El lector por horas

Carles Alfaro dirige este enrevesado texto de Sanchis Sinisterra sobre las especulaciones metaliterarias en el Teatro de La Abadía

Había presentado este texto Sanchis Sinisterra en 1999 bajo la dirección de José Luis García Sánchez. La insistente metateatralidad que recorre gran parte de su obra obtiene aquí un vigor especial; porque se recubre de metaliteratura en esa vertiente que trabaja con la intertextualidad. Es decir, se nos ofrece un ramillete de novelas pertenecientes al canon contemporáneo. El profesor que interpreta Pere Ponce (regresa a ese mismo escenario tras Coraje de madre) debe conectar en este 2023 con los lectores que se hospedan en las butacas. Yo estoy seguro de que el espectador general de La Abadía, por su edad, puede inmiscuirse perfectamente con esos párrafos que se escuchan; sin embargo, también estoy seguro de que se ha dado ya, irremisiblemente, un colapso lector. No tanto en la cantidad, puesto que, contra todo pronóstico, los índices de lectura afirman que sí se mantiene esa mediocridad lectora en España (un tercio sostiene que no lee nunca), sino en el bagaje de cada nuevo leyente. Aquel, permítanme la especulación, que algo atisbo, no está construido con los clásicos que se han ido macerando en los últimos decenios e, incluso, siglos; sino con novedades claramente inferiores y que no lograrán permanecer (así pasa desde los ochenta). ¿A qué quiero llegar? Pues a que la propuesta de Sinisterra avanzará hacia un público que no rebullirá con El cuarteto de Alejandría o con El corazón de las tinieblas o El gatopardo; más, seguramente, con Madame Bovary y, apenas, con Relato soñado, de Arthur Schnitzler. Pero es que, claro, en estas novelas encontramos claves para comprender más profundamente el misterio. Hablamos de muerte, de suicidio, de adulterio y de oscuridad. Si aceptamos ─algo que no queda claro─ que los libros han sido seleccionados por ese hombre llamado Celso, un empresario; entonces, tenderemos a pensar, quizás, en otra deriva, casi sicoanalítica, del ejercicio en curso. Es el lector un cicerone en esas incertidumbres, alguien que vertebre el camino para salir del laberinto. ¿Tiene ese individuo su propio embrollo inextricable que desatar?

Reconozcamos que gran parte de la función es un tanto pesada, repetitiva. Y este es el gran lastre para su disfrute. El ritual se arrastra durante demasiadas escenas. Las lecturas en sí son un juego de intertexualidad; no obstante, valen para ocupar páginas y tiempo. Ahora, vayamos más allá, porque nuestro dramaturgo nos permite, como así ocurre con su querido Pinter (pongámonos, por ejemplo, en la última adaptación de El cuidador, obra que también dirigió el propio Alfaro hace años), para elaborar interpretaciones subsiguientes. Quiero quedarme en la veta metaliteraria, unamuniana, y contemplar al lector, a Ismael (así se llama, aunque nunca se lo llame. No es un nombre baladí. Tomemos Moby Dick y tiremos hasta el origen bíblico: «Dios escuchará») como el escritor fracasado que es, jugando con sus propias criaturas y con él mismo, disfrutando macabramente de su relación íntima con esos seres de ficción tan reales como la vida misma. «Yo solo soy la bala», expresa en frase final del espectáculo.

Carles Alfaro continúa imprimiendo una estética tenebrosa a sus montajes, con el imperante negro y con una iluminación de gran precisión. Las proyecciones de Francesc Isern crean una fantasmagoría en ese magnífico ábside y potencian con creces la atmósfera onírica hacia la que nos destinamos. Se admite en esta función un toque de humor en los inicios. Esto ─si el azar lo concede─ puede ir más allá de lo exigido, como me ocurrió a mí; pues Pep Cruz, quien siempre tiene ese manejo tan intenso sobre las tablas, después de que una señora en la primera fila escapara con su tos, y de que él mismo se contagiara del carraspeo, incluyera en su discurso: «me lo ha pegado». Qué quieren, el teatro metateatral encuentra a veces esas ironías que jamás propiciará una IA. Ese señor, ese tiarrón de voz poderosa, acobarda a ese «sirviente» que está contratando. Que le pide neutralidad en su dicción y que esté disponible a más no poder. Leer será su cometido. Todas las tardes, durante varias horas. Además, uno de los mejores detalles en la dirección es que a Ponce se le consienta crecer en orgullo y en soltura, hasta llegar a apoderarse diabólicamente del asunto. Materializa sus pretensiones con una cautela deliciosamente engañosa, desde su habitual gestualidad tímida.

Eso ocurrirá en las últimas escenas, cuando descubramos sus plagios a Faulkner. En cualquier caso, los giros se manifiestan de manera muy abrupta y confusa. Uno puede haber bajado la guardia por la morosidad anterior; pero en el desconcierto, de repente, se habilitan muchas posibilidades que logran reavivar la pieza. Por otra parte, está Mar Ulldemolins, sentada al piano, ciega. Una joven con deje soberbio, quizás malcriada en ese entorno burgués. ¿Qué busca al reclamar un lector? La actriz se muestra muy firme en el desenvolvimiento de sus propios secretos, de esos enigmas que ni siquiera es consciente de que anidan en ella. Convengamos que con ella la invención habilita aspectos de carácter surreal. Se nos dan pistas controvertidas. ¿Por qué maneja un espejo? ¿Por qué dice que recibe llamadas obscenas a un teléfono que no funciona, aunque luego termine sonando? ¿Por qué concibe que ese «intruso» puede mágicamente lograr que vuelva a ver? ¿Qué ha supuesto la desaparición de su madre? «¿Podré volver a ver?». «¿Me devolverás la vista?», termina por preguntar. ¿Cómo no concebir un vuelco a nuestra interpretación? Son sus personajes. Ahora, ¿de quién? Pues tanto de Sinisterra como de este Ismael.

En definitiva, una propuesta compleja y muy interesante, sobre todo, para aquellos apasionados por la literatura y los límites de la ficción; muy coherente y radical en el mecanismo.

El lector por horas

Texto: José Sanchis Sinisterra

Dirección: Carles Alfaro

Reparto: Pep Cruz, Pere Ponce y Mar Ulldemolins

Escenografía: Carles Alfaro y Luis Crespo

Iluminación: Carles Alfaro

Proyecciones: Francesc Isern

Vestuario: Nidia Tusal

Música: Joan Cerveró

Ayudante de dirección: Iban Beltran

Una producción de Sala Beckett, Teatro de La Abadía, Institut Valencià de Cultura

Teatro de La Abadía (Madrid)

Hasta el 17 de diciembre de 2023

Calificación: ♦♦♦

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2 comentarios en “El lector por horas

  1. Me gustó muchísimo todo lo que es escénico: la direccion, la interpretación, la iluminación… Repetiría. Y si, claro, que conozco los textos leídos y me complace escucharlos y ver su repercusión en los personajes. Llevé a mi hijo de 12 años y , para mi sorpresa, siguió encandilado la puesta. Por supuesto que él no conoce las novelas, pero siguió interesado la trama que le desconcertaba. Y eso me pareció un buen reflejo de la puesta. Muchas gracias por tu espacio y tu crítica.

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