Elisabet Gelabert se encarna en esta viuda, para enfrentarse a Ricardo III en un proyecto metateatral de Inma Nieto
Viene esta propuesta sometida en demasía por una serie de estéticas imperantes y por una colección de proyectos que, inevitablemente, repercuten en nuestra mirada. Si, encima, el propio Teatro de La Abadía nos «vende» como un díptico este montaje con Casting Lear, de Andrea Jiménez, la de ahora sale perdiendo. Añadamos que en esa misma sala representó con muchísimo éxito Historia de un jabalí o algo de Ricardo, de Gabriel Calderón, que es un portento de metateatralidad, una conjunción idónea que, en cierta medida, se imita aquí. Pero no me puedo quedar ahí, puesto que Ricardo III ha dado para mucho en los últimos años, también con sugerentes derivas femeninas, recordemos Ricardo III Redux o el protagonizado por Angela Ibañez.
Me ha coincidido esta función con el visionado de El sol del futuro, de Nani Moretti, una cinta ingeniosa de metacine, donde el propio director se parodia al llevar al extremo su idealismo en una deliciosa secuencia, donde se pone muy puntilloso con sus valores artísticos. Aunque la referencia con estos mimbres sigue siendo el Looking for Richard, de Al Pacino; una auténtica hibridación de diferentes lenguajes para indagar en esa alma de vesania. Winona Ryder se muestra con una inocencia enorme, desvalida ante la seducción de ese engreído. «No es conceder tomar», frase que expresa que, coge el anillo; sin embargo, ha de pensarse la proposición. Después, se besan.
Aquí, sobre las tablas, tenemos la brutalidad de la directora echando espumarajos por la boca; pero no podemos obviar esa obra ineludible que es París 1940, de Jouvet, que Flotats estuvo representando otra vez hace un par de temporadas. Si en aquella se exprimía hasta la saciedad la escena VI del acto IV del Don Juan, de Molière, aquí será la escena II, del acto I, de la susodicha tragedia shakespereana.
Aunque el asunto es que Inma Nieto, como autora, parece no haber encontrado una mayor profundidad en la caracterización sus personajes. A mí me da la impresión de que se queda corta. No lo digo solamente porque la duración del espectáculo apenas alcance los setenta minutos; sino porque el desarrollo de la trama no va más allá. Así, por ejemplo, observamos cómo se adentra en la sala Elisabet Gelabert, que hace de Eli, una actriz que llega tarde a un ensayo. Observar a alguien que se ahoga en las dudas, que no para de poner excusas, que ofrece una debilidad de carácter tremenda marca un maniqueísmo dramático de muy difícil asunción. Es decir, quiere establecer el paralelo Anne-Ricardo, demasiado pronto y de manera evidente. La intérprete acoge su papel, desde luego, con gran dominio, pues no es sencillo desenvolverse en esa intemperie. Por otra parte, mientras busca y rebusca en su bolso su móvil, va mostrando las oscuridades de su mente; ya que afirma que un hombre la persigue y la llama por teléfono. Cuando más adelante saque su pistola ─recuerden aquella sentencia de Chéjov sobre las armas. Así que ya se imaginarán─ uno entenderá por dónde van los «tiros». Esta situación puede recordarnos a la loca que interpreta Clara Sanchis en la obra de Juan José Millás Miércoles que parecen jueves. Otro juego metaliterario. Esto es un no parar.
En cualquier caso, la propia Nieto toma el cuerpo de la directora para asumir el rol de furibunda y déspota. El griterío es imparable. Las correcciones y las suspicacias son tan irrefrenables que su pupila se amedrenta y se bloquea con cada elocución. Es cierto que se dan momentos de tensión y de viveza ─quizás lo mejor del espectáculo─ en ese túmulo improvisado, donde hay que imaginar el cadáver del marido asesinado. Ricardo, muy cínicamente, no dudará en pedir matrimonio a esa espléndida dama, tan dolida como abatida; pero también tan necesitada de una esperanza, de una vía de escape, para salvar su estatus y su vida. Por eso manifiesta (repitamos): «Aceptar no es conceder», cuando recoge la alianza. Un todavía conde, contrahecho, con una fuerte escoliosis, según las últimas investigaciones, ve en ella su gran oportunidad para lograr esposa. No entiendo cómo (o sí, por supuesto, es el signo tozudo de los tiempos) se pretende que esto se puede relacionar con el «solo sí es sí» (el consabido consentimiento); cuando estamos hablando de un código de nobleza.
La escena fundamental dura poco y en ellas las dos actrices ajustan y matizan sus extremos para ofrecer mayores matices. No obstante, el desenlace resulta previsible y con poco recorrido como para fundamentar más el meollo esencial del montaje. Parece, en definitiva, que se alimenta de otras metateatralidades cercanas y que se no llega a enfocar del todo su cometido.
Texto y dirección: Inma Nieto
Asistencia a dirección: Carla Cabané
Intérpretes: Elisabet Gelabert y Inma Nieto
Iluminación: Pedro Yagüe
Vestuario: Nuria Martínez
Espacio sonoro: Javier Almela
Audiovisuales: Jesús Díaz Morcillo
Diseño gráfico: Alexandru Stanciu
Una producción de: ElenaArtesEscénicas y Las hijas de Eva
Colabora: Teatro de La Abadía
Agradecimientos: Centro Cultural Sara Montiel y su equipo Rosa, Manuel, Gerardo, Esteban, Miguel Ángel y Chelo, Gosua Films y Andrea Dorantes, Saúl Robledo, José Ramon Salguero, Iván Villanueva, Susana Sierra, Esther Gutiérrez, Iciar Parera y al equipo humano de La Abadía.
Teatro de La Abadía (Madrid)
Hasta el 19 de mayo de 2024
Calificación: ♦♦
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Un comentario en “Lady Anne”