Es peligroso asomarse al exterior

Esta comedia burguesa de Enrique Jardiel Poncela apenas representada revive en el Teatro Español con la dirección de Pilar Massa

Es peligroso asomarse al exterior - Foto de Vanessa Rabade
Foto de Vanessa Rabade

No ha tenido revisión prácticamente esta obra desde que se estrenó en 1942, con gran éxito, por cierto, en el Teatro de la Comedia, con la que alcanzó las ciento veintitrés representaciones. Versión cómica de Marcela o ¿a cuál de los tres?, de Bretón de los Herreros. Por lo visto, el dramaturgo tenía la intención (osadía, pienso) de ajustarse a los principios de Schopenhauer en El mundo como voluntad y representación, por aquello, se supone, de que «nadie es como es: cada cual es como lo ven los demás». Es peligroso asomarse al exterior (como podía leerse en los vagones de tren) se presenta con unas premisas iniciales más que sugerentes; aunque, como veremos, todo se desbarata como en aquellas cintas de los hermanos Marx, cuando la pelea y el tumulto desembocaban en el caos.

Pero, ante todo, es necesario señalar que esta obra no es tan ingeniosa como otras y que uno debe tener mucha afinidad con el humor de Jardiel Poncela. Así que, si no se es jardielista, como es mi caso, la comicidad desarrollada resultará no solo naíf, sino bastante bobalicona. Un entretenimiento, una distracción más de aquellas que se escribían en los duros años de posguerra. ¿O acaso se establece aquí algún trasfondo de mayor enjundia? Porque nuevamente ─repasen que esta lección se extrae a cada paso─ se intenta concluir que la heroína es una adelantada a su tiempo y toma las riendas del tema de manera bastante osada. Pero qué decir de los manejos burgueses.

En cualquier caso, la escenografía ─de lo mejor del espectáculo─ ideada por Estudiodedos (Leticia Galán y Curt Allen Wilmer) favorece enormemente el adentramiento en una acción que tarda en coger mayor velocidad. Ya que cuando uno comprueba que los cuatro protagonistas deben hacer sus estrafalarias presentaciones, ya sabemos que el asunto no pasará al embrollo subsiguiente. Por ello, partimos de un saloncito bonaerense para que conozcamos a Gerardo, conde de Trujillo, quien se ha vuelto a enamorar y piensa casarse en unos meses en Madrid. Daniel Freire pone su encanto al servicio de este hombre fascinado. Luego, continuaremos con Federico, el hijo del conde, que está en Nueva York, y que nos deja al ingenuo y discutidor Guillermo Ortega en un diálogo de los más chocantes absurdos. Para terminar la terna, aparece en Niza Mariano, el otro hijo del conde, un vividor, que Raúl Fernández de Pablo interpreta con mucho desparpajo. ¿Y con quién se comunican para informar de su sorpresivo enlace con una desconocida que resulta llamarse Isabel? Pues con la tía Guadalupe, que Elena González acoge con esa estupefacción algo gritona al teléfono.

Y, luego, claro, se alza con el protagonismo ─como ya hizo con aquella adaptación que realizó Ernesto Caballero sobre Un marido de ida y vueltaLucía Quintana. Adopta el personaje de Isabel para poner en marcha esa ironía picarona y tontorrona a partes iguales que tanto domina, y que la convierte en una cómica clásica, absolutamente idónea para este tipo de obras. Verla con tres tipos como si estuviera en la bolsa, nos da para elucubrar con una estafadora, una viuda negra, o con un chalada. Convencerse de que es el azar quien propicia esos hallazgos amorosos es ponerse en el súmmum de lo inverosímil y, de ahí, la gracia del meollo.

Tras esa andanada, de algún modo, termina la esencia de la obra. Lo mejor en cuanto a los mensajes transmitidos, en cuanto a la estupefacción y en cuanto a esas posibilidades que se les abren a los espectadores y que, definitivamente, no serán las más proteicas, ya se ha ofrecido. Por un lado, porque se ha establecido un ritmo un tanto moroso para una comedia y ese preámbulo se ha alargado demasiado como para que sencillamente sea el prólogo (cómo hubiera sido, fabulo, un desarrollo y un desenlace desde esas posiciones internacionales). Y es, además, en cierta medida, se quiere plantear otra vez el mismo esquema tripartito en el segundo acto con unas parejas (con las hijas monjiles de los Mendiguchía) que son uno simples monigotes. Unos pazguatos de más, que no hay por dónde cogerlos. Si quiera tiene un poco más de doblez el papel que interpreta Samuel Viyuela. El revoltijo de encuentros y desencuentros en aquella mansión pierde interés a raudales. Apenas resultan motivadoras (y repetitivas) las diatribas entre los dos criados representados magníficamente por César Camino y Paco Ochoa.

Algunos se quedarán con que Isabel, finalmente, se muestra firme en su decisión y que eso es un empoderamiento ya de la época; sin embargo, la premisa inicial podría dar para más. De todas formas, creo que Pilar Massa ha realizado un trabajo extraordinario en la dirección; no obstante, su versión supera las dos horas. Todo un exceso.

Convengamos en que Es peligroso asomarse al exterior sigue teniendo su público; aunque seguramente algo ya talludito. Si es por la transcendencia del argumento, pues con muy poco nos topamos.

Es peligroso asomarse al exterior

Autor: Enrique Jardiel Poncela

Versión y dirección: Pilar Massa

Reparto: Jacinto Bobo, Katia Borlado, César Camino, Raúl Fernández de Pablo, Daniel Freire, Elena González, Malena Gutiérrez, Paco Ochoa, Guillermo Manuel Ortega, Lucía Quintana, Cynthia Rosado, Guillermo de los Santos, Raquel Varela y Samuel Viyuela González

Diseño de espacio escénico: Estudiodedos (AAPEE)

Diseño de vestuario: Rafael Garrigós

Diseño de iluminación: Olga García (AAI)

Música original y espacio sonoro: Ester Rodríguez

Lucha escénica: Jesús Esperanza y Kike Inchausti

Ayudante de escenografía: Laura Ordás

Ayudante de vestuario: Rosa Pérez Rocha.

Ayudante de dirección: Víctor Barahona

Residentes de ayudantía de dirección: Teatro Español Cristina Simón Alcaine y Mariana Kmaid Levy

Una producción del Teatro Español

Teatro Español (Madrid)

Hasta el 25 de febrero de 2024

Calificación: ♦♦

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