Los días de la nieve

Semblanza sobre Miguel Hernández a través del sentido relato de su viuda, Josefina Manresa

Los días de la nieve - FotoVuelve Alberto Conejero a inmiscuirse en uno de esos poetas mitificados en nuestra historia, verdaderos fetiches, como el Lorca que evocó en La piedra oscura. Ahora es Miguel Hernández —olvidemos esa etiqueta inadecuada del «poeta pastor»— a quien se aproxima de la mano de su mujer, Josefina Manresa (Quesada, Jaén, 1916-Elche, 1987), la responsable de recopilar todo el legado de uno de nuestros mejores escritores. También regresa el estilo lírico del dramaturgo, esas pinceladas que van creando un ambiente que alegoriza una vida, una época. Porque el discurso de la viuda está tonificado por una pátina grácil, bonachona y sonora. Las palabras se insertan en versos, escuchamos estrofas; la rima se suspende en el aire y eso, una de dos, o nos saca de la situación por inverosímil o nos fuerza a que aceptemos imaginariamente una construcción literaria que se apoya en el recuerdo firme; pero, además, quebrado por los años para reconstruirlo mucho después. Sigue leyendo

Troyanas

Carme Portaceli presenta la versión de Alberto Conejero sobre el clásico de Eurípides con una mirada a las guerras actuales

Foto de Sergio Parra

Desde luego, no es fácil conseguir que una obra como Las troyanas de Eurípides resulte atractiva. Apenas se puede considerar una tragedia, y más tendríamos que tomarla como un largo epílogo de un extenso ciclo (perdido). Digamos que Alberto Conejero ha utilizado procedimientos similares a los que empleó el dramaturgo griego. Si aquel interpretó su época, inyectada de racionalismo, en aquel siglo V de Pericles, para construir textos que se han llegado a denominar «aburguesados» y que tomaban como base tanto la sofística como la retórica; nuestro versionador, mutatis mutandis, ha hecho lo propio. Auspiciado por una corriente del feminismo que la directora Carme Portaceli abraza gustosamente y que expone en el programa de mano: «Hoy seguimos viendo cómo las mujeres son seres de segunda categoría a las que no importa excesivamente lo que les suceda: después de cada guerra, e incluso durante la guerra y sin guerra, a las mujeres se las viola reiteradamente, se les falta al respeto, se les maltrata sin ningún respeto (sic), sin ni siquiera temor a las leyes que prohíben la violencia… No pasa nada, sus problemas, sus sufrimientos siempre quedan en la cola, siempre hay problemas más importantes: los niños, el hambre, los refugiados…». Sigue leyendo

Fuente Ovejuna

La Joven Compañía Nacional de Teatro Clásico dinamiza esta atrayente propuesta sobre el clásico de Lope

Es, sin duda, una de las obras de teatro español más conocida; se sigue comentando en los institutos e, incluso, leyendo. Aunque también es cierto que los acontecimientos históricos y dramáticos han derivado en una lectura un tanto errónea en el acervo popular; puesto que se habla de ella como la comedia que defiende que la unión hace la fuerza. Hoy en día no parece aceptable a nuestros ojos la actitud de los lugareños de aquel pueblo cordobés frente al comendador, Fernán Gómez. El tiranicidio como justicia y refrendada por los reyes. Fuente Ovejuna siempre ha sido, en cierta medida, una obra desigual. Primero porque la historia de amor entre Laurencia, aquí con una Paula Iwasaki poderosa y, a la vez, zalamera, y Frondoso, que Pablo Béjar, a pesar de que se le ve algo aniñado, es capaz de expresar heroísmo; y en la que interviene el propio comendador —interpretado por Jacobo Dicenta con buenas dosis de engreimiento y aplomo dramático—, no sirve ni de columna vertebral ni de núcleo tensional suficiente como para atraernos, por mucho que nos topemos con encuentros de flirteo entre los amantes o el rapto de la labradora encienda los ánimos. Por otra parte, la tendencia abusiva a remarcar el grupo disuelve en él a los posibles secundarios y a la concreción de subtramas que complejicen el drama. Sigue leyendo

Ushuaia

José Coronado protagoniza un convencional thriller escrito por Alberto Conejero sobre las heridas del pasado

