La belleza, el amor y el poder suben a escena de la mano de Velázquez y la Calderona
La certeza es el cuadro de La venus del espejo (actualmente expuesto en la National Gallery) y la ficción, mucha ficción, es la vida imaginada de Diego Velázquez y de María Calderón, la Calderona (amante de Felipe IV), en el Madrid maloliente donde transcurre el encuentro entre los dos personajes. Digamos que el texto es un gran juego barroco al que no hay que buscarle razones a sus anacronismos, porque de lo que se trata es de crear un mecanismo donde la belleza, el amor y la picardía quevedesca establezcan una dialéctica a tres bandas bajo el contexto del siglo XVII, cuando Calderón de la Barca comenzaba a despuntar y la Plaza Mayor humeaba interminablemente. El ritmo y el brío de la obra viene determinado por la sucesión de acontecimientos en diferentes planos, por un lado, la vida en la calle con el Carnaval y los autos sacramentales permean hacia el taller del pintor y, por otro lado, la relación que se está fraguando entre la Calderona y Velázquez establece el hilo argumental. Pero, sobre todo, la viveza la pone enteramente Lucio, el criado burlón y pendenciero, que acompaña siempre a la dama y que Javier Collado encarna como un asno de oro verborreico, gesticulante y soez. Verdaderamente, al igual que hiciera hace unos meses en ese mismo escenario con Calígula, Collado se entrega físicamente en una creación dramática vigorosa. La pausa la pone, desde luego, Federico Aguado interpretando al genio sevillano, muy sobrio cuando aún no cede embelesado ante su modelo. Por su parte, Eva Marciel gana en las sugerencias (y evidencias) corporales, en la fortaleza que desprende más que en sus bravatas que, a pesar del tono, siguen pareciendo demasiado finas para lo que uno puede imaginarse de la época. Destaca la profundidad y las entreluces del espacio escénico que acogen y resguardan a unos personajes estrategas de su propia supervivencia, atados por el poder, ya sea porque la faceta de pintor era inviable sin el mecenazgo, la faceta de mujer que quiere medrar era imposible sin la aquiescencia de los hombres y la faceta de criado se tornaba breve sin un dueño. De esta manera, el texto de Chema Cardeña, generoso en temas, miedos y componentes socioculturales del barroco, intenta ampliar la anécdota de este encuentro entre la Calderona y Velázquez con las consecuencias de una crisis que ya duraba demasiado y en donde la Iglesia marcaba hirientemente las directrices. Quizás predominen más los flirteos de los dos protagonistas y las andanzas nocturnas de Lucio que el trasfondo epocal, aun así, es una representación que alude tanto a temas universales como a aspectos propios de un país es descomposición.
Texto: Chema Cardeña
Dirección: Jesús Castejón
Reparto: Eva Marciel, Javier Collado y Federico Aguado
Espacio escénico: Curt Allen Wilmer
Vestuario: El matrimonio secreto
Iluminación: Juanjo Llorens
Música original: Luis Delgado
Dirección técnica: Pilar Dios y Carlos Merino
Técnico de sonido: Raúl Resino
Realización de escenografía: Ver Teatro Proyectos
Realización de vestuario: Cornejo
Producción: Salvador Collado
Teatro Fernán Gómez (Madrid)
Hasta el 1 de febrero de 2015
Calificación: ♦♦♦
Texto publicado originalmente en El Pulso.
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