Coriolano

Antonio Simón cuenta con un buen elenco para dirigir esta tragedia de Shakespeare en los Teatros del Canal

Coriolano – Foto de Jero Morales

Si a principio de temporada daba cuenta de la versión contemporánea ofrecida por Emilio del Valle, ahora llega la mirada más ajustada al original de Antonio Simón para trazar la biografía de héroe. Ambas propuestas dialogan, en cualquier caso, con nuestro presente. Es fácil encontrar líderes por doquier tan ambiciosos como nuestro protagonista rodeado de grupos igualmente pertinaces. Volvemos a encontrarnos, por lo tanto, con una función que sobresale, ante todo, porque el elenco está configurado por actores y actrices de gran solvencia. Creo que Roberto Enríquez es una estrella de la interpretación teatral que no está considerado como se debe. No hará ni unos meses cuando demostró sus habilidades en Los cuernos de don Friolera. Sigue leyendo

Divinas palabras

Atalaya recupera su visión sobre el clásico de Valle-Inclán para insistir en su estilo expresionista

Si hace unos meses los Teatros del Canal daban cobijo a Los cuernos de don Friolera, uno de los esperpentos más logrados de Valle-Inclán, ahora vuelven los de Atalaya sobre su montaje de 1998. La compañía sevillana ofrece su habitual estilo expresionista de influencia germánica que tan pertinentemente se ajusta a las concepciones de nuestro célebre dramaturgo. Muy distinto de la estética propuesta por José Carlos Plaza quien presentaba su visión nuevamente en 2020 (sobre su idea de 1987) y muy contrario a la crítica vitriólica que exponían los gallegos de Chévere con su Divinas palabras revolution en 2018. El Brujo, con El alma de Valle-Inclán, discurrió por sus propios derroteros.

Ricardo Iniesta exprime hasta la saciedad un objeto, un símbolo, un motivo, que observaremos durante toda la función. El cono luminoso, multiplicado por otros tantos y a varios tamaños, que nos sirven de caperuz semanasantero, tipi de estos indios correcaminos, arboleda fantástica, copas doradas de licores deletéreos, velorio de veladores en sacristía, riscos para cabras montesas y hasta cunnus empoderante. Sigue leyendo

House

El cineasta israelí Amos Gitai traslada al teatro su trilogía sobre la ocupación en diversos territorios de Palestina

Foto de Simon Gosselin

Estamos ante una sinécdoque, una parte que da cuenta de un (casi) todo. Observamos desde un satélite cómo se ha ido procediendo a la ocupación israelí sobre los territorios de Palestina y uno contempla todas esas nuevas construcciones que han nacido sobre el derrumbe de otras. Terrible es que este montaje que recorre tanto tiempo vaya a ser tamizado a partir de un contexto actual tan acuciante. Cómo vamos a caldear el ambiente nosotros desde nuestra conciencia, pues lo que descubrimos en escena es bastante frío, bastante distanciador, tan carente de una violencia expresa. Este hecho nos puede echar para atrás. La propuesta no es muy atractiva en su ritmo y en su estatismo. Menos, si tenemos que leer tanto. Más de cuatro lenguas se emplean, entre ellas el francés, el inglés, el yidis y el árabe.

El director de cine Amos Gitai decidió hace unos años enlazar teatralmente los documentales House (1980), A House in Jerusalem (1997) y News from Home News from House (2005). La primera parte ─si uno quiere visionar la película─ informa de cómo se ha derrumbado una casa y cómo se está construyendo de manera casi idéntica. Todo ello en blanco y negro, con los trabajadores golpeando la piedra. Así se representa sobre las tablas. La contundencia de esos martillazos no tiene nada que ver con las explosiones de los últimos meses, pero perturba el espacio escénico. Los andamios flanquean el foco central, y en ellos se hospedan los músicos. Alexey Kochetkov tocará el violín distintas ocasiones con tinte folclórico para matizar las discrepancias, mientras que, en el otro lado, Kioomars Musayyebi se ocupará del dulcimer para insistir en la tensión creciente. Sumémosle un pequeño coro, con la sobresaliente y conmovedora actuación de Dima Bawab, que logra verdaderamente despertarnos del tedio que, de vez en cuando, nos atenaza. De hecho, la música es el elemento que más infunde la pasión dentro de un proyecto algo monolítico en sus expresiones directas, pues se presentan con sus nombres y detallan su biografía en un procedimiento reiterativo.

