Una colección de siete fragmentos satíricos y surrealistas sobre la realidad económica y social que vivimos
Hace casi un año el Teatrul Odeon de Rumanía recalaba en Madrid con su particular montaje de Contra la democracia. Ya en aquel momento señalé que el texto de Esteve Soler me parecía que estaba lleno de gestos demagógicos y de un discurso evidente e infantil. Uno duda si volver a intentarlo, si volver a enfrentarse a esos siete fragmentos con la esperanza de que el director y los actores expriman algo de jugo. Pero es imposible; y no porque el elenco fracase en su tarea. De hecho, todo el grupo se afana con decisión en cada uno de los papeles que les toca interpretar. Si algo ha de ser valorado positivamente en estos sketches del dramaturgo barcelonés es la variedad de estilos dramáticos con los que pretende impactarnos. En el primero, unos futuros padres, en un diálogo quejoso sobre sus condiciones laborales y sobre su insulsa cotidianidad, ven cómo nace su vástago. Un arácnido que se dispone a devorarlos, sería como la contra del insecto kafkiano que se amedrentaba en su habitación horrorizado por su metamorfosis. Aquí el engendro surge empoderado por su instinto depredador. La metáfora es estupenda y visualmente resulta muy atractiva; pero los diálogos críticos con el sistema son de un maniqueísmo inútil. Y así va ocurriendo casi con cada relato. Parecen viñetas de El Roto, pero explicadas a niños. Con unas redundancias y unos supuestos chistes que dejan la ironía por los suelos. Es una ironía como la de los inocentones, que alargan la entonación con retintín y, además, te guiñan el ojo para que no pienses que es en serio. No hay nada más que ver el segundo episodio, todo un fracaso intelectual, donde se plantea que los capitalistas —toda la función es una supuesta crítica al capitalismo, a sus maldades— han echado a todos los ciudadanos de una metrópolis. Otro tanto se puede afirmar de la historia en la que varios personajes son incapaces de contar más allá del seis, porque hace unos años se despidió a los maestros. En fin, ustedes mismos. Igual ocurre con la pareja de ejecutivos que van al bosque a lanzarse piedrecitas —con toda la mala intención— con un tirachinas. A veces dan ganas de que simplemente actuaran mudos, porque lo que sueltan por la boca es puro cuñadismo. ¿Qué podemos sacar de todo esto? ¿Qué se critica concretamente? ¿En qué se incide? ¿Con hacer una enmienda a la totalidad del capitalismo solucionamos o aportamos algo? ¿Dónde está la autocrítica? Me llena de estupor que haya tenido tanto éxito, que se haya montado en tantos países y que a mi alrededor el público aplauda efusivamente y comente que es un «teatro necesario». ¡Qué ingenuidad!, pienso. Nuestro consumo es desaforado, nos aprovechamos hedonísticamente del sistema y, luego, lo fustigamos teóricamente. Todo de boquilla. Y a sacralizar la elecciones y el voto, sin saber no ya a quién se vota, sino qué se vota. Contra la democracia es otra de esas obras que se permiten el lujo de lanzar diatribas hacia el cielo pisando fuerte en un tablado de hipocresía. Si nos fijamos en la parte en la que participa Leopoldo II de Bélgica dialogando en un bar con Dick Cheney (vicepresidente en la época de George W. Bush), podemos contemplar una especie de infierno en una dimensión paralela. Aceptemos que la sátira es zafia y que la observamos con distancia. Siempre parece que nos mejora como persona escrutar a los grandes diablos de la historia. Más interesante y mejor elaborado discursivamente es el momento en el que aparece una mujer bajo un nicab afirmando que lo lleva porque quiere, e intentando justificar el asesinato de su marido. Su expresión es realista, verosímil. Las luces de la sala se encienden para comprometernos con ella. El traductor y amigo de la musulmana intenta reaccionar; pero se ve tan atrapado moralmente como el público. Este es un ejemplo en el que Soler sí nos permite preguntarnos sin que se nos den las respuestas. Pero, desde luego, el más divertido y punzante es la historia (ya se realizó un corto de cine sobre ella) donde unos padres revelan a su hijo, el día en el que cumple dieciocho años, que van a matarlo. Razones sociales aducen, mientras afirman que nunca fue deseado. Es brutal y verdaderamente deshumanizador. Es el más original y del que se echa de menos mayor continuidad. Al menos, José Vicente Morón —muy vivaz y entregado—; Memé Tabares, muy firme en todos los papeles; Gabriel Moreno, quien se muestra insidioso y soberbio; y Marina Recio, que tiene menos presencia, pero que sabe resolver con soltura; engrandecen con su buen hacer el espectáculo. Algo que también hay que agradecer al director Antonio C. Guijosa, que ha logrado trabar cada uno de los estilos que se traslucen en los fragmentos. Hay que reconocer que se ha hecho un gran esfuerzo en el montaje, tanto en la escenografía, con Mónica Teijero al frente, responsabilizándose de cada una de las variaciones con distintos elementos, ya sea una escalera, un árbol, una telaraña, etcétera; como en la iluminación de Daniel Checa o la impresionante labor de vestuario y maquillaje con Rafael Garrigós y Pepa Casado respectivamente. Contra la democracia es una función que sobresale desde el punto de vista técnico y que es defendido con pundonor por unos buenos actores. Pero insisto en que es un texto que naufraga intelectualmente, y no está el mundo como para quedarnos en las críticas facilonas a un sistema enormemente complejo y contradictorio.
Autor y traducción: Esteve Soler
Dirección: Antonio C. Guijosa
Reparto: José Vicente Morón, Memé Tabarés, Gabriel Moreno y Marina Recio
Diseño de escenografía: Mónica Teijeiro
Diseño de vestuario: Rafael Garrigós
Selección musical: Antonio C. Guijosa
Diseño de iluminación: Daniel Checa
Maquillaje: Pepa Casado
Realización escenografía: Scnik y Pinto`s Escénica de Acción
Realización vestuario: Luisi Penco y Laly Moreno
Ambientación de vestuario: María Calderón
Complementos vestuario araña: En la Chácena
Técnico de iluminación: Javier Mata
Técnico de sonido: Ismael Becerra
Maquinista: Iván Avellano
Fotografía: Vicente S. Román
Realización video: Antonio Gil Aparicio Emblema Films y Zagal Producciones
Diseño gráfico y cartel: Diego Pérez Aragüete
Ilustración cartel: Bárbara Sánchez Portillo
Traductora de árabe: Souad Sani Hdidi
Dirección de producción: José V. Moirón / Gabriel Moreno
Ayudante de producción: Eduardo Bravo
Comunicación: María Díaz
Community manager: Pepa Marteles
Producción: Teatro del Noctámbulo
Distribución: Mara Bonilla
Teatro Galileo (Madrid)
Hasta el 8 de octubre de 2017
Calificación: ♦♦
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