La francesa Laura

Marta Poveda se pone al frente de comedia palatina de Lope de Vega recientemente descubierta en la Biblioteca Nacional

La francesa Laura - Foto de Pablo Lorente
Foto de Pablo Lorente

Allá por 2015 presentó la Fundación Siglo de Oro la primera representación de Mujeres y criados, una obra de Lope que había sido hallada en la Biblioteca Nacional. Ahora hacen lo propio con La francesa Laura, producto de esas investigaciones que están desarrolladas con sistemas de inteligencia artificial y programas informáticos de alta precisión. Al frente de tal incursión han estado Álvaro Cuéllar y Germán Vega, quienes nos han dejado una excelente edición crítica de susodicho drama. Por lo visto, nos encontramos ante una comedia palatina seria perteneciente a los últimos años de trayectoria del dramaturgo madrileño.

Original es el contexto que nos descubrimos, pues se nos traslada al final de la Guerra de los Cien Años, a Francia. El mismo rey da comienzo al acto con un parlamento en el que propone el casamiento del Delfín con la hermana del monarca inglés. Ese es el marco de referencia; pero, en realidad, la trama principal nos entrega otra pareja, muy apasionada y feliz. El conde Arnaldo, a quien da vida Agus Ruiz, con su potencia y pujanza habitual, va a ser derruido por sus paranoicos celos. El tema del honor brota con enorme fuerza según se suceden los cuadros. Pues resulta que le han encomendado la misión de acudir al país insular para concretar las nupcias que terminen de amistar a los dos reinos. Su viaje servirá para que el príncipe entre en acción y corteje a Laura, la esposa del conde. Ángel Ramón Jiménez se queda con un papel falto de virilidad, un poco tontorrón, que el actor acoge con aire cómico. No parece un rival solvente, desde luego. Por su parte, la protagonista (comparta importancia con su esposo) es interpretada por Sheila Niño, con un tono bien perfilado, poderoso y de un erotismo que no decae. Afortunadamente, no se avanza como víctima, sino que juega su rol con donosura, agudeza y saber estar. Por ello es un personaje más creíble que su compañero. Ella se sostiene lo que puede, él se descompone por unas dudas enfermizas hasta el súmmum, como podrá comprobar el espectador en la conclusión de este drama que, ciertamente, como afirma la directora, Marta Poveda, quien ha dirigido con suficiente solvencia la pieza, debe considerarse tragedia. Yo también lo considero así. No es necesario alcanzar la muerte para que consideremos que el desenlace es trágico.

Quizás el mayor problema que tiene esta obra de Lope esté en la endeblez de las subtramas. Sí que podemos hallar buenas frases en Roberto, un sirviente, al que José Juan Sevilla da ironía y buen manejo; pero no se alcanza con él el típico humorismo de los criados. La pizca de humor sí la hallamos en la visita clandestina del Delfín a casa de Laura en su cuidadosa huida. Poco más. Celia, la criada de nuestra dama, es una encantadora Macarena Molina. Mientras que la Flordelís de Manuela Morales, infunde elegancia.

Por otra parte, encuentro cierto deslucimiento en la escena del baile y debería ser un momento de mayor profundidad erótica con el juego de máscaras allá en Inglaterra, cuando se encuentran los dos enamorados. Creo que no se llena el espacio con la grandiosidad esperada de una corte. Y después, el instante más angustioso, el envenenamiento, y el epílogo se engranan de una manera demasiado abrupta y contradictoria. Tan rápida que apenas la pobre Laura puede asumir su propia estupefacción.

Tampoco en la escenografía apreciamos nada reseñable, pues se ha optado por introducir en los Teatros del Canal un «recorte» de un corral de comedias, como si fuera Almagro. Más parece un decorado de circunstancias que luego encaje en el propio Corral Cervantes, en el barrio de Arganzuela, que es donde suelen hospedarse las propuestas de la nombrada Fundación estos años. En cualquier caso, sus dos pisos y las puertas dan funcionalidad. Igual que el vestuario, tan neutro en su blancura; aunque tenga unos detalles un tanto bobalicones como las tobilleras con brilli brilli.

Quizás el detalle coreográfico del preludio y algún gesto del mismo cariz posterior avanzan unas posibilidades expresivas que no permean la función y esto produce una discontinuidad, una carencia en el ritmo. Así que, entre pros y contras, podemos remarcar esa resolución tan acibarada con sus dosis de ambigüedad.