Porque no asistimos apenas a diálogos que supongan agrias discusiones políticas. Los dos obreros, al principio, gentes de los pueblos cercanos, se manifiestan desde la derrota, con humildad y con furia contenida. Lanzando, si acaso, preguntas retóricas a los propios espectadores sobre qué haríamos nosotros si nos usurpasen nuestras propiedades. Se habla, entonces, de una casa que tuvo que ser abandonada por un médico palestino en 1948, durante la guerra árabe-israelí. Es la familia Dajani, la que tuvo que emprender el camino del exilio. Por eso, de una forma muy elocuente, observaremos a Bahira Ablassi encarnándose en una anciana que nos resume el periplo.

Por otra parte, conoceremos a Michel, un artista belga que es interpretado con descaro y un ápice de soberbia por Micha Lescot, un sionista convencido de su posición ideológica. Muy convincente en sus intervenciones. Se acoge a la huella de sus ascendentes, asesinados unos y otros supervivientes del holocausto. Ofrece, desde luego, el contraste a la evidencia de un robo.

Algunas escenas de los susodichos documentales se cuelan en la gran pantalla. También algunos fragmentos de otras películas del cineasta. El repaso de la historia del último siglo en aquel territorio queda marcado con una serie de hitos. Se escucha a un constructor hablar sobre la casa, revelarnos los significados del nombre de aquella calle: Dor Dor Vedorshav, que deja hoy un panorama espléndido de chalets repletos de enredaderas. Otros individuos sucumben a la melancolía que exige la desesperanza. De todas formas, el asunto se extiende enormemente. No querer incurrir en el propio conflicto de modo tajante implica, de alguna manera, que nos movamos en círculos, que volvamos una y otra vez sobre la metáfora principal. Las cuestiones geopolíticas, el terrorismo o la actitud del resto de países indirectamente implicados a lo largo de estos años queda para que nosotros completemos la función.

Hace unos meses, en los mismos Teatros del Canal, asistíamos a Todos pájaros, de Wajdi Mouawad. El propio director de La Coline ha sido el responsable de enviarnos el espectáculo de Gitai. Podríamos considerar que sus procedimientos dramatúrgicos insisten en la incomunicación; pero las importantes remisiones son, en el presente, ineludibles.

House

Texto y dirección: Amos Gitai

Reparto: Bahira Ablassi, Dima Bawab, Irène Jacob, Alexey Kochetkov, Micha Lescot, Pini Mittelman, Kioomars Musayyebi, Menashe Noy, Minas Qarawany, Mark Bonney, Danielle O’Neill, Nathan Mercieca y Ghassan Ashkar

Asistente de escenario: Talia de Vries

Adaptación del texto: Marie-José Sanselme y Rivka Gitai

Escenografía: Amos Gitai asistido por Philippine Ordinaire

Vestuario: Marie La Rocca asistida por Isabelle Flosi

Iluminación: Jean Kalman

Sonido: Éric Neveux

Dirección musical: Richard Wilberforce

Colaboración en el video: Laurent Truchot

Peluquería y maquillaje: Cécile Kretschmar

Preparación y dirección de sobretítulos: Katharina Bader

Construcción de escenografía: taller de La Colline – théâtre national

Producción: La Colline – théâtre national

Estreno en La Colline – théâtre national 14 marzo 2023

Extractos de las películas de Amos Gitai: House (1980), House in Jerusalem (1998), News from Home / News from House (2005), Kippur (2000) y Field diary (1982)

Con la colaboración de la Fundación Casa Pintada – Museo Cristóbal Gabarrón

Teatros del Canal (Madrid)

Hasta el 26 de abril de 2025

Calificación: ♦♦♦

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El efecto

Juan Carlos Fisher dirige el éxito de la dramaturga británica Lucy Prebble, un drama sicologista sobre el poder de la química en nuestro cerebro