Las puertas del Teatro Español se le han abierto a Conejero gracias al éxito cosechado con su obra La piedra oscura (2014), la cual, a pesar de su corte clásico, poseía ciertas virtudes estructurales y el interés que suele suscitar la figura de Lorca (más otras cuestiones que ya expuse en su momento). Ahora que se ha lanzado el debate sobre aquello de las «artes vivas», la vanguardia, etc.; sí que sería requerible a una institución como esta que, al menos, lo nuevo representado, fuera contemporáneo, o, si se quiere, que los autores vivos que encuentren allí acomodo sean modernos (tampoco exijo que sean absolutamente rupturistas). ¿Por qué? Pues, sencillamente, porque lo mínimo que se le puede exigir a un artista es que nos ofrezca su peculiar visión, su lenguaje y que nos persuada para observar un mundo a través de su mirada. Ushuaia, el texto escrito por Alberto Conejero en 2013, posee claros errores de escritura dramática; algunos de los cuales intentaré desgranar. El primer problema con el que nos encontramos es que el nazismo ha sido observado desde todos los puntos de vista posibles —salen hasta en Cuéntame—; incluso esta semana hemos conocido el caso de un sanguinario nazi de 98 años que está afincado en Minneapolis. La filmografía sobre el tema es extensísima (podemos recordar para este caso, La caja de música, de Costa-Gavras). ¿Ofrece la función alguna novedad que nos cautive? Sigue leyendo

La piedra oscura

Reponen la exitosa obra de Alberto Conejero sobre la fatídica historia del último amante de Lorca

la-piedra-oscura-foto«¿Cómo vais a vivir el resto de los días?», pregunta retóricamente Rafael Rodríguez Rapún ya muy avanzada la función. Solo frente a un inocentón que no frisa los veinte y que le ha tocado del bando nacional, que apenas lee de corrido y que su vida en la Cantabria de los años treinta había transcurrido en el tajo y la tozuda labor en el campo, solo, digo, frente a un timorato muchacho, Sebastián, como el santo patrón de los gays, que sujeta el fusil con el mismo temblor con el que expele sus palabras, se puede mantener un diálogo áspero, una conversación anodina y hasta una charla emotiva y trascendental para la memoria, la literatura y la dignidad de este país. La pieza de Alberto Conejero ha logrado concitarnos nuevamente frente a esa colección de tópicos que arrastramos desde que se han vuelto a tratar ciertos temas. Regresamos a la guerra civil, a los bandos, y nos trae de vuelta a ese mártir en que hemos convertido a Federico García Lorca. Son motivos que nos conmueven, que reconocemos cercanos y que atravesamos con esa sensación misteriosa del desvelamiento. ¡Cuántas historias nos quedan por conocer y cuántos relatos aguardan en las cunetas! La piedra oscura pudo ser un drama del poeta, similar a El público, donde trataría de forma algo más sencilla el tema de la homosexualidad, según comenta Ian Gibson. Apoyándose en este hecho, Conejero ha recreado los últimos momentos de Rapún inventándose un encuentro con un joven soldado en un hospital militar. Dos vectores de enganche propician el devenir de la función. Sigue leyendo

Amor de Don Perlimplín con Belisa en su jardín

Una farsa agridulce sobre el amor desigual, superada por el ingenio de su protagonista

Foto de David DíezAl paso que vamos en esta temporada, cualquiera que se haya aproximado a estos tres enormes Lorcas que hemos disfrutado, unos de teatro irrepresentable (El público y Así que pasen cinco años), y, este (Amor de Don Perlimplín…), una pieza engañosa, habrá recompuesto sus prejuicios sobre el teatro del granadino después de tanto ver representar su «Ciclo trágico». Su obra dramática, como ha quedado demostrado, da para todo, en ese afán por mezclar lo popular y lo vanguardista, por trabajar sus temas predilectos como son la muerte, el tiempo y el amor, hasta de la forma menos propicia como es la farsa. Lo primero que debemos celebrar de esta propuesta es la versión que ha ideado Alberto Conejero. Cierto es que el texto podía quedar un poco rácano y era una buena oportunidad para darle aún más vuelo. Por eso entramos inicialmente con el Poeta (encarnado por Kees Harmsen, con un nerviosismo que se torna instantáneamente espontaneidad), que nos introduce, como si fuera un presentador con cierto aire periodístico, los avatares que en su momento vivió la susodicha pieza para intentar representarse; luego, además, se han querido incrustar unos fragmentos del Retablillo de don Cristóbal, un acierto inconmensurable que le da un tono alocado, onírico y humorístico a la obra, que el espectador agradece enormemente. Porque si bien la trama parece bien sencilla, las láminas que la componen son múltiples. Tenemos un caso de matrimonio desigual. Sigue leyendo