Texto de Félix Estaire sobre las vidas truncadas de tres sevillanos afincados en un barrio barcelonés
Que unos charnegos de un barrio obrero de Barcelona, que bien pudiera ser Hospitalet o Cornellá, no se vean impelidos a discutir sobre procés o que este planee sobre sus cabezas, envejece un texto que se sitúa en 2002 —indican que se está viviendo el auge de Operación Triunfo 1 (inolvidable aquel himno televisivo: «A tu lado»), aunque ellos son más de Estopa o La Cabra Mecánica. Da la impresión de que nos retrotrae a una época mucho más lejana. Es un claro ejemplo de cómo han cambiado de forma fulgurante algunas actitudes y maneras en nuestra sociedad, tan solo fijarse en que no tienen un móvil en las manos ya es suficiente. Nos encontramos en una librería de viejo regentada por León, este deambula con la muleta en la mano; pues ha quedado cojo tras un accidente en la obra donde trabajaba. Javier Zarapico interpreta a este tacaño y zorruno pobretón con cadencia propia de los astutos que pretenden cubrir sus miserias y sus cuitas. A su servicio está Jano, un muchacho con pocas luces, que cumple afanosamente con todos los cometidos que le ordena su amo. Para ello Samy Khalil (hace bien poco demostró sus capacidades interpretativas en Dentro de la tierra) se afana en sus gestos, en su despiste general y en esa posición de quien necesita barruntar con pausa un golpe maestro. Finalmente, aparece por allí Darío, un Rubén Frías ágil, macarra y con gran disposición para darle a la función algo de arranque. Estuvo a punto de fichar por el Español; pero no pudo ser. Ahora se dedica a ciertos negocietes con el morito del bazar; pero las deudas lo asfixian y lo ponen contra las cuerdas. Los tres se vinieron desde Sevilla con la ilusión de encontrar mayores ofertas laborales en Cataluña; aunque sus vidas van a trompicones, igual que su amistad, más propia de colegas de la calle, que de un pasado forjado en la infancia. Precisamente lo mejor del texto es el planteamiento de este ambiente de perdedores, tipos jóvenes sin el mínimo futuro, unos arrastrados que se contentan con unos donuts que no estén caducados y con cantar unas rumbas poperas de Kiko Veneno. Desde luego, es una obra menor de Félix Estaire, de quien conocimos hace unos años Rapsodia para un hombre alto, y su exitosa versión de Danzad malditos; puesto que la trama que pretende desarrollar apenas posee profundidad y no deja que sus personajes encuentren alguna brecha auténtica en esa atmósfera. Digamos que no se supera el costumbrismo y que el argumento es, no solo anecdótico, sino algo tosco en su desenlace. Sencillamente se cuenta que en un libro han aparecido unos sellos rojos con el rostro de Franco, una rareza, que le puede reportar algo de guita a León; pero resulta que se han quedado dentro del ejemplar que le han vendido a un cliente habitual. Es necesario recuperarlos, aunque tampoco muestran gran tensión por ello. Sí que se mete por el medio, al enterarse, Darío, quien requiere imperiosamente algo de pasta. La función termina tras una hora en un visto y no visto que puede que deje a los espectadores con la sensación de que se podía haber ido más allá, de que se había podido retorcer un poco aquel atisbo de thriller. Podemos relacionar la propuesta que dirige Pablo Martínez Bravo, con buen orden y con un correcto manejo de los tiempos, con la película de José Corbacho y Juan Cruz, Tapas (2005); para hacernos una idea del devenir propio de los currantes que ven cómo se les esfuman las oportunidades y de cómo el día a día se pone cuesta arriba. Consideremos que es un sencillo ejercicio dramático que nos recuerda cómo transcurre la vida en los barrios obreros.
Dramaturgia: Félix Estaire
Dirección: Pablo Martínez Bravo
Intérpretes: Rubén Frías, Samy Khalil y Javier Zarapico
Ayudante de dirección: Álvaro Nogales
Escenografía: Andrea Torrecilla
Vestuario: Pier Paolo Alvaro
Iluminación: Miguel Ruz
Ayudante de escenografía: Noah Girardi
Producción ejecutiva: Producciones El Perro
Nave 73 (Madrid)
Hasta el 26 de enero de 2018
Calificación: ♦♦
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