El director y dramaturgo Milo Rau continúa insertando vídeo en sus propuestas teatrales para indagar en la enfermedad y en la muerte

¿Hasta qué punto estamos fuera de contexto con el planteamiento de Milo Rau? Hace pocos meses disfrutamos de su montaje Antigone in the Amazon, algo bastante más elaborado que esta función en el María Guerrero. Quienes hayan seguido la trayectoria de este director no les extrañará, en absoluto, el uso de vídeos con los que algún intérprete interactúa. Una forma de crear nuevas perspectivas, desde luego; pero también de abaratar costes, acortar distancias (nos ha trasladado de lugares realmente alejados; fijémonos, por ejemplo, en Orestes in Mosul) o, como ocurre de forma muy justificada en el espectáculo que nos compete, para eternizar a una persona que nos ha dejado.
Afirmo que nos encontramos, quizás, fuera del contexto premioso al que aspira nuestro dramaturgista; porque esta obra nace durante la pandemia y el confinamiento, y parece que hemos olvidado ciertas sensaciones. Ya contemplamos por aquellas alguna experiencia escénica como Finados y confinados, de Nieve de Medina, quien también empleaba grabaciones. El caso es que una tal Helga Bedau, una aficionada al teatro, que realizó alguna actuación amateur haciendo de Rosalina, se siente consternada por verse encerrada en casa y no poder acudir a las salas. Estas angustias se las transmitió con toda sinceridad y espontaneidad, como una admiradora más, a la actriz Ursina Lardi. De esa carta, de esa declaración, surge este proyecto. Además, claro, de la revelación de su cáncer agresivo y estado terminal.
Por otra parte, el drama que se emplea de contrapunto, como trasfondo metateatral, es el Jedermann (en inglés, Everyman), de Hugo von Hofmannsthal, que dialoga con este Everywoman. Una obra que habla de cómo un hombre rico recibe la noticia de su inminente fallecimiento y de cómo es abandonado por sus seres queridos. Que ni siquiera se plantee un esbozo de esta pieza, nada más que exponiendo en vídeo a una familia que se sienta a un banquete, resulta demasiado insulso.
Luego, me cuesta reconocer una vertebración dramatúrgica sugerente. La función es breve y casi podría serlo más; puesto que da la impresión de que se rellenan huecos que no se sabe cómo elaborar. El prólogo (en español) de Lardi es demasiado espontáneo e insignificante y poco podemos obtener de una anécdota sobre el sufrimiento de un caballo, más que una manera de calentar el ambiente. Sobre todo, porque su biografía no termina de cuajar emotivamente con la de esa mujer corriente que aparece en pantalla. Ambas tienen un hijo y ambas han cambiado de ubicación. El estatismo predomina y, en ocasiones, el diálogo no se enhebra suficientemente.
No me logra conmover la historia de Helga Bedau. Su padre del NDSAP. El Berlín de los años sesenta. Su pizzería favorita. Su hijo en Grecia, adonde quiere que se dirijan sus restos cuando muera y que llegará a costar 6000 euros. No creo que sea justo que caigamos en el sentimentalismo. Es cierto que la tenemos delante y que va a desaparecer, y que descubriremos que ha fenecido. No obstante, la metáfora que se pretende arrastrar resulta bastante endeble entre tanta simpleza. Además, Lardi se desplaza por la escena con un aire de excesiva cordialidad. Pone grabaciones en cintas de casete, empuja una roca gigante, toquetea fotos y recuerdos de esa señora a la que pregunta sobre el miedo a morir. Pongamos que es hermoso el epílogo, cuando toca el «Nun komn, der Heiden Heiland», BWV 659 de Busoni/Bach, mientras una lámina de agua cae febrilmente y en la pantalla termina por difuminarse esa anciana que, por fin, ha conseguido adentrarse en un montaje profesional.
Más allá de esa búsqueda de la supuesta autenticidad, de ese hiperrealismo autoficcional que tanto ansía explotar este dramaturgo (repasemos Empire), creo que podemos extraer un detalle tangencial, secundario o, si se quiere, banal para una parte del público. Me refiero al tipo de espectadora, mayor, quizás viuda, quizás soltera, que acude habitualmente al teatro a revitalizarse, a concitarse con desconocidos, tanto con los que se suben a las tablas como con los que se sientan en las butacas. El teatro posee una viveza que evidentemente reconforta a todos aquellos que anhelan participar de un encuentro artístico. Desde este punto de vista me parece importante observar a nuestra protagonista; para sacar un poco de jugo a esta manifestación algo rácana de un tema tan trascendental.
Texto: Milo Rau y Ursina Lardi
Dirección: Milo Rau
Dramaturgia: Carmen Hornbostel y Christian Tschirner
Reparto: Helga Bedau (Vídeo) y Ursina Lardi
Escenografía y vestuario: Anton Lukas
Iluminación: Erich Schneider
Sonido: Jens Baudisch
Vídeo: Moritz von Dungern
Documentación: Carmen Hornbostel
Ayudante de vestuario: Ottavia Castelotti
Diseño de cartel: Equipo SOPA
Producción: Schaubühne Berlin con Salzburger Festspiele
Teatro María Guerrero (Madrid)
Hasta el 14 de enero de 2024
Calificación: ♦♦
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Un comentario en “Everywoman”