José y sus hermanas nos ofrecen su segunda entrega sobre su peculiar visión de la realidad española en materia educativa

Después de la mala experiencia con Los bancos regalan sandwicheras y chorizos, de la compañía José y sus hermanas; ahora tocaba mantener la esperanza de descubrir esa supuesta «frescura» y «radicalidad» necesaria que la crítica y gran parte del público sostenían. En primera instancia, Arma de construcción masiva posee una factura más amateur que la anterior y resulta mucho menos provocadora. En lugar de evolucionar, de aprovechar su energía ―que la tienen―, para madurar una propuesta más consistente y compleja parece que han involucionado. Desde luego, una cosa son las tesis desde las que se parten y otra muy distinta el discurso que se logra vertebrar. Porque parece que se van a inmiscuir en cuestiones como las leyes educativas o en aspectos sumamente políticos que afectan a nuestro país; pero luego resulta que la esencia de la obra son seis semblanzas cargadas de anécdotas, de experiencias personales y de avisos o puntualizaciones en sus habituales carteles en la pantalla y que no se extienden (sea, por ejemplo, hablar de Finlandia y su «maravilloso» sistema educativo). Es decir, la premisa apunta a la crítica; pero el argumentario queda vacío. Y el atisbo de estructura lógica que nos llevara a comprender que de aquellos barros estos lodos, se frena sin mayor abundamiento. Me refiero a la defensa inicial que se realiza del pedagogo anarquista Ferrer i Guardia con su Escuela Libre (como bien nos recordó Alberto San Juan en su Mundo obrero) para después abandonar ese camino. O sea, que perder la oportunidad de percutir con absoluta insolencia sobre las injusticias que se dan en la enseñanza ―la principal, la segregación; ya sea entre pública o concertada; ya sea entre barrios ricos y barrios pobres―. Cómo es posible que un grupo teatral que ya carga a sus espaldas con el marchamo de «provocadores»; pergeñe una pieza tan insignificante. ¿O es que acaso desarrollan algún tema en profundidad? ¿O es que acaso van al quid de alguna cuestión fundamental? Si en sus pretensiones está la agitación cultural y política; ofrecer esto en los Teatros del Canal, un espacio institucional de la Comunidad de Madrid, puesto en pie por los populares, termina por ser una terrible paradoja. Espero que José y sus hermanas se deleiten con este mapa. Sílvia Ferrando, la que fuera profesora de estos veinteañeros, dirige el asunto y se encarga de la dramaturgia. Por lo visto, la investigación ha sido larga; aunque quizás debió de serlo más. Porque tenemos que seguir aceptando un teatro ―estos son los cachorros de Rodrigo García en pleno manierismo― que se tilda con esa etiqueta tan laxa y tan relativista, tan cajón de sastre, que es el «postdrama». Mientras abarrotan de sillas escolares toda la Sala Negra, atendemos a una conversación transcrita en la pantalla, donde se expresan ideas sobre la educación recibida. Ya se sabe: estudiar de memoria para el examen y luego olvidar, estudiar lo que de verdad se desea, la influencia de las familias y un etcétera que, básicamente, es un resumen de lo que, a continuación, nos vamos a encontrar. Si esperábamos un teatro-tesis, lo que realmente hallamos es una obra costumbrista y sermoneadora (por falta de diálogo interno y crítico consigo mismo). Sí, costumbrista. Con apariencia de moderneque, eso sí. Pero son sencillamente los relatos de cada uno de los componentes soltados de uno en uno. Con gran desparpajo en la mayoría de los casos, eso está claro. Porque son actores con grandes aptitudes, con gran disposición a lanzarse a la piscina, sin pelos en la lengua y con auténticas dotes para la escena. Las historias en cuestión comienzan con la genealogía de la familia de Marta Díez ―quien se ve sometida por miedo cerval a la muerte―, que desemboca en el diseño de esa silla destinada a someter ergonómicamente no solo los cuerpos de los pupilos sino también sus mentes (este fragmento es algo seco y extenso como para ser el primero). Y es que el dinamismo va a chispazos y la continuidad rítmica se resiente. Escuchamos el rap reivindicador y agresivo de Glòria Ribera, demostrando una vez más sus habilidades. Cuando canta descubrimos más su valía. También tenemos anecdotario familiar con Gemma Polo, mientras pincha música con el ordenador y otro tanto ocurre con Carolina Manero (su extenuante danza parece enfocada a expulsar demonios de antaño). Las frases de madre y sus tópicos eternos sobre el tiempo pasado, sobre la añoranza de los años no tecnológicos, cuando los muchachos y las muchachas correteaban felices por los parques y por las calles (hoy son todo peligros y videojuegos infames). Más costumbrismo. A Francesc Cuéllar le toca evidenciar las consecuencias psicológicas que tiene la búsqueda de la perfección en el deporte. Por su parte, Alejandro Curiel se ancla a un recuerdo navideño y al piano que le regalaron con la foto de Michael Jackson. Cada pieza, eso sí, viene acompañado de diversos gestos performativos; aunque varios de ellos resulten bastante accesorios (agitar una bolsa por encima de la cabeza hasta el agotamiento). Lo de hablar en femenino es preferible no criticarlo, está de cargado errores y de inconsistencias (ellas sabrán). El remate ideológico de todo el artefacto es recurrir nuevamente a mentar al neoliberalismo ―otro palabro más de esos que valen para afirmarse de izquierdas por vía negativa―. Tampoco explican qué quieren decir, ni desentrañan las causas que nos han llevado a ocupar uno de los puestos más altos en fracaso escolar en la OCDE. No creo que sea suficiente con señalar la relación entre el número de bares y de ciudadanos en nuestro querido país. En definitiva, no sabemos qué han pretendido con esta propuesta.
Creación colectiva: José y sus hermanas
Dirección y dramaturgia: Sílvia Ferrando
Intérpretes: Francesc Cuéllar, Alejandro Curiel, Marta Díez, Carolina Manero, Gemma Polo y Glòria Ribera
Diseño de espacio e iluminación: Cube.bz
Equipo técnico: CUBE
Coproductores: Festival TNT
Teatros del Canal (Madrid)
Hasta el 6 de octubre de 2019
Calificación: ♦♦
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2 comentarios en “Arma de construcción masiva”