Sorry

Bobo Jelčić presenta en los Teatros del Canal una supuesta farsa sobre la sociedad estadounidense a partir de la obra Peyton Place

Sorry - FotoVamos a pensar que director croata Bobo Jelčić con este Sorry, que ha presentado en los Teatros del Canal, ha pretendido satirizar las ya ridículas telenovelas estadounidenses nacidas en los años cincuenta, para ilustrarnos sobre los modos de anestesia que aplica aquella sociedad y así recrear la fantasmagoría de la democracia. La palabra ‘democracia’ se repite hasta la saciedad en el espectáculo, sobre todo en el desenlace, como una manera bastante simplona, en absoluto analítica, de esos mantras estadounidenses sobre la patria, el sueño americano y la defensa de los derechos a través de su antigua constitución asaeteada por enmiendas.

Si Sorry durase como un capítulo de treinta minutos, tendríamos suficiente para hacernos una idea del objetivo. Ha tomado la novela de Grace Metalious, Peyton Place, publicada en 1956, y convertida enseguida en un tremendo bestseller, para apropiarse de algunos retazos de su argumento. En 1957, fue Mark Robson quien llevo el texto al cine (Vidas borrascosas) para incidir en un melodrama que ofrece mucha más enjundia de la que podemos observar nosotros en el teatro. También es cierto que luego se convirtió en sí misma en telenovela para explotarla en las pantallas de los hogares; no obstante, si nos ceñimos al film, que es lo que tenemos más a mano, uno puede sacar certeras conclusiones de la sociedad que se pretende reflejar.

En las tablas, la ridiculización, que no sátira, alcanza niveles degradantes, de una comicidad que se desgasta rápido; puesto que la repetición sobre lo mismo apenas nos descubre nuevos recursos humorísticos. El lento vaciamiento de toda la caja escénica ha de servir para dejar el espacio expedito para las carreras de los muchachos y para desarrollar escenas escuetísimas (meten un sofá, lo sacan corriendo, introducen fulgurantemente unas butacas o unos globos, etcétera). El piano lateral marca ritmos a una función que, en sus primeros compases, nos deja estupefactos. No ya porque tarde en comenzar, sino porque tenemos frente a nosotros a una de las protagonistas, Jadranka Đokić, sometida por unos gestos que repite eléctricamente cada vez que se sienta y que terminan por hacer gracia, pues su trabajo es preciso. Se convierte en Constance MacKenzie, en una especie de viuda con trastorno compulsivo, y totalmente frígida respecto de los hombres. No hay más que ver cómo se frustra el recién llegado Michael Rossi, el nuevo director del instituto, un guaperas que ha olvidado sus nobles ideales —tanto pedagógicos, como laborales—, que sí demuestra en la obra original. Este, encarnado por Marko Makovičić y con similares tics de presentación (atusarse el pelo desaforadamente), intenta salir con la susodicha señora; pero no hay forma. Juntos elaboran una de las escenas mejor compactadas, aquella en la que abren unas trampillas de la tarima y se encajan para configurar un coche, con unos focos delante y unos ventiladores. Gestualmente, magníficos los dos.

La señora MacKenzie solo está pendiente del honor de su hija, pues no quiere que le ocurra como a ella cuando vivía en Nueva York y conoció al progenitor. Lana Meniga, que hace de Allison, ofrece su agilidad en escena y lleva en gran medida la voz cantante y la seriedad dramática entre tanto sicótico. Inocente y soñadora dentro de ese pueblo donde no parece ocurrir nada; aunque se oculten demasiados secretos tortuosos. Lo que nos cuenta es naíf, anodino, mientras suena recurrentemente el «Quizás, quizás, quizás», en la versión de Gaby Moreno. Los caracteres habituales aparecen muñequizados, el macarra, Rodney, que acoge Marin Stević, con apostura, pero sin mucho recorrido, está liado con Betty Anderson. Esta es degradada en este montaje a mera fulana, una «puta», dicen, que se pone relleno en el pecho y en el trasero; porque ha aprendido que esa es una forma de ascenso social. Lara Nekić se planta con dolor ante el rechazo e impone algo de ternura. El señor Harrington, un Ivan Colarić agresivo y desnortado, el padre de Rodney, un empresario del textil, no puede permitir que su hijo vaya al baile de graduación con semejante pelandusca.

Todo lo complejo que podemos hallar en la película, aquí queda desmontado, elidido o directamente borrado. Y de esta manera el público no posee la referencia para comprender hasta donde llega la hipocresía en esa pequeña ciudad; donde las diferencias sociales son amplias, como veremos, y donde no parece que impere una asfixia religiosa; aunque es evidente que los valores cristianos, de tinte puritano, encuadran a esas gentes. Ya que uno de los eslabones que se pierden tienen que ver con Selena, que Melody Martišković elabora con candor. Una muchacha de la que apenas se nos habla, que está ahí y que resulta que está embarazada. Muy distinto sería, si el ánimo fuera crítico, que supiéramos que vive en unas chozas, con su padrastro alcohólico y que este abusa de ella. Al menos, cuenta con el apoyo incondicional de su novio, un Vid Ćosić caballeroso.

Por otro lado, otro eslabón, menos sofisticado; aunque también tendría su aquel, es Norman, un joven absolutamente vigilado por su madre. Un chaval tímido, enamorado de Allison, que Luka Knez representa como si fuera un avestruz correteando después de su primer beso. Mientras que la profesora que todos aman, igualmente se queda compuesta y sin relato posible cuando no logra el puesto de directora. No le tiene más remedio Alma Prica, que expresar un patetismo tronchante.

Luego, para rematar el desaguisado, aparece un tal Antonio, un regidor, saliendo a confraternizar con los espectadores, con esa ruptura de la cuarta pared tan tonta y populista, con remisiones al aquí y al ahora, para que los personajes se sorprendan de que lo son. Bagatelas para demorar una historia que se reduce a la mínima expresión, lo que deja cualquier trasfondo ideológico en casi nada. Es una manera bárbara de remitirlo todo a la guiñolización de esas marionetas que no paran de hacer esparajismos redundantes en demasía.

Claro que este Sorry tiene su ironía y llama la atención por sus procedimientos; pero ese formalismo no parece estar al servicio de una incisión mayor acerca de la sociedad norteamericana que tanto nos ha influido.

Sorry

Dirección: Bobo Jelčić

Dramaturgia: Mirna Rustemović

Elenco: Jadranka Đokić, Lana Meniga, Melody Martišković, Marko Makovičić, Luka Knez, Lara Nekić, Vid Ćosić, Marin Stević, Alma Prica y Ivan Colarić

Diseño de escenografía y vestuario: Zdravka Ivandija Kirigin

Asistente de dirección: Patrik Sečen

Asistente de dramaturgia: Karla Leko

Asistente de producción: Katarina Krešić

El espectáculo se realiza dentro del proyecto internacional «Prospero Extended Theatre», gracias al apoyo del programa «Europa Creativa» de la Unión Europea.

Teatro Nacional de Croacia en Zagreb

Teatros del Canal (Madrid)

Hasta el 25 de febrero de 2023

Calificación: ♦♦

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