Eduardo Galán ha escrito una obra sobre temas tan dispares como la transexualidad, el edadismo y el nivel sociocultural. Isabel Ordaz y Marcial Álvarez hacen con ello un inverosímil encuentro romántico
En el Teatro Bellas Artes asistimos a una dramedia, esa mezcla de drama y comedia, donde el espectador contempla la seriedad de un conflicto penoso; aunque regresa a su hogar con el alivio del final feliz. La cuestión es que Eduardo Galán ha descompensado tanto esos dos subgéneros que su obra termina en una inverosimilitud evidente. Y es que no puede faltar en un espectáculo contemporáneo el señalamiento de alguno de esos nuevos tabúes o prejuicios (se afirma por ahí), además de, por supuesto, nuestros temas de moda. A saber, por una parte, la transexualidad en la adolescencia. Y, por otro lado, el edadismo y hasta el clasismo. Ahí es nada. Sigue leyendo
Podemos encontrar todo tipo de excusas razonables para justificar esta versión tan convencionalista y hasta popular que se presenta en el Teatro Fernán Gómez. Y hablo de excusas, porque sabemos de los conocimientos y del buen hacer de Helena Pimenta a lo largo de su carrera. Pero lo que ha hecho Eduardo Galán con su adaptación es un claro ejemplo de cómo se encuentra el equilibrio entre el montaje desbordante y omniabarcador (que no dejara suelto ni un solo fleco) y la propuesta que «guste» a un público menos avezado o paciente entre el que se deben hallar también los bachilleres. ¿Se merecía esto el centenario del fallecimiento de Pardo Bazán? Pues a falta de otras iniciativas públicas, parece que hay que conformarse. Y aunque se insista en que esta es la primera vez que se sube a las tablas una versión de esta novela; tampoco creo que se deba desmerecer el 


En España, la sombra de Buñuel no es alargada; sin haber sido olvidado, no es, desde luego, un referente del cine patrio. Seguramente pueda considerarse el mejor cineasta español de todos los tiempos. La balsa de Medusa lleva a las tablas el film del aragonés El ángel exterminador. Una de esas películas cumbre del surrealismo con altas dosis de crítica social. El conocido argumento es sumamente sencillo: un grupo de burgueses se dispone a cenar pero el servicio de catering, en el último instante, comunica que no podrá realizar el encargo. Sin apenas comida, los invitados se ven envueltos en una situación inexplicable: no pueden salir de la estancia en la que se encuentran, aunque nada parece impedírselo. 