Foto de Elena C. Graíno

El efecto es efectista. Se la recomendaría, para que se entretuviesen, a los adolescentes. Cuesta pensar que el público adulto que suele ocupar las butacas de los Teatros del Canal no vaya a detectar las simplificaciones con las que se acomete el planteamiento. Por un lado, habría que señalar que la obra, tan acuciante para el momento que vivimos a partir de este constructo tan avieso de la «salud mental», se ha quedado anticuada. De hecho, ya lo estaría en aquel 2012 en el que se publicó. Los fármacos inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina han sido puestos tan en cuestión que la siquiatría más seria declara abiertamente que esa vía antidepresiva apenas «funciona» en el 10% de los casos. Sigue leyendo

Música para Hitler

Yolanda García Serrano y Juan Carlos Rubio nos destinan a un intenso encuentra entre Pau Casal y un oficial nazi

La medida concisión y el clímax que se nos propicia en el desenlace estructuran un proyecto que tiene todos los ingredientes para alcanzar el éxito de ese espectador serio y maduro que tanto anhelan ciertos dramaturgos y directores. No negaré las virtudes del texto firmado por Yolanda García Serrano y Juan Carlos Rubio; pero el riesgo y la complejidad artísticos apenas se concitan. Cuando una obra lleva el nombre ‘Hitler’, uno ya sabe que la lucha frente al mal supremo, simbolizado en este dictador, será la razón de ser. Ahora, el montaje al que asistimos, con toda una Sala Roja Concha Velasco a rebosar, nos usurpa un coherente conflicto. Es decir, en cualquier otro esquema dramático o cinematográfico al uso, la duda, la cuita, la posibilidad de una pérdida flagrante o, incluso, dejarse la vida aparecen en algún momento de manera acuciante. Sigue leyendo

Los cuernos de don Friolera

Ainhoa Amestoy plantea una adaptación de este esperpento de Valle-Inclán repleta de motivos grotescos aunando tiempos diversos

Foto de Pablo Lorente

Enfrentarse a este esperpento de Valle-Inclán, incluido, como se sabe, en el ciclo Martes de Carnaval, publicado en su versión definitiva en 1930, no es tarea fácil, por mucho que el argumento sea tan polémico en estos momentos. Formalmente es un desafío, si uno se quiere hacerse cargo de sus diferentes niveles metateatrales, amén de un vocabulario expresionista que posee todas las características ingeniosas del dramaturgo. La mayor pega, sin duda, su extensión y, si acaso, recalcar demasiado las ideas principales. Anhela el autor enmarcar tanto su artefacto que no ceja hasta situar a cada quien como le corresponde. Sigue leyendo

La gran ilusión

Lluís Pasqual regresa a Eduardo de Filippo con elenco argentino para propiciar un mero entretenimiento en los Teatros del Canal

Foto de Carlos Furman

Planteemos si era necesario el programa doble, es decir, insistir con el proyecto que en su momento Lluís Pasqual tituló A teatro con Eduardo. Ahora se nos «vende» como La gran ilusión, aunque el nombre solamente sea indicado para la extensa segunda parte y que es adaptación de la obra La gran magia del dramaturgo italiano. El primer cuadro procede de Señor y gentilhombre, que escribió en 1928. Y pienso que sobra, que no termina de engarzarse con lo que viene después, que es un ejercicio pirandelliano de metateatro que ya hemos visto copiado demasiadas veces en estas últimas décadas. Es un divertimento, donde unos cómicos ensayan su función de la tarde y evidencian que aún les queda mucho para tenerla lista. Así que el apuntador (un Paco Gorriz muy gracioso) tendrá que intervenir «demasiado» para llevar hasta la exasperación al director-protagonista. Poco más, porque no hay más camino que trazar. Sigue leyendo

Hamlet

Declan Donnellan desnuda la escena para que el héroe trágico ofrezca comicidad a su locura en una versión del clásico shakespeariano

