La dramaturga María Velasco vuelve a la Cuarta Pared con su premiado texto sobre el abrupto paso a la madurez de una niña a partir de una incursión ecofeminista
Quizás, de alguna manera, sea esta una de las piezas más asequibles de María Velasco. Y es que se descubre cierta linealidad que no se abandona, aunque se trabaje oníricamente con otros tiempos. Además de que únicamente nos tengamos que centrar en su única protagonista, la Niña. Dicho esto, el gran valor estético —ya veremos si político— es el paralelo que va estableciendo con la Naturaleza (la referencia a Spinoza es directa y sirve de contrapunto al tradicionalismo católico de su familia) desde distintos puntos de vista. Una amalgama de metáforas que nos destinan a una suerte de ecofeminismo, en la alguna de esas corrientes entre utópicas, infantiles y hasta espiritualistas. Una comunión de las féminas y su poder engendrador con la dinámica divina de los ecosistemas. Sigue leyendo