Los hermanos Forman presentan un espectáculo de varietés, circo y cine mudo que recuerda al Lejano Oeste americano

Todo apuntaba a espectáculo trepidante bajo el auspicio de unas Naves del Matadero en búsqueda irrefrenable por la vanguardia; pero si reflexionamos detenidamente sobre lo que presentan los hermanos Forman, la verdad es que termina por ser decepcionante. Tanta parafernalia, con ese amplísimo equipo, ofrece un montaje insustancial que se lo juega todo a una serie de procedimientos técnicos y circenses que, a estas alturas, no son para tanto. Y es que resulta que la primera media hora de la función consiste en una colección de canciones country, de trucos de magia —destinados a espectadores ingenuos—, de malabarismos con bicicleta, de coreografías de patinadores, de bailes ad hoc ejecutados impetuosamente. Acompañados por una orquestina en un escenario con partes móviles que se asemeja a aquellos salones del Lejano Oeste con varietés. Ciertamente, el ritmo es fulgurante, la salida de los actores sobre unas plataformas con ruedines nos recuerdan a los indios y a los vaqueros de Comansi. Aunque todo se dispone con ironía, con un expresionismo que ahonda en la comicidad —que parece dar buen resultado en el público—, se agota en sí mismo; puesto que ninguna de las actuaciones es verdaderamente grandiosa. Quizás el número de la bicicleta sobre la cama elástica vaya un poco más allá; pero ya estamos acostumbrados a ver circos de renombre realizar ejercicios descomunales o vídeos de Youtube con chavales ejecutando virguerías sin parangón. Afortunadamente, el cambio llega de forma radical, cuando ellos mismos reconocen que su show va por otro camino, que ciertas tecnologías permiten crear magia e ilusión. A partir de entonces viene una hora que visualmente nos persuade, efectivamente; puesto que emplea una serie de técnicas que simulan aquellos inicios del cine como los dioramas. Aquí, además, se juega con el propio lenguaje del cine mudo, con la cadencia desacompasada que los actores fingen irónicamente. Aparecen pantallas que proyectan el paisaje árido del desierto y se trabaja a partir de una pantalla casi transparente que produce esas motas propias del celuloide antiguo. El problema es que la historia que transcurre en aquel saloon, al que acude el típico malo de western y, también, un ilusionista que se va a hospedar allí; apenas es sugerente, y uno llega a olvidarse, porque lo que cautivan son los movimientos, el rostro fantasmagórico de individuos que por allí pululan y esa sensación de que te has introducido en un mundo espectral. El montaje, en general, supone un despliegue de medios descomunal. El elenco está repleto de intérpretes polifacéticos que se entregan con disposición para provocar un entretenimiento que no decaiga —y así lo logran. Pero, al finalizar, uno se pregunta si el éxito de su función (no hay más que aceptar que el público aplaude rabiosamente) no radica exclusiva y paradójicamente en el efectismo, en vender como magia —igual que se hacía en aquello circos que recorrían el Lejano Oeste— algo que no supera, en absoluto, el uso que otros creadores han empleado para pergeñar verdaderas obras de arte. Si no fijamos en propuestas de los últimos años, el Golem, de 1927, es un ejemplo magnífico de cómo aunar forma y contenido; aunque este último tampoco sea el no va a más. ¿No sería Deadtown un espectáculo de esos que nos encontramos en algunos parques de atracciones; pero sobredimensionado con personal y tecnología? En definitiva, reitero, lo que presentan los hermanos Forman es decepcionante para lo esperable. Esto no quita que posea muchos otros valores, antes reseñados, y que divierta enormemente a gran parte del respetable. Si este es el objetivo, desde luego, pueden darse por satisfechos.
Historia y guión: Ivan Arsenjev, Petr Forman
Director: Petr Forman
Cómicos, ilusionistas, pistoleros y damas: Petr Forman, Veronika Švábová, Marek Zelinka, Jacques Laganache, Daniela Voráčková / Simona Babčáková, Josefína Voverková, Vojta Švejda / Jiří Kniha, Michael Vodenka / Miroslav Kochánek, Ivan ”Zobák” Pelikán, Petr “Goro” Horký, Josef Sodomka / Ivan Arsenjev, Philippe Leforestier, Mitakuye Oyeasin, Jakub Tokoly y Dizzy Gilagio (Didier Castelle, Francois Lezer, Michel Oger, Thierry Malard)
Escenografía: Josef Sodomka, Matěj Forman
Diseño interior de la carpa: Matěj Forman
Coreografía: Veronika Švábová, Marek Zelinka y colectivo
Música y canciones: Marko Ivanovič, Jarda Traband Svoboda, La Lettera di Lincoln (Ennio Morricone)