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Sara García Pereda nos entrega una retahíla de cuentos moralizantes sobre agravios a las mujeres en nuestra sociedad actual

Foto de Bárbara Sánchez Palomero

La batalla cultural esta que tanto nos atenaza por doquier tiene un inesperado episodio en la escena madrileña. En mismas fechas, las dos contendientes (dos mujeres que se llevan veinte años, quizás ahí esté la clave de todo) se baten en duelo. Paradójicamente, así es eso de la polarización, apenas unos cuantos espectadores se harán cargo de esta lid. Ocupémonos aquí de GRRRL, visiten ustedes, si les pica la curiosidad, El favor.

Viene aquí Sara García Pereda a insistir sobre la consabida dicotomía, y la verdad revelada que en las últimas décadas nos ha donado cierto sector de la población. Es decir, el popurrí feminista-woke-infantil, donde las mujeres son seres de luz y los hombres unos seres maléficos. Ya sabemos: el patriarcado, ese espíritu que se entrevera en la sociedad capitalista. Y como a la izquierda (esta obra es de izquierda posmoderna) ya la condición de clase se la sopla, pues ya conocemos la dirección de la mirada. Lo mejor es vivir encabronada y permanentemente quejosa con la lista de tropelías que ocurren en el embate de los sexos, en las cuitas del hogar, en la erótica del poder, en el quiero y no puedo narcisista. Los terapeutas del amor se frotan las manos con los engendros conceptuales que han pergeñado. Espero que ustedes dominen el gashlighting, el lovebombing, el slut-shaming, el goshting, el sexspreading, el mansplaining, el orbiting,… A esto hay que sumarle el acoso laboral, el ascenso a puesto de alta responsabilidad de hombres sobre mujeres, el compadreo de los tíos y su red de contactos, etc. Todo agravios para las féminas desamparadas, quienes se ven incapaces de lograr tanto como esos machos exitosos únicamente con la sororidad. Y, encima, algunos se enmascaran de feministas.

Debe ser que por eso la obra se titula GRRRL, que suena a gruñido de girl. Trece escenas con moralina. Vayamos, primero, con el pinkwashing (cuánto disfruto con la anglofilia), que consiste en dar pátina de feminismo a todo acto. En este caso, un certamen literario de relatos. Jurado enteramente femenino y finalistas ídem. La sombra de la sospecha se cernirá sobre ellas. Para que no diga nada la opinión pública, vamos a incluir a un tío. Resulta convincente el diálogo y satírico. Sobresale Esperanza Elipe en su manejo del argumentario tan persuasivo. Luego, cuando haga de ejecutiva talludita ninguneada en una comida trabajo, se caerá en flagrante inverosimilitud. ¿De verdad una tía con poder hoy aguanta ese desprecio? Venga ya.

Se percibe una insistencia, una ínfula, una necesidad de meter mucha, mucha carne en el asador y el espectáculo tiende a ser grotesco, exagerado, recargado. Esto se nota mucho en el feo vestuario de Pier Paolo Alvaro (junto a Roger Portal), quizás de los peores de su larga y magnífica trayectoria. No sabe uno si está ante una versión de El quinto elemento (diseños Gaultier) low cost, con pelucas desorbitantes, futurista, aunque estemos en el 2025 ─funcionaría si lo representado fuera más simbólico; pero se escora hacia el costumbrismo y el realismo─. Lo de ellos, con el abracito, es ridículo. Asumo que es adrede. También unos postizos en el muslamen para aquello de no cosificar a las actrices (digo yo) y lanzarnos al sketch final, que se enlaza con el inicio, el relato que debió ganar en puridad. Una oda a la gordofilia, una demostración de las dotes premonitorias de la autora, ya que parece todo un homenaje satirizante a Lalachús en la Puerta del Sol, que vale para criticar, además, en un dos por uno, al clasismo de los pijos, de los Jacobos de turno, con mamá de esas que son inequívoca correa de transmisión de su excelso pedigrí. Todo, verdaderamente, tan burdo y maniqueo que uno ya no sabe dónde esconderse. Si no fuera tan realista, nos parecería patafísica.