Foto de Albert Dobrin

Si hace justo un año los espectadores nos subíamos al escenario de la Sala Verde de los Teatros del Canal para seguir los avatares de Edipo. Ahora, con los mismos rumanos del Teatrul Naţional Marin Sorescu de Craiova, vuelven Declan Donnellan y Nick Ormerod, incansables a pesar del tiempo transcurrido, a sumergirnos en la acción, aunque esta vez sentados, en gradas a dos bandas. Disposición fundamental para que la cercanía sea intensa y el tapiz blanco y central se ilumine con potencia para ser pasarela de moda ridiculizante y pedana de esgrima. Además, el movimiento del elenco será extraordinario, pues surge de improviso por detrás de los asientos, avanzándonos ruidos en las disputas, algunos gritos, algún estruendo. No hay un ejército, pero sí se concitan toda una serie de hombres uniformados ─a lo contemporáneo─ que igual valen de consejeros áulicos que de agentes del servicio secreto de su majestad. Sigue leyendo

Todos pájaros

Drama familiar con el trasfondo árabe-israelí, firmado por Wajdi Mouawad y dirigido por Mario Gas en los Teatros del Canal

Todos pájaros - Foto de Pablo Lorente
Foto de Pablo Lorente

Sigue siendo la realidad tozuda e imperante. Si la semana pasada, Wajdi Mouawad nos devolvía a la tesitura libanesa, de la que él procede, con esa primera obra suya que ha estado estos años recuperando (Journée de noces chez les Cromagnons). Ahora por fin asistimos a la adaptación de Todos pájaros (fue suspendida en 2020), con la dirección de Mario Gas, mientras persiste el ruido de las bombas en Gaza. Llegados a este instante, creo que hay que ser más incisivo con la crítica hacia este dramaturgo; porque, ciertamente, este texto me parece un descalabro. Un dramón que incurre, como veremos, en una concatenación de discursos inverosímiles que nos pueden hacer sospechar de alguna pretensión «alucinatoria» sobre las religiones. Cada capítulo será un pájaro, como una metáfora del tiempo, la historia y las huellas que sobrevuelan por encima de estas gentes en su aciago devenir.

El planteamiento, desde luego, nos recuerda a la azarosa vivencia representada en su célebre Incendios. Esos paralelos que tanto motivan al creador con las tragedias griegas que él mismo ha adaptado en algunas ocasiones (véase Les larmes d’Oedipe o Inflammation du verbe vivre). Inicialmente observamos a Eitan y a Wahida en una biblioteca universitaria. Se conocerán mediante esas formas azarosas que se estilan en las películas románticas actuales. Él, que es encarnado con enorme energía y gran disposición por Aleix Peña Miralles, soportará el peso del protagonismo sin decaer en sus convicciones. Es un joven estudiante de Genética que se define como «objetista para quien todo es objeto y que no soporta la idea de dejarse llevar por ensoñaciones inútiles». Ella es acogida por Candela Serrat, quien se maneja con candor y seriedad. Pronto nos revelará que está haciendo su tesis sobre León el Africano (recordemos la novela del libanés Amin Maalouf). Se pretende hacer un paralelo con aquel diplomático y el mundo actual. En su indagación se preguntará: «¿Hasta qué punto debemos atarnos a nuestra identidad perdida?», comenta. Como ocurre en la literatura con los romances fronterizos, el amor ha surgido entre un judío (alemán) y una musulmana; aunque vivan fuera de la fe.