La francesa Laura

Autor: Lope de Vega

Dirección: Marta Poveda

Reparto: Macarena Molina, Martín Puñal, Manuela Morales, José Juan Sevilla, Sheyla Niño, Ángel Ramón Jiménez y Agus Ruiz

Ayudante de dirección: Samu Arribas

Coordinación artística: Julio Hidalgo

Diseño de iluminación: Rodrigo Arribas

Dirección técnica: Diego Baselga

Diseño de vestuario: Gloria Caballero

Coordinación musical: Manuela Morales

Dirección de producción: Axel Jesús Bajana

Prensa y medios: Silvia Espallargas

Diseño gráfico: Daniel Jaén

Distribución: PTC

Guía didáctica: Simon Breden

Fundación Siglo de Oro

Teatros del Canal (Madrid)

Hasta el 17 de diciembre de 2023

Calificación: ♦♦

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El príncipe constante

El Teatro de la Comedia acoge esta versión austera de la obra calderoniana con un Lluís Homar magnífico

El príncipe constante - Foto de Sergio Parra
Foto de Sergio Parra

Más allá de lo que hicieran y de lo que dijeran Goethe y Grotowski sobre El príncipe constante, se debe considerar si esta obra no termina de ser idónea para la representación, tal y como Calderón de la Barca la elaboró. Quizás el alemán, quien consideraba que los versos de esta obra eran de lo más excelso, tuviera razón al quitarle al gracioso Brito; y el polaco, con su teatro pobre, al derivar su protagonista hasta la pasión cristológica. Algo de esto hay en la mirada de Albert Arribas, el dramaturgista del montaje que podemos contemplar, por fin ―nunca se había hecho antes―, en el Teatro de la Comedia, desde la creación de la Compañía Nacional. Una de las cuestiones esenciales sobre este drama primerizo (data de 1629) y que antecede a La vida es sueño, donde algunos motivos, como el del libre albedrío, se conjugan necesariamente, es si el incuestionable poderío de sus poesías, de los soliloquios, de los gigantescos parlamentos, que leídos alcanzan cumbre lírica; funcionan igualmente en escena. Viene esto a cuento, porque estructuralmente, desde mi punto de vista, posee una serie de fallas que se pueden observar con cierta facilidad. ¿O acaso tiene interés la historia de amor entre Fénix y Muley; cuando apenas pueden plasmar su cercanía emocional? El punto de interés se lo lleva únicamente don Fernando, y lo demás, todo lo demás, parece accesorio. El príncipe constante es una purgación ascética, un sacrificio martirológico, una empresa de santidad y un prototipo de fe beatífica y, a la postre, una contribución evangelizadora del propio dramaturgo. Sigue leyendo

Dos nuevos entremeses, nunca representados

Ernesto Arias monta estas dos piezas cervantinas con el ambiente propicio del Barroco más burlesco

Foto de Sergio Parra

No podemos más que celebrar que estas dos nuevas piezas se sumen a los Entremeses que recuperó José Luis Gómez, quien también protagonizó su particular Celestina, auténtico vaso comunicante con el ambiente picaresco y marginal que exponen estas piezas que Ernesto Arias dirige en el Teatro de La Abadía. Avancemos que el montaje está repleto de aciertos que permiten sublimar unos textos que en su trama esencial son bastante sencillos; pero que tanto literaria como sociológicamente poseen un valor incuestionable. Con tal de alargar hasta la hora y veinte minutos unas historias que no darían, desde luego, para tanto, se han tomado una serie de decisiones teatrales —aquí hay que felicitar tanto al director como a Brenda Escobedo, responsable de la dramaturgia—, decisorias y plenamente exitosas (el público queda entusiasmado ante el despliegue artístico). Primeramente somos llevados a la nocturnidad, al frío de la calle en que duermen los grupos marginales de aquel Barroco tan devastador. Se logra un silencio de casi un minuto que configura un amasijo de cuerpos, como una Balsa de Medusa, un escorzo antes de que la acción se ponga en marcha. Se genera un clímax idóneo y pertinente para adentrarnos en un Madrid taciturno. Sigue leyendo

El rufián dichoso

Recuperación de esta comedia cervantina sobre la vida del mártir fray Cristóbal de la Cruz

No es lugar para recordar aquí lo mal que le fue a Cervantes en vida como dramaturgo; aunque, como viene ocurriendo en los últimos tiempos, no paran de representarse obras suyas; ya sea la Numancia, algunos Entremeses o Pedro de Urdemalas. Al igual que esta última, El rufián dichoso —por lo visto, sin estreno previo a este conocido— se encuentra entre aquellas «ocho comedias nunca representadas» de su segunda época. En esta compagina el tema pícaro —en la órbita de Rinconete y Cortadillo—, con el hagiográfico. Mucho se empeñó el literato en buscar una vida de santo lo suficientemente atestiguada para lograr el máximo de verosimilitud. Para ello tomó la historia de Cristóbal de Lugo, un pendenciero sevillano que, tras repentina conversión, se marchó a Méjico para vivir como fray Cristóbal de la Cruz, donde realizaría varios milagros. Sinceramente, lo más interesante radica en el primer acto. Sigue leyendo