El entrañable relato de una familia donde cinco mujeres intentan dar sentido a sus vidas

La querencia de muchos autores a lo largo de la historia dentro la literatura hacia el costumbrismo es pertinaz; sin ir más lejos, la temporada anterior, en la misma sala en la que ahora se escenifica Verano en diciembre, contemplábamos la recuperación de La pechuga de la sardina, de Lauro Olmo. La clara desventaja de relatar costumbres por todos reconocidas, es precisamente ese reconocimiento. Si en el pasado resultaba intrigante dar cuenta de cómo vivía el vecino de aquí o de allá; hoy, en la era donde la vida privada y la intimidad han sido regaladas por todos a la humanidad, puede provocar, en el mundo del espectáculo, un mareante girar sobre nosotros mismos destinado a aplacar nuestras angustias vitales: sí, los demás también sufren; sí, los demás también intentan sortear el sufrimiento. Se nos relatan costumbres en las series de televisión a todas horas, la mayoría de las novelas escritas en España durante los últimos treinta y cinco años describen los modos de vida de las gentes que nos rodean como si no tuviéramos ojos; los monólogos de humor blanco que se han apostado en las pantallas exageran levemente, una y otra vez, nuestros tics, nuestros prejuicios y, por encima de todo, nuestras costumbres. Carolina África ha escrito la historia de una familia donde cinco mujeres de generaciones distintas procuran engarzar sus vidas desde la confianza y, a la vez, desde la peculiaridad de cada una de ellas. No deja de ser un grupo de individuos reconocibles en sus modos, en su forma de hablar, en sus chistes, en sus hábitos y, también, en sus penurias. Tenemos a tres hermanas treintañeras: Paloma, interpretada con esa melancolía incrustada de aquellos que ni ven cumplidos sus sueños, ni apenas sueñan ya, aún permanece en casa con su madre y su abuela; allí acude con frecuencia Alicia, una pintora sin demasiado éxito y con problemas amorosos, a la que Carolina África infunde poderío y lucha, pero también ocultos temores; finalmente, está Carmen (en esta ocasión interpretada por Laura Cortón), uno de los personajes mejor construidos, con tantos matices sobre la falta de madurez de una madre egoísta que se resiste a abandonar los placeres de la juventud, se muestra graciosa, algo macarra e insultantemente embaucadora. Luego está la matriarca, esa típica señora de misa diaria de las que aún quedan, metomentodo, pero con una moral a prueba de bombas (su generosidad es extraordinaria) y que Pilar Manso luce dramáticamente con toda esa panoplia de gestos, maneras y dichos que producen tanto dinamismo. Por último, el fulcro sobre el que pretenden equilibrarse las demás, es la abuela Martina, que entre la frescura que le pone Lola Cordón y su comprensión de un tiempo y un espacio que se mezclan de forma incoherente en su cabeza, la obra se torna entrañable, vivaz y verdadera. Destaca la verosimilitud que le imprimen en sus conversaciones confusas llenas de acusaciones y de perdones instantáneos a los que se añaden las intromisiones sorpresivas de la abuela. Desde luego los personajes están pergeñados con primor y se nos muestran redondos. También, aunque no lo explotan todo lo que debieran, se permiten escapar de la unidireccionalidad y nos enseñan, en una de las mejores escenas, un juego de duplicidades donde es el propio lenguaje el que conversa consigo mismo dislocándose en cuadros simultáneos. Un detalle artístico a tener en cuenta. Todo ello, evidentemente, nos hace disfrutar, nos provoca la risa en más de una ocasión y nos recuerda, otra vez, en qué consiste la vida. Si Verano en diciembre deja clara una cosa es que La Belloch Teatro dispone de los mimbres necesarios, desde un punto de vista técnico, para abordar nuevas propuestas que nos lleven a otros mundos, a otras miradas que nos aparten de la cotidianidad periodística a la que asistimos a diario a través de la tele y las redes sociales. Habrá que seguirles la pista.
Texto y dirección: Carolina África
Reparto: Carolina África, Lola Cordón, Laura Cortón / Virginia Frutos, Pilar Manso y Almudena Mestre
Escenografía: Almudena Mestre
Vestuario: Vanessa Actif
Iluminación: La Belloch Teatro
Espacio sonoro: Nacho Bilbao
Ayudante de dirección: Laura Cortón
Fotos: Geraldine Leloutre / Daniel Alonso
Diseño de cartel: Isidro Ferrer
Producción: La Belloch Teatro
Teatro Valle-Inclán – Sala Francisco Nieva (Madrid)
Hasta el 21 de febrero de 2016
Calificación: ♦♦♦
Texto publicado originalmente en El Pulso.
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2 comentarios en “Verano en diciembre”