Gran parte de la obra transcurre en Israel, adonde han acudido para visitar a la abuela de Eitan, Leah, una señora hosca, que se muestra con gran distanciamiento, y que Vicky Peña interpreta con mucha pujanza. Lo terrible es que el muchacho termina siendo víctima de un atentado y se debate entre la vida y la muerte en un hospital. Después, entre los saltos temporales, que se van sucediendo, todavía encontramos una interesante velada, donde se establecen esos límites, esas inquinas que siguen reverberando por el planeta. Nos hallamos en una cena de Pascua, en el Séder, en Nueva York, para que nuestro protagonista presente a su novia. Es ahí cuando la madre, Norah, que nos deja a una Anabel Moreno remarcando el estereotipo de la alta sociedad judía, comienza a poner reticencias; mientras que el abuelo, entrañable y bonachón, con un Manuel de Blas contenido, primeramente, en ese tráfago de sentimientos, aboga por una concepción más abierta, más moderna. Es el padre, David, quien nos entrega a un Pere Ponce furioso, que emprenderá una subtrama que recargará la fábula en demasía. Repleto de odio hacia el enemigo palestino, embebido por la tradición, no puede soportar las pretensiones de su hijo. Alcanzado este momento, parece que Mouawad se deja contaminar por el telefilme turco, tan inverosímil en esos esquemas que beben de la novela griega o bizantina. Cómo se puede cohesionar con cordura la propia irracionalidad de fe con anagnórisis que se suceden a través de monólogos que, si bien logran un apreciable grado de lirismo, se regodean sin fin en autoexplicaciones de lo insondable. Y así le ocurre directamente a este David, quien descubre que es un niño adoptado. No diré más, ni especificaré cómo el dramaturgo expone el caso en una analepsis recargante. Lo que llega a afirmar este tipo ya valdría de sobra para configurar un drama solvente. Esto se aunará con una confesión de Wahida que nos lleva por esos derroteros de la fe inserta en los cromosomas de musulmanes y de judíos, ni bautismo requieren para pertenecer inextricablemente a una religión, a un pueblo, a una etnia. «Soy árabe y nadie me había enseñado a serlo…», afirma. El personaje hubiera requerido unas vivencias superiores ante nuestros ojos para que unas aseveraciones así no suenen algo cursis en alguien con madurez y formación. Solamente son unos ejemplos, porque, en realidad, hay mucho más. A mí, sinceramente, esta estructura y este argumento no me convencen. Creo que el autor ha caído en su propio borbotón, en la turbina de su escritura, y no ha sabido darle equilibrio intelectual.

Luego, visualmente la sencillez de la escenografía que ha diseñado Sebastià Brosa, con unos escalones y unas rampas, favorecen el movimiento. Quedan, de fondo, las llamativas imágenes de Álvaro Luna para crear una ambientación que se entrevera con la iluminación taciturna de Carla Belvis. Igualmente, la estupenda composición musical de Orestes Gas nos traslada a los sonidos tradicionales de esa zona del Mediterráneo como una confluencia de visiones. La factura general del espectáculo es, por lo tanto, notable. De todos modos, nos perdemos las distintas lenguas que deberían escucharse y una hondura superior en esas sentencias tan rotundas. Al final, tanta ansia de complejidad, quiebra la verosimilitud.

Todos pájaros

Texto: Wajdi Mouawad

Traducción: Coto Adánez

Dirección: Mario Gas

Reparto: Aleix Peña Miralles, Candela Serrat, Vicky Peña, Manuel de Blas, Pere Ponce, Anabel Moreno, Lucía Barrado, Juan Calot, Núria García y Pietro Olivera

Escenografía: Sebastià Brosa

Ayudante de escenografía: Igone Teso

Vestuario: Antonio Belart

Ayudante de vestuario: Eva Mendoza

Iluminación: Carla Belvis

Música original y audioescena: Orestes Gas

Videoescena: Álvaro Luna

Colaboradora videoescena: Elvira Ruiz

Ayudante de dirección: Montse Tixé

Producción ejecutiva: Pilar de Yzaguirre – Ysarca

Subdirectora de Ysarca: Pilar García de Yzaguirre

Dirección de producción: Elisa Ibarrola

Producción delegada: Elena Martínez, Álvaro de Blas

Asistencia producción: José Andrés López

Diseño de cartel: Corazón Brabo

Coordinación técnica: Unocontres Producciones, S.L.

Fotografía: Sergio Parra

Maquillaje: Chema Noci

Vídeo y gráfica: La Dalia Negra

Agradecimientos: Pablo Derqui, Alberto Iglesias y Iñigo Benítez

Teatros del Canal (Madrid)

Hasta el 29 de diciembre de 2024

Calificación: ♦♦

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