El relato de Langelann, célebre gracias a sus versiones cinematográficas, salta a escena con una adaptación paródica

Aunque el relato de George Langelaan es célebre por las dos versiones cinematográficas que ha tenido, la de Neumann en 1958 y la de Cronenberg en el 86, a nosotros no nos valen; porque aquí se nos plantea una confluencia cómica entre personajes algo marginales –antes de que utilizáramos con tanta alegría el término friki-, y una especie de parodia retrofuturista.
Sus creadores se han fijado en el capítulo «La soucoupe et le perroquet» (1983), del programa documental de la televisión francesa y belga llamado Strip-Tease. Nos damos cuenta, al fijarnos en YouTube, de qué rollo van. Un tipo de campo que se hizo famosete, cuando construyó un platillo volante. Quizás pensemos en nuestro Callejeros; pero, inevitablemente, también en ese catálogo de especímenes únicos que caricaturizaba, aún más, Javier Cárdenas, cuando en Al ataque, entrevistaba a gente como Carlos Jesús en conexión con el planeta Raticulín.
Tampoco lo que acontece en escena es tan grotesco como estos ejemplos; no obstante, vale para hacerse una idea si se pretende darle alguna base de realismo. El asunto es que hay poco asunto, y cien minutos de función solo pueden caer en la repetición de gags, que pierden efectividad según vamos llegando al final. Y, como siempre ocurre con el humor francés más popular, el cariz infantil e inocuo se impone sin remisión, y ya cada cual con su gusto. A mí no me hace mucha gracia, más allá de algunas bromas macabras que tienen su aquel, como el teletransporte del perro.
Claramente, la escenografía de Audrey Vuong cobra una preponderancia fundamental, e igualmente se le acompasa sugestivamente la iluminación de Pascal Laajili. Por un lado, tenemos la detallista y versátil caravana, donde se hospedan la madre, Odette, una Christine Murillo, extraída directamente de 13 Rue del Percebe que, a pesar del ambiente, no olvida ponerse la peluca cada vez que viene una visita. Toda la tosquedad puesta al servicio de unas rutinas (recoger los rábanos para venderlos) y unas órdenes que se le insuflan a su hijo, aunque inicialmente creamos que es su marido. Christian Hecq se convierte en el verdadero artífice de esta propuesta. Él se lleva el gran protagonismo y en él se concentran todas la gracietas que de forma virtuosa desempeña a través de unas posturas corporales monstruosas. Su lugar de acción, claro, es la otra fascinante zona de la escenografía: su laboratorio. Escondido tras la trapa de acceso, observamos las dos grandes cabinas de teletransporte, unos ordenadores que nos destinan irremediablemente a los inicios de la informática, con esos monitores en verde que también dan su juego irónico, cuando aparece encerrada Marie-Pierre, como si estuviera en Tron. Aunque han querido situarnos más atrás, en los 60, lo cierto es que el espectáculo, por su tono de entretenido divertimento, tiene mucho de ochentero, con esos artilugios que parecen extraídos de cintas como Exploradores (1985). Y es que esta pieza vale perfectamente, por su simplicidad, para espectadores de todas las edades.
La mosca que contemplamos en la Sala Roja de los Teatros del Canal se «olvida» de aspectos críticos respecto de nuestra modernidad. No faltan experimentos en el CERN con las partículas, posibles viajes en el tiempo. Por no hablar de técnicas como CRISPR, los transgénicos o los trasplantes de órganos interespecies como ha ocurrido con el empleo de corazones de cerdo en humanos. Es decir, todo lo que tiene que ver con las ya inveteradas ínfulas científicas de domino de la naturaleza y de las leyes físicas que, en la ciencia-ficción, desde Frankenstein han caído con frecuencia en el género de terror, debido a las trágicas consecuencias en las que han devenido.
Por todo ello, el argumento queda en muy poco. Las pruebas de ensayo-error nos preparan para la verdadera prueba de fuego. Nuestro Robert, que al principio parece un Pepe Viyuela enredándose con la mesa plegable, y que luego se acogerá a la tradición de Louis de Funès (nosotros sostendremos en la memoria a Paco Martínez Soria), desarrolla enseguida sus tics de clown con los que evita que se vaya más allá cuando se fusiona con la susodicha mosca. Marca unos modos tan risibles, que después parece que está el pescado vendido si lo que se procura es derivarlo todo hacia lo cómico. No tiene problema en probar su aparato con un duende de jardín, un calcetín, con un filete, con un perro (de verdad en escena) y hasta con la que podría llegar a ser su novia. Esta es una compañera de colegio y vecina que hacía mucho que no veía. Valérie Lesort, otra de las máximas artífices del montaje, hace de Marie-Pierre, con gestos guiñolescos, que con su ingenuidad y candidez profundiza en ese humor inofensivo. Finalmente, aparecerá el inspector Langelaan, un Jan Hammenecker que apenas puede rematar la jugada con unas pocas escenas bien trazadas.
Este espectáculo no traspasa el mero entretenimiento. No aspira a rascar en las ideas que subyacen al hecho de que una especie de científico loco aspire a lograr ese imposible actual del teletransporte. Aunque, claro, la factura es formidable y posee su atractivo visual.
Versión libre del relato breve de George Langelaan
Adaptación y dirección: Valérie Lesort y Christian Hecq
Reparto: Christian Hecq, Valérie Lesort, Christine Murillo y Jan Hammenecker
Escenografía: Audrey Vuong
Diseño de iluminación: Pascal Laajili
Composición y música: Dominique Bataille
Guitarra: Bruno Polius-Victoire
Vestuario: Moïra Douguet
Artistas visuales: Carole Allemand y Valérie Lesort
Concepción de vídeo: Antoine Roegiers
Proyección de vídeo: Eric Perroys
Atrezo: Manon Choserot y Capucine Grou-Radenez
Asistente de dirección: Florimond Plantier
Dirección técnica: Pierre-Yves Chouin
Producción: Centre International de Créations Théâtrales / Théâtre des Bouffes du Nord & Compagnie Point Fixe
Coproducción: Les Célestins, Théâtre de Lyon; Espace Jean Legendre – Théâtres de Compiègne; Le Grand R, Scène nationale de La Roche-sur-Yon
La Mouche en NOUVELLES DE L’ANTI-MONDE de George Langelaan © Robert Laffont
Teatros del Canal (Madrid)
Hasta el 12 de febrero de 2023
Calificación: ♦♦
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