La señorita de Trevélez

Juan Carlos Pérez de la Fuente dirige una versión extendida de este drama grotesco de Carlos Arniches en el Teatro Fernán Gómez

Foto de Luiscar Cuevas

¿Cómo darle aire renovado a este drama de Arniches sin caer en el rancio costumbrismo? Pues dándole una estética más sofisticada que logre, incluso, aproximarse a la sicodelia de los años sesenta y a esos reconocidos guiños a la película La naranja mecánica, de Stanley Kubrich (no faltan bombines y bastones); aunque de una manera más modesta en la acción, efectivamente. En gran medida, uno se pone en la tesitura de todos esos que han pasado por una residencia de estudiantes y han tenido que pasar el trago de las novatadas, muchas de las cuales han llegado a límites insostenibles. Por no hablar, directamente, de las pillerías o tropelías de los gañanes de un pueblo cualquiera. En la versión de Ignacio García May se percibe, en la construcción de los personajes, un sentido del honor superior, como ya hizo Bardem en Calle Mayor, que viene aderezado por el humorismo; pero rayano en el absurdo.

Desde luego, esta propuesta tiene una colección de intereses muy sugestivos. Para empezar, se dan una serie de roles que a mí me han parecido realmente peculiares. El Tito Guiloya de Críspulo Cabezas, que entremezcla una especie de Séptimo Miau, que había sondeado en Ambiente familiar (mínimo 2 noches), y que añade la escabrosidad en la sonrisa del mismísimo Alex DeLarge (susodicho antihéroe de la novela de Anthony Burgess). No solo se maneja con una fluidez en el lenguaje fenomenal; sino que, además, se mueve con su coro con los aires de jazz moderno que ha introducido Guillermo Weickert, que se potencia con la sinuosidad en la escenografía de Ana Garay con los tres bloques que ha incluido como un laberinto que se desplazará por todo el espacio. Hecho importante es que se ha anulado a Picavea, otro de los pretendientes en liza. Esto provoca una gran concisión en la trama; sin embargo, también una reiteración bastante inconveniente en una función innecesariamente extensa. Otro aspecto fundamental es el que aporta Daniel Albadalejo. El actor concentra en sí toda una gama de impresiones, de gestos y de posicionamientos morales que van desde el supremo cariño a su hermana hasta la brusquedad física de un tipo con ese porte, pasando por una ingenuidad un tanto inverosímil en alguien con sobrada inteligencia. La entrega es de gran calibre. Luego, evidentemente, está la mismísima Florita, que Silvia de Pe acoge con el ajustado punto de entusiasmo grotesco, como si fuera una niña que no domina las insidias de la seducción. Estupenda y ágil, para hacer de esta malhadada Trevélez de quien se quieren reír. Todo ello por no ser, dicen, agraciada. Una mujer destinada a la soltería, con lo que eso ha supuesto en nuestra sociedad, casi una maldición contagiosa. Aunque en esta versión tendrá mayor oportunidad de resarcimiento; pues se remata con más delicadeza el texto de Arniches, con su canto de la romanza extraída de Los claveles, la zarzuela (sainete):

Por otra parte, me he llevado una grata sorpresa con Daniel Diges ─guiño magnífico que sonara el vals y que rememoráramos su éxito festivalero─. Se nota que tiene muchas tablas ya, que se desplaza con arrojo. Este es otro de los vilipendiados, creo que él representa muy bien ese humor más blanco, más espontáneo, más apreciable por el público, su Numeriano padece la emboscada del Guasa Club con una carta falsa. Por otro lado, ofrecen su bonhomía frente a esos pícaros tanto Menéndez como don Marcelino, hombres clásicos del casino provinciano por el que discurre el primer acto. Rodrigo Saénz de Heredia y José Ramón Iglesias, respectivamente, se desenvuelven entre el amargor y la vergüenza de verse envueltos en tretas tan descaradas.

Desde luego, ya adentrados en la fiesta que se celebra en la casa de los Trevélez, cuando aparece el grandioso árbol para un jardín un tanto onírico, el vestuario de Almudena Rodríguez Huertas brilla con esos insectos tan expresivos y metafóricos que llevan las solapas cada uno de los invitados. Por momentos, a través de la música de piano, como un desenfrenado swing, pareciera que nos adentramos en El ángel exterminador. Toda esa gente posee algo de demoniaco en esa pesadilla. Con la iluminación de José Manuel Guerra, como de nocturnidad policial, se llega al drama profundo. El contraste es supino: la ingeniosa comicidad de todas esas respuestas tan afiladas y excesivas en su encadenamiento que nos han divertido anteriormente, pasa a la revelación de los engaños, a la agresividad, a la tristeza; pero también a cierta reparación del daño ejecutado. Por eso, el espectador debe hacer un esfuerzo de abstracción, pues no se transita por los caminos del naturalismo; sino que se ejecutan las distorsiones propias del expresionismo.

En cualquier caso, el problema mayor y la pega que evita que este montaje sea excepcional es su innecesaria duración. No se puede justificar, a tenor del argumento, que se superen las dos horas. Quizás hubiera servido con anular el prólogo, con aquella farsa del Tenorio, o en recortar todas esas redundancias. ¿Cuántas veces tenemos que escuchar el clamor de Numeriano cuando se le avanza su aciago futuro con Flora? De todas formas, es un espectáculo repleto de motivos para que suponga no solo un gran atractivo, si no una mirada persuasiva sobre una obra que merece ser revisitada.

La señorita de Trevélez

Autor: Carlos Arniches

Versión: Ignacio García May

Dirección: Juan Carlos Pérez de la Fuente

Reparto: Daniel Albaladejo, Marta Arteta, Críspulo Cabezas, Daniel Diges, Óscar Hernández, José Ramón Iglesias, Edgar López, Noelia Marló, Silvia de Pé, Julia Piera, Rodrigo Sáenz de Heredia, Natán Segado y Juan de Vera

Diseño de escenografía: Ana Garay

Diseño de vestuario y figurines: Almudena Rodríguez Huertas

Diseño de iluminación: José Manuel Guerra

Espacio sonoro: Ignacio García

Movimiento escénico: Guillermo Weickert

Maestro de esgrima: Jesús Esperanza

Ayudante de dirección: José Luis Sixto

Ayudante de escenografía: Isi Ponce

Ayudante de vestuario: Pablo Alcándara

Diseño y realización de maquillaje: Elvira García para LKM

Maestro de billar: José María García Luna

Tocados: Mélida Molina (Vanvará)

Una producción del teatro Fernán Gómez. Centro Cultural de la Villa, en colaboración con Producciones Teatrales Contemporáneas

Teatro Fernán Gómez (Madrid)

Hasta el 20 de abril de 2025

Calificación: ♦♦♦

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