La compañía catalana José y sus Hermanas vuelven a la carga con una performance que se cuestiona la hiperproducción y la creatividad en el mundo teatral

Aunque José y sus Hermanas bajan un escalón respecto a su anterior trabajo Explore el jardín de los Cárpatos, cuando todavía ponían a Franco como chivo expiatorio de casi todo (así fue también en las fallidas: Los bancos regalan sandwicheras y chorizos y Arma de construcción masiva), la compañía posee claras señas de identidad y demuestra ya su madurez. Van asentando un lenguaje que debiera tomar el relevo en insolencia, por ejemplo, a Rodrigo García. No sé si se permitirán la suficiente incorrección. Y dado el panorama de los que quieren epatarnos, estos poseen un desparpajo y una sutil originalidad que cada vez me atrae más. Y eso que me irrita ese brindis populista de sus jugueteos con el género (gramatical o sexual o yo qué sé). En cualquier caso, esta es su obra más contemporánea, y con ella se convierten en adalides de un sentir generacional que ellos comandan, sin caer en las arengas políticas que se evidenciaban en sus primeros trabajos. Su distancia irónica aquí es tan amplia como para evocar la preterición. Es decir, quieren negarse a la acción, todo ya se ha realizado con mayor o menor enjundia, y ellos no ansían el esfuerzo al que son sometidos; para luego desdecirse paradójicamente en el sobreesfuerzo. Quizás no queda más remedio.
Un tanto largo es el preámbulo. Plantificados frente a nosotros los cinco, bajo unos focos insolentes y unos micrófonos con su reverb incorporado para discurrir por la mínima expresión. Y eso que un libro arde, y nos mientan con bien de polvo al Lorca que atiza a su público en su «teatro imposible»; y algo de Beckett como próceres que estresan. Siempre en esta compañía la paradoja está en sus proclamas críticas y revolucionarias, mientras se acomodan bajo el auspicio de lo institucional (de cualquier signo político). Es un límite que parece insuperable, cuando esas primeras andanadas son un tanto naífs. Pero la verdad es que alguien tenía que transitar por esta cuestión de la novedad imperiosa y de las ínfulas epatantes de los creadores contemporáneos que se mueven en ese cajón de-sastre del teatro posdramático. Así que ya nos avisan de que no van a cumplir con las «expectativas».
Hacer un no-hacer es, desde luego, un fracaso anunciado; no obstante, alguien tenía que fracasar delante de nosotros ─esta actitud anhedónica no es para casi ningún espectador─; no obstante, es el planteamiento más sincero de entre la élite de los rompedores. Por esto mismo solo pueden efectuar sus premisas, sin agobio; pero con un intento de fuerza bruta. Resulta chistoso, entonces, que aparezcan con unos pesados trajes que los transforman en unos vigoréxicos de la perfomance. Escena cumbre dentro de esta breve pieza, pues no querrían consumar lo que inevitablemente se ven abocados a ejecutar. Son dominados por la voluntad imparable; porque la sencilla razón de que se dedican a las artes escénicas.
En el fondo, están aplicando la misma lógica del slow life que, más allá de toda la parafernalia coaching y que no hace más que remitir al sentido común, implica una realidad: la sobreproducción en el mundo teatral (en el mundo en general). Los musculados confeccionan sus posturas como en un eterno retorno entre tik y tok. Se han hipertrofiado para la adoración de las repeticiones y la adicción a un régimen evasivo, donde el mercado narcisista prima al alza.
Que luego, en la penúltima escena, se dediquen a sacar decenas de banderolas con mensajes de tontipop y autoayuda o de las ocurrencias varias que trufan nuestras redes sociales, no hace más que apuntalar el ansia por no mostrar nada original y dejarse arrastrar por nuestra estética invasiva. Uno entiende que podrían seguir por esa línea devastadora; aunque no pueden evitar su hálito bufonesco.
Por este motivo, Glòria Ribera con su apostura de cupletista nos introduce en esa discoteca Utopía con la que sueñan, donde se aspira a la vida sin la hiperproducción para nada. Ella nos deleita con su jotatecno, para cantarnos aquello tan sencillo del «puro sentimiento», que acaba por sobreimpresionarse en el gran cartelón luminoso que nos ha acompañado durante toda la función y que reza: Centro de bajo rendimiento. Junto a ella, todo el elenco, conformado por Alejandro Curiel, Marta Díez, Carolina Manero y Gemma Polo exprimen sus capacidades al máximo en una entrega total. Ya sea a través de las coreografías que redundan en la parodia de nuestro planeta videoclip, o de su expresión desenfada que tan bien dominan.
Quizás la mayor pega a la dramaturgia de Ignacio de Antonio Antón esté en un prólogo que insiste demasiado en sus pretensiones de no alentar las expectativas y termina por desalentar demasiado pronto al personal. Está claro que luego el asunto asciende hasta ese fin de fiesta.
Este Concurso de malos talentos contiene buenas ideas y unas directrices muy pertinentes en esta «sociedad del cansancio». Creo que podrían haber llegado más allá; pero bastante han hecho si tenemos en cuenta que pretendían aceptar que todo estaba más que realizado.
Idea, creación e interpretación: José y sus Hermanas (Alejandro Curiel, Marta Díez, Carolina Manero, Gemma Polo y Glòria Ribera).
Dramaturgista: Ignacio de Antonio Antón
Escenografía y vestuario: Patricia Albizu
Diseño de luces: Cube.bz
Diseño de sonido: Alejandro Da Rocha
Confección de vestuario: Javi Navas
Producción: Alejandro Curiel y Carolina Manero
Producción ejecutiva: Marta Díez y Pia Mazuela
Asistente de producción: Gerard Sancho
Comunicación: Gemma Polo y Glòria Ribera
Distribución: Palosanto Projects
Fotografía y registro audiovisual: Sílvia Poch, Alice Brazzit y Inés Tarradellas
Una coproducción del Teatre Lliure y José y sus Hermanas
Con la ayuda de Festival Grec 2022 de Barcelona, Teatro Calderón de Valladolid, Ma Scène Nationale du Montbéliard, Teatros del Canal de Madrid y ICEC
En colaboración con Fabra i Coats – Fàbrica de Creació, La Piconera, Festival Temporada Alta de Girona y Nau Ivanow
Teatros del Canal (Madrid)
Hasta el 23 de junio de 2023
Calificación: ♦♦♦
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