La adaptación de La Venus de las pieles llevada a cabo por David Serrano se excede en el tono alocado

Cuando juegas al teatro dentro del teatro, debes procurar que la ficción que quieres llevar a cabo dialogue coherentemente con la obra que finges desarrollar, si no, es muy posible que el espectador no termine por sintetizar ambos discursos. Bien, pues, el director, David Serrano, ha optado por infundir un tono barriobajero y excesivamente grosero, como si esa cómoda distancia posmoderna de la ironía no se tomara en serio el binomio placer-dolor. Desde el inicio, lo que deberían ser los primeros pasos hacia un cierto aire de solemnidad, hacia un viaje a la oscuridad de 1870, cuando Sacher-Masoch publicó su libro La Venus de las pieles (una novela algo anticuada para la época, un tanto artificial y que daría origen al término masoquismo), la protagonista, Vanda, aparece súbitamente, hablando a la velocidad del rayo como una groupie desnortada delante de un famoso y lanzando improperios sin parar como si fuera una choni recién salida del garaje de una discoteca light. La cantidad de ordinarieces se convierte en una losa incapaz de levantar en una hora y media; por mucho que, a continuación, cuando Vanda, se dispone a realizar la prueba para el papel principal, su voz suene aterciopelada y profunda. De esta forma, Clara Lago se enfunda estos dos roles y sale bastante bien parada (sigue las instrucciones que el director le ha dado), si nos fijamos en su seguridad con el texto y en su expresión corporal, demuestra que es una buena actriz. Su compañero, Diego Martín, aunque le vendría mejor una compostura más canalla y menos pija, es un actor sobresaliente que sabe mantener la seriedad de la representación desde el primer momento, llevándonos someramente hasta su claudicación. El autor del texto, David Ives, pretende conjugar diversos elementos como el aura mitológica de Venus, los conflictos sexuales de un hombre actual, el discurso feminista, unos remedos de Pigmalión y algún atisbo de erotización crítica. Todo ello necesita una pausa, un ritmo más meditabundo y una proximidad hacia el mensaje que Sacher-Masoch nos intentó transmitir desde su época y que, aunque ahora, ya no suene revolucionario debe ser coherente con el planteamiento metateatral. Aunque, el tono, desde mi punto de vista no es el adecuado, la obra posee una serie de virtudes por las que merece la pena, desde el intercambio de roles entre los propios protagonistas, hasta la ambientación y el espíritu que se genera en los momentos más trascendentales, pasando por unas interpretaciones que en la ficción que se narra funcionan con un interesante punto sensual.
La Venus de las pieles
Autor: David Ives
Dirección: David Serrano
Reparto: Clara Lago, Diego Martín
Diseño de iluminación: Felipe Ramos
Diseño de vestuario: Yaiza Pinillos
Diseño de escenografía: Arturo Martín Burgos
Naves del Español – Matadero (Madrid)
Hasta el 15 de junio de 2014
Calificación: ♦♦♦
Texto publicado originalmente en El Pulso.
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