La comedia shakesperiana Noche de reyes, adaptada en clave bufonesca en un ejercicio excesivo de síntesis

La propuesta de Dan Jemmett para esta adaptación de Noche de reyes es radicalmente una visión humorística de la cuestión, tanto, que cualquier trasfondo de seriedad, a pesar de ser una comedia, queda diluida. No sería justo, por lo tanto, compararlo con ese descomunal espectáculo que trajeron los Propeller allá por junio de 2013. Aquí nos quedamos con cinco actores que se reparten ocho personajes y que en tan solo dos horas han reducido una trama bizantina que apenas se esboza. Seguramente lo conveniente es olvidarse de Shakespeare y quedarse, como el título, únicamente con Shake. En esa gracieta del título ya tenemos mucho de lo que nos vamos a encontrar. Incluso el argumento importa poco, puesto que se convierte en una simpleza sobre la que se sustentan los gags y esa atmósfera distanciadora y algo displicente. Poca relevancia tiene el tema clásico (helenístico) de los gemelos separados en un naufragio —Viola, que piensa que su hermano Sebastián ha muerto, llega a Iliria para servir a Orsino, transformada en Cesáreo— puesto que terminan por ser inverosímiles los enamoramientos de ella/él tanto con Olivia como con el propio Orsino. La verdad es que Delphine Cogniard quien interpreta con templanza ambos papeles, físicamente —la tendencia a buscar el gesto aniñado y el cuerpo más frágil es excesiva— no acaban de ser creíbles tales flechazos, no parecen muy compatibles y ese súbito arrobo es muy fantasioso. Por lo tanto, esa esperable anagnórisis propia de las novelas griegas resulta desfondada. Más interesante, desde luego, es todo lo que tiene que ver con la fiesta, la música, la espontaneidad, la broma y el desparpajo. Digamos que lo que nos atrapa de esta función es Antonio Gil; todo propende encauzado a su brillo. Se encarna en dos papeles muy distintos, que ofrecen un contraste cómico extraordinario. Por una parte, es Orsino, parece un chulopiscinas, un tipo con el mambo en el cuerpo que tiene el claro objetivo de conquistar a Olivia. Por otra parte, es Malvolio, una mezcla entre Peter Sellers y Mike Myers, un Austin Powers tan pasado de vueltas que lleva al propio intérprete a caerse del escenario en el momento cumbre del montaje, cuando es engañado por sir Toby. El engranaje que dispone el director con esta adaptación logra que Antonio Gil desborde en la autoparodia, alcanzado los momentos más delirantes e irrisorios. Quien aporta su granito de arena en la comedia y va aderezando la composición general es Geoffrey Carey, quien se encarna en Feste, el bufón encargado de la música y de soltar más de veinte chistes en un español sui géneris en una retahíla interminable —un efecto que pierde potencia en la propia repetición. De otra manera, le infunde comicidad Vincent Berger, quien se ocupa de sir Andrew y, fundamentalmente, de sir Toby, un auténtico borrachuzo con ganas de juerga y de malmeter. Cierra el elenco Valérie Crouzet, casi una estrella de cine de los años dorados, una Olivia glamurosa, aunque no resulta muy convincente su enamoramiento de Cesáreo. En conjunto marchan estupendamente, juegan con la gestualidad y el ritmo propio del slapstick, se predisponen con gracia al baile, al swing, a la verbena veraniega de los años cincuenta y sesenta. En el escenario el mismo Jemmett y Denis Tisseraud han situado unas casetas típicas de playa, unos vestidores que terminan por convertirse en una especie de cabañas para hippies y seres estrafalarios que se asoman por la ventanilla superior y nos anuncian todo tipo de sorpresas. La lástima es que esa escenografía acabe siendo algo plana y ofreciendo una perspectiva estática en muchas fases de la función, donde no sabemos realmente en qué espacio transcurre la acción. En este Shake lo festivo gana, el buen rollo con el que se finaliza te reconcilia con una obra un tanto deslavazada, recortada hasta dejarla sin un sustento narrativo fuerte —aunque no posea gran originalidad la obra del bardo inglés, ni pueda ser considerada como una sus mejores comedias, salvo que seas Harold Bloom—. Es divertida a ratos y nos deja a un Antonio Gil capaz de deleitarnos con sus artimañas; pero este Shakespeare no logra agitarnos lo suficiente.
Basada en Noche de reyes de William Shakespeare
Autor: William Shakespeare
Traductora: Marie-Paule Ramo
Director: Dan Jemmett
Intérpretes: Vincent Berger, Delphine Cogniard, Valérie Crouzet, Antonio Gil Martínez y Geoffrey Carey
Escenógrafos: Dan Jemmett y Denis Tisseraud
Diseño de iluminación: Arnaud Jung
Diseño de vestuario: Sylvie Martin-Hyszka
Peluquería: Véronique Nguyen
Accesorios: Georgie Gaudier
Regidor: Denis Tisseraud
Vestuario: Nathalie Grimault, Paola Mulone y Cécile Vercaemer-Ingles
Asistente: Magali Perrin-Toinin
Aprendices: Elodie Flinois y Emmanuelle Bidaut
Construcción de decorados: Atelier Le Pied en coulisse
Pinturas: Valérie Margot, Stéphanie Mérat y José Pires Liberato
Producción: Eat a Crocodile
Producción delegada: Le K Samka
Coproducción: Théâtre de Carouge-Atelier de Genève, Theatre National de Nice – CDN Nice
Côte D’azur y Maison des Arts Thonon-Evian
Festival de Otoño a Primavera 2017
Teatro de La Abadía (Madrid)
Hasta el 9 de abril de 2017
Calificación: ♦♦♦
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