas, el portazo de Ibsen hacía mutis; ahora lo tenemos de vuelta, trasplantado al siglo XVIII de Goldoni; y le viene estupendamente. Porque hay que reconocer que a nuestros ojos el didactismo de los ilustrados se nos queda corto. Como sabemos, las reglas del teatro neoclásico también se nos quedan algo escuetas; así el acontecimiento será tan concreto como la lección que se nos quiera impartir. Y, por lo tanto, para ganar nuestro interés, la mano del dramaturgista deberá poseer la habilidad de propiciar un brío y una astucia escénica adecuada. Y este es el gran mérito de José Gómez-Friha, quien ha dotado a su Beatrice (basada en La hostería de la posta) de la ironía precisa y de las intenciones políticas que doten a su protagonista del hálito libertario que ya tuvieron algunas de esas damas por aquellas épocas. El otro aspecto ineludible para el buen desarrollo de esta trama sencilla de enredos y fuerza dialéctica, es el comportamiento de los actores. El elenco funciona con verdadera sintonía y con un nivel magnífico. Los primeros en llegar a la hostería son el marqués Leonardo y el teniente Malpresti. Respectivamente, Rubén de Eguía encarna su personaje con su habitual disposición para combinar la seriedad con el gracejo y hasta la bufonada (como ya comprobamos en El juego del amor y del azar). Se gana nuestro favor en esa espléndida escena en la que manifiesta los gustos del futuro esposo de la condesa, que resulta ser él mismo. Lo del «master falsificato» (en referencia la expresidenta madrileña), cuando escenifica su predilección por el teatro, es una genialidad. En cuanto a Pablo Sevilla, la verdad es que va tomando tono según le llega la melopea. Es un fantástico fanfarrón, casi un libertino; aunque su chiste en el desenlace me parece que llega de una forma un tanto abrupta. Allí los recibe Andrés Requejo, que hace de camarero, y cumple esencialmente con ese pragmatismo y esa ductilidad para ganarse la confianza de todos con su encanto. Y como la acción debe ir al grano, las coincidencias han provocado que allí, incluso, se hospede la futura esposa del marqués a la que todavía no conoce. Marta Matute es una joven actriz que sigue ganando enteros y apostura; ya señalé sus virtudes en Yogur/Piano, y aquí vuelve a demostrar que no se arredra como figura principal. Ante todo, se gana (in absentia) el aplauso del público al terminar la función, con su actitud y su fuerza en el despojo de su personaje para proyectarla hasta el presente. Porque esta Beatrice no tiene por qué aguantar que su padre (Juanma Navas se mete en la piel del conde Roberto de Ripalunga y se expresa con donaire y con entereza burlona) le haya concertado un matrimonio con alguien que no había visto en su vida. Y que, a pesar de conocerlo, y de sentir atracción física e intelectual por él; ve que tampoco ha de aceptar sus celos, ni su cólera de macho que teme a cada instante por su honor. Por otra parte, tampoco tiene que aceptar la persecución de ese pretendiente que la sigue a todas partes como un perrito faldero, que es el barón Talismani, un David Alonso que sufre los golpes en su orgullo y en su rostro; no obstante, intenta reponerse adaptándose a cualquier atisbo de éxito. Como es bien sabido, los de Venezia procuran acentuar los detalles más que organizar una escenografía naturalista. Apenas unas sillas, una lámpara de techo, una rosa, un vestuario bastante ajustado a lo que pide la situación (todo un encarcelamiento para ella) con diversas pelucas y casacas; y, sobre todo, la presencia del músico de cámara Álvaro Llorente, que nos adentra en el ambiente necesario. Una pieza corta que nos remite de nuevo a Goldoni (ya lo visitaron con Los desvaríos del veraneo), donde el avance racionalista en lo moral, con esa defensa de las virtudes, no es suficiente para una dama que desea ir más allá. El conjunto del espectáculo, con un movimiento escénico notable y unas actuaciones sobresalientes, da como resultado un montaje divertido, interesante y de gran factura.

Beatrice

De Carlo Goldoni

Versión de La hostería de la posta

Dramaturgia y dirección: José Gómez-Friha

Elenco: Marta Matute, Rubén de Eguía, Juanma Navas, Andrés Requejo, Pablo Sevilla y David Alonso

Diseño de iluminación: Javier Bernat

Diseño de vestuario: José Gómez-Friha

Espacio escénico: José Gómez-Friha

Músico: Álvaro Llorente

Prensa: Josi Cortés Comunicación

Ayudante de dirección: MARÍA VIDAL

Ayudante de producción: Antonio Luis Redondo

Cartelería y diseño gráfico: MARÍA LACARTELERA

Producción: VENEZIA TEATRO S.L.U.

Teatro Galileo (Madrid)

Hasta el 27 de mayo de 2018

Calificación: ♦♦♦♦

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