Antes, en todo este proceso concatenado, hemos comprobado cómo los personajes masculinos ahondan en esos nuevos estereotipos que hoy se nos venden. Los constructos sociales de antes se transforman en otros. El aliado, como el que representa en diferentes momentos Raúl Fernández de Pablo, quien ha realizado su propia deconstrucción, quien ha avivado en sí su nueva masculinidad, intenta reeducar a su amigo garrulo mientras acuden a ver un partido de fútbol. El actor resulta elocuente, de la misma forma que lo hará con otros papeles, sobre todo de una gestualidad realmente afinada. Más enérgico y efusivo se muestra David Castillo, quien destaca, también como aliado, después de haber tenido una relación sexual ─entiendo que con empatía─ y haber fallado en la marcha atrás. Discusión de victimismo sin remisión que te hace pensar en seres repletos de adolescencia. Frente a él, Ella, una Alba Recondo nuevamente muy metida en la dinámica, con una vocalización idónea y de excelente modulación. Se suma a las otras mujeres, que van ocupando variados puestos para, en general, verse ignoradas, vilipendiadas, rechazadas o, directamente, insultadas. Tampoco es que estén con discursos muy adelantados, más bien están para justificar que esos hombres que las acompañan o son infrahumanos, de otra especie, más próxima a cualquier simio, básicos, muy básicos. Ellas sencillamente sufren una estructura que han creado ellos. Esta es la tesis. ¿He dicho ya la palabra ‘patriarcado’? La vuelvo a pronunciar: patriarcado. Aprovechen para coger libro de antropología para conocer el término.

Tendremos a Paula Miras manejándose con mucha energía haciendo de hija introducida en los vericuetos de Onlyfans para evidenciar la mercantilización del erotismo. Luego, asistiremos a toda una manifestación de soberbia cuando se enfrente a un cirujano en la quintaesencia del egocentrismo para derivarnos a la cuestión trans: «Se trata de que ustedes pueden decidir, pero yo no».

Instante de esplendor sonrojante se da en la mitad del montaje cuando tenemos el bingo de la exquisitez moral, de alcanzar la santidad. Si usted no sale levitando del María Guerrero es que vive aún apegad(o,a,e) a su cuerpo pulsional y esclavo (¡deconstrúyase!). Esto va de red flag y green flag, como aquello de «si no tiene libros en su casa no te lo folles», no obstante, menos intelectual. Mientras una azafata nos narra un ligue, que debe ir superando el test de estrés de toda relación igualitaria y respetuosa con las situaciones, los gestos, las sintaxis, las polisemias y otras precisiones comunicativas, nosotros debemos tachar atropellos. A saber: «No parece un machirulo, tiene muchas amigas» o «se maltrataba a sí mismo por no cumplir con el ideal de hombre». Ese es el panorama, un jolgorio.

Comparten Eva Santolaria y Silvana Navas un significativo sketch, donde se dirimen las distintas posibilidades de cada una para ascender en el trabajo, de cómo se van configurando las rencillas, los acuerdos, las amistades y los amoríos. Resulta más sutil que otras, pues la primera, la becaria, se acomoda con prudencia y timidez; y la segunda nos destina a la irrisión con su desmesura.

Por otra parte, se puede comprender el momento de la baterista Carmen Díaz, quien no pierde ripio a la vez que le montan el instrumento, como un interludio de subidón musical; pero, a la postre, creo que alguna de estas piezas, más cortas, sobraría, para no alargar, como así ocurre, un espectáculo que enseña sus cartas con creces.

Toda la función me hace recordar alguna de las obras de Esteve Soler, como Contra la democracia. Se aplican los sesgos, se desvanece la sutileza y la inteligencia, surge el panfleto, y se niega un contraste que nos dé alguna medida de apoyo coherente para que la sátira brote con sagacidad.

GRRRL

Texto: Sara García Pereda

Dirección: Xus de la Cruz y Sara García Pereda

Reparto: David Castillo, Carmen Díaz, Esperanza Elipe, Raúl Fernández de Pablo, Paula Mira, Silvana Navas, Alba Recondo y Eva Santolaria

Escenografía: Alessio Meloni

Iluminación: Rubén Martín

Vestuario: PIERPAOLOALVARO (Pier Paolo y Roger Portal)

Música y espacio sonoro: Carlos Bonito

Vídeo: Joan Rodón y Emilio Valenzuela

Movimiento: Xus de la Cruz

Ayudante de dirección: Leonora Lax

Ayudante de escenografía, vestuario y caracterización: Olalla Prado

Diseño de cartel: Emilio Lorente

Fotografía y tráiler: Bárbara Sánchez Palomero

Producción: Centro Dramático Nacional

Teatro María Guerrero (Madrid)

Hasta el 2 de marzo de 2025

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