María Velasco dirige su propio poema escénico para discurrir sobre el amor en las Naves del Matadero
Foto de Jesús Ugalde
El díptico siempre es el mismo en la literatura: amor y muerte. De esta última se ocupó María Velasco en sus dos últimas propuestas: Harakiriy Primera sangre. Después de la resaca que punza en la ruptura amorosa, llega, como ocurre con el alcohol, un subidón de adrenalina que te lanza a la estratosfera eufórica para arramblar con todos los placeres. Mecanismo de defensa lógico que el propio organismo acomete pues la depresión sobrevuela. Aquí se pide un alienígena (un otro extravagante, un ser de otro planeta), que a mí me suena a aquello de Alaska con «Mi novio es un zombi»: «Es un muerto viviente / que volvió del otro mundo / para estar conmigo». Sigue leyendo →
María Velasco completa su díptico sobre la muerte en el Teatro Valle-Inclán para destinarnos a un tenebroso mundo infantil
Bajo el título general Los muertos no respetan el descanso, María Velasco publicó en la editorial La Uña Rota las obras Harakiri, de la que pudimos contemplar su representación el año anterior, y Primera sangre, que ahora ocupa la misma Sala Francisco Nieva en el Teatro Valle-Inclán. Ciertamente el tema de la muerte inesperada vuelve a desarrollarse; pero también la falta de cohesión regresa como máxima pega a otro de esos espectáculos de la artista, donde mete demasiados elementos para no terminar de elaborar un hilo conductor, un argumentario más sólido, una, si se quiere, evolución dramática. Sigue leyendo →
Les Impuxibles se ponen al frente de este proyecto que sitúa el suicidio como tema central a través del texto de María Velasco
Foto de Noemí Elías Bascuñana
La espita del suicidio como tema se ha abierto en los últimos tiempos y pronto será borbotón. Esperemos que no se romantice o que comencemos a observarlo con desidia o que lo ignoremos, como hemos hecho durante tantos años con los accidentes de tráfico por mera costumbre, con los que espuriamente se compara este asunto. Hablar del suicidio siempre ha sido subyugante; pero el arte tiene la obligación de deambular por ese territorio inasible de los vacíos, que puede rellenar con metáforas elocuentes o acciones dramatúrgicas que nos permitan intuir alguna certeza. Es algo que ya se pudo percibir con el Karaoke Elusia que el propio CDN programó hace unos meses. ¿Qué ocurre cuando llega ese clic, cuando se pierde definitivamente el asidero con lo sólido y ya no hay marcha atrás? Sigue leyendo →
La dramaturga María Velasco vuelve a la Cuarta Pared con su premiado texto sobre el abrupto paso a la madurez de una niña a partir de una incursión ecofeminista
Quizás, de alguna manera, sea esta una de las piezas más asequibles de María Velasco. Y es que se descubre cierta linealidad que no se abandona, aunque se trabaje oníricamente con otros tiempos. Además de que únicamente nos tengamos que centrar en su única protagonista, la Niña. Dicho esto, el gran valor estético —ya veremos si político— es el paralelo que va estableciendo con la Naturaleza (la referencia a Spinoza es directa y sirve de contrapunto al tradicionalismo católico de su familia) desde distintos puntos de vista. Una amalgama de metáforas que nos destinan a una suerte de ecofeminismo, en la alguna de esas corrientes entre utópicas, infantiles y hasta espiritualistas. Una comunión de las féminas y su poder engendrador con la dinámica divina de los ecosistemas. Sigue leyendo →
María Velasco ha escrito un drama cargado de lujuria sobre el célebre trío entre Henry Miller, June Mansfield y Anaïs Nin
Foto de marcosGpunto
En primera instancia debemos afirmar que esta obra no parece escrita por María Velasco (hace poco hablaba por aquí de su adaptación de La espuma de los días), pues, aunque esta tiende a cierto lirismo erótico y sentencioso, existencialista y decadente, no posee todas esas señas de identidad tan propias del postdrama que suelen remarcar el teatro de la autora burgalesa. Taxi Girl ―ganadora del Premio Max Aub en 2017― tiende hacia la convención realista y se agota en unos personajes que ni en el papel ni, después, en la dirección, se consiguen redondear hasta lograr una suficiente verosimilitud y un atractivo estético. Y yo creo, definitivamente, que la gran falla de este montaje tiene que ver con unos individuos que cuesta mucho creérselos. Si leemos con atención la entrevista que le hicieron a propósito de este estreno a Javier Giner, quizás entendamos por qué se ha adoptado cierto enfoque de pesos y contrapesos. Sus respuestas no tienen desperdicio y no podemos imaginarnos que a alguien que piensa así no le hay repugnado acercarse a un trío donde la sordidez es patente: «La gran, gran, gran historia de amor es entre Nin y Mansfield, sin embargo, en una sociedad patriarcal donde las mujeres están silenciadas, lo que ha pasado al imaginario colectivo, social y cultural es que era «el triángulo amoroso de Henry Miller»». Sigue leyendo →
María Velasco realiza una versión excesivamente alejada y desencantada de la novela que firmó Boris Vian en los años cuarenta
Foto de Idle Sandrin
Podemos volver todo lo que sea necesario sobre el debate de las adaptaciones y de las versiones, sobre la fidelidad al original, sobre el respeto a lo que quiso decir el autor de marras; a veces es una discusión espuria, porque el resultado favorable de la nueva obra zanja el asunto. Pero no sabemos por qué esta obra se llama La espuma de los días (basada en la novela de Boris Vian). Que se titule de la misma forma tiene un pase, pues es una metáfora muy jugosa; que haga alusión al escrito del novelista francés ya es enteramente cuestionable. Apenas han quedado algunos nombres, algunos subtemas y la raspa del pescado. Me gusta tener de referencia la magnífica y luminosa incursión fílmica que ejecutó Michel Gondry en 2013; puesto que visualmente muchos lectores quedarán saciados al ver en imágenes esa algarabía entre surrealista y patafísica de Vian. Ahora, ¿qué ha querido elaborar María Velasco? ¿No hubiera sido más honrado, a tenor de la estupefacción de parte del público, que se hubiera llamado de otra manera para que no se tomara como un gancho comercial equívoco? Dejemos la cuestión. La dramaturga lleva ya muchos años imponiendo su estilo y creo que hemos llegado a un punto en el que deberíamos exigir una evolución, una deriva o, incluso, un abandono, porque sus fieles seguidores pueden percibir algo de cansancio. Ante todo, lo suyo es la versificación barroquizante, conceptista, satírica y mordaz (escuchado, cuesta hilar cada símbolo esputado). Sigue leyendo →
Una fallida propuesta que busca denunciar la persecución a la que se ven sometidos los diferentes
Después de atender a varias de las obras de María Velasco, uno entiende —cuando baja el telón de Escenas de caza— que su estilo parece desistir de manera recalcitrante a la representación, a la dramaturgia (aunque ella misma la firme) y al desarrollo de estructuras que podamos denominar teatrales —comprendo que desea marcharse por la tangente. Su profesión es el discurso verborreico, como una interminable poesía neobarroca, como una nueva adalid de aquellos novísimos que jugaron a lo clásico y a lo contemporáneo (sin renunciar al humor, al pop y a otros devaneos esteticistas). Me reafirmo en lo que escribí sobre Petite mort o La soledad del paseador de perros, las virtudes de la escritura de María Velasco son múltiples, su sarcasmo, su dominio de la metáfora, tanto de la ocurrente, como de la trascendente y crítica, su despliegue de implicaturas sociales y culturales, y una comicidad vitriólica; pero su comunicación teatral con el público es un empeño por alejarse, por hacer inviable su atención. Sigue leyendo →
El suicidio como una de las bellas artes en una performance repleta de discursos antitéticos
Está claro que los dos dramaturgos que aquí presentan este artefacto pretenden plasmar en escena esos procedimientos, esas contaminaciones, que otros géneros literarios como la novela o la poesía ya han empleado o, como ocurre en el arte conceptual, se dejan influenciar por otras disciplinas culturales. De Gon Ramos únicamente conocemos su formidable Yogur / Piano, mientras que de María Velasco, se puede afirmar que es toda una artista asentada en los márgenes (Líbrate de las cosas hermosas que te deseo, La soledad del paseador de perros). Parece que la unión ha resultado desigual, y que ella ha impuesto su estilo, caracterizado, fundamentalmente, por el conceptismo y el abusivo desbarre performativo con toque de humor vitriólico. Sigue leyendo →
De cómo una mujer emprende un viaje hacia la liberación que requiere el desamor
Es muy sugerente seguir la progresión de una joven dramaturga como María Velasco (Burgos, 1984). Cuando la temporada anterior disfrutamos en Líbrate de las cosas hermosas que te deseo de su manejo de diferentes lenguajes, del riesgo de su expresión y de una historia que se entreveraba con su biografía, se atisbaban mimbres de gran creadora. Pero lo que nos hemos encontrado con La soledad del paseador de perros es un círculo vicioso de redundancias. Es una performance donde la propia escritora se introduce como protagonista, como narradora, como sufriente hasta la desnudez y la exposición pura de su dolor, igual que una performer que se autoinflige la liturgia de su propio quiste. María Velasco esputa su desamor con el recuerdo de un sentimiento ahora inasible y del papel que uno ocupa cuando el diálogo no tiende al equilibrio sino a la destrucción. De acuerdo. ¿Pero cómo llevar la hecatombe de ese tráfago romántico? Pues con un exceso de poema narrativo, de proclama activista, de barroquizante decálogo de enorgullecimiento expiatorio y, sobre todo, de reverberación infinita sobre lo mismo como en un rito inacabable. Serviría, supongo, de ejemplo de narraturgia (como la define Sanchis Sinisterra), pero entonces lo teatral se aleja del espectador como el oyente que escucha recitar poemas de los novísimos en sus tiempos de esplendor. Las evocaciones se pierden, los símbolos se tornan inanes y la comunión entre ese supuesto público avezado y la sacerdotisa en pleno conjuro, se disuelve. Sigue leyendo →