Peris-Mencheta y Roberto Álamo se juegan su amistad en un thriller asfixiante
Trabajar en el subsuelo, en el margen, bajo coordenadas que superan cualquier código moral y que, fundamentalmente, escapan de la ley, implica que el hedor que emana penetre en los cuerpos de unos policías que se sostienen mutuamente desde la infancia. Lluvia constante presenta a dos aspirantes a inspector embadurnados por los trapicheos, el alcohol y su estilo expeditivo. Rodo muestra el perfil del madero encharcado en whisky y Daniel, corpachón musculado al uso, manifiesta debilidades mentales que no tardarán en aflorar. El texto de Keith Huff posee los mimbres del thriller policiaco, sucio y corrupto, que tantas veces hemos visto en el cine, pero se ha permitido el lujo de construir dos personajes ricos en matices que se sobreponen al fondo de la cuestión. Además, la estructura de la obra está perfectamente medida en tiempo y ritmo. Ofrece diversos giros dramáticos y una evolución en los protagonistas que va ganando enteros según avanza la acción. Tanto la dirección como la adaptación corren a cargo de David Serrano, quien había llevado a las tablas hace unos meses La Venus de las pieles. Hay que reconocer que en esta ocasión todo va a su favor tanto textual como actoralmente. Roberto Álamo toma el protagonismo enseguida, se impulsa con su fuerza, enseña el caparazón bajo el que se esconde un hombre acomplejado, construido por una felicidad de cartón piedra; un personaje que, en cierta medida, recuerda al ingenuo Lennie, aquel retrasado de la obra De ratones y hombres que interpretó hace unos años. También, en esta ocasión, Daniel es un policía duro, fuerte, pero sin la suficiente sensatez lógica como para no meterse en líos. Por su parte, Peris-Mencheta, ha logrado esa naturalidad dramática con la que uno es capaz de llevar a cabo cualquier papel sin estridencias. En escena se lo ve maduro y en Lluvia constante se sobrepone al amedrentamiento que causa su compañero. El apoyo fuerte del texto está en la literatura oral, en un trabajo que profundiza en lo coloquial, concretamente cuando se apartan del tono narrativo que desde el principio adoptan de forma intercalada. Con la obra aún en desarrollo, uno es incapaz de percibir los posibles fallos, los tropiezos que pudieran existir; la cuestión es que conjugar la fluidez en el diálogo con el habla de dos policías callejeros no es sencillo, si se pretende conseguir un alto grado de verosimilitud. Además, sus relatos exigen un esfuerzo imaginativo, puesto que la escenografía, en verdad, está creada para una de las escenas álgidas de la función en la que ambos personajes se empapan en esa lluvia constante que, como las desdichas de sus vidas, debe escampar cuando definitivamente respondan a las preguntas primordiales que sondean su existencia.
Lluvia constante
Autor: Keith Huff
Adaptación y dirección: David Serrano
Reparto: Roberto Álamo y Sergio Peris-Mencheta
Diseño de escenografía y vestuario: Elisa Sanz
Diseño de iluminación: Juan Gómez Cornejo
Espacio sonoro: Pelayo Gutiérrez, Eduardo G. Castro y Alejandro López
Ayudante de dirección: Daniel de Vicente
Teatros del Canal (Madrid)
Hasta el 26 de octubre de 2014
Calificación: ♦♦♦♦
Texto publicado originalmente en El Pulso.
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Un comentario en “Lluvia constante”