De cómo los recortes en una comisaría de policía nos disponen a una historia rocambolesca ejecutada simultáneamente en tres habitaciones
Después de asistir a Ternura negra y a Los dramáticos orígenes de las galaxias espirales, continuamos por la ruta Despeyroux, y esta vez hemos arribado al mejor destino. Carne viva conjuga todos los elementos de su escritura, es decir, paranormalidades, exageraciones, deformaciones, personajes estrafalarios e ironía desnortada, con una estructura propicia y azarosa alentada a ritmo de thriller policiaco en la era de los recortes. Precisamente nos adentramos en las dependencias de una comisaría, con la peculiaridad de que ahora, parte de ellas, están subarrendadas a una hipnotista y a una profesora de baile.Y nosotros, dependiendo del color de nuestra entrada, comenzaremos la historia por una de las tres estancias de La Pensión de las Pulgas, para después irnos desplazando por el resto hasta cerrar el relato. Lo que allí ocurre es un juego de hipnosis del que uno puede salir trastornado. Los personajes viven sometidos por cuestionamientos que se vuelven inconmensurables ante las disquisiciones de los demás. Nueve individuos muy particulares que van desde la propia hipnotizadora hasta el comisario, pasando por los agentes y los aspirantes a bailarines. De entre todos ellos, nos vamos a encontrar con actuaciones memorables que ahondan en el absurdo de situaciones que no paran de complicarse. Por ejemplo, Vanesa Rasero, en su papel de Mía, una bailarina hipnotizada y predispuesta con instrucciones infalibles para seducir a Javier Navares, es capaz de disociarse en una multitud de personalidades que se solapan hasta dejarnos patidifusos. O, también, Joan Carles Suau, haciendo de hijo del comisario, con esa capacidad que tiene para expresarse imperiosamente; pasa de ensayar con verdadero afán a introducirse en los mundos constelares una vez que asume su rol de índigo (característica que arrastrará a la obra Ternura negra. Así concatena la Despeyroux) en busca de una anagnórisis con tintes detectivescos que supera lo rocambolesco. Lo almodovariano se queda corto para lo que nos podemos encontrar. Funcionan muy bien Fernando Nigro, como Oficial Bermúdez (marca un interesante contraste entre la debilidad y la fortaleza), y Jorge Mayor, como Oficial Figueroa (su ingenuidad se aproxima al humor negro). Por otra parte, la tensión entre Agustín Bellusci, haciendo de comisario, y Sara Torres, de Oficial Mónaco, favorece cierta base realista, aunque endeble, que agarra algo la marabunta de líneas que se cruzan. Huichi Chiu, como profesora de baile china-italiana, abunda en la confusión. Ahora bien, la persona que dirige, en realidad, el cotarro es la hipnotista-médium que Roberta Pasquinucci verbaliza entre una especie de nerviosismo logorreico y una búsqueda del amor desde la más fina sensorialidad. Si alguna pega se le debe poner a la función es que carece de la trascendencia subterránea que pretenden sus últimas obras y que, en la necesidad de compactar y encajar toda la estructura de los tres espacios, se genera cierto embarullamiento y, también, alguna repentina transformación de los actores que no resulta del todo verosímil; véase el caso del hijo del comisario, antes reseñado. Aspectos estos que apenas empañan las casi dos horas de itinerario esperpéntico en una de las sucursales de la factoría Despeyroux.
Carne viva
Autora y directora: Denise Despeyroux
Reparto: Agustín Bellusci, Fernando Nigro, Jorge Mayor, Sara Torres, Huichi Chiu, Vanesa Rasero, Joan Carles Suau, Roberta Pasquinucci y Javier Navares
Ayudante de dirección: Bea Jaén
Técnicos: Marina Ruiz y Manuel Solís
Vestuario: Ana López Cobos y Lorena Puerta
Espacio escénico: Alberto Puraenvidia
Espacio sonoro: Graham Newey
Producción: Carne Viva
Fotografía y cartel: Mista Studio
La Pensión de las Pulgas (Madrid)
Sábados y domingos de abril de 2016
Calificación: ♦♦♦♦
Texto publicado originalmente en El Pulso.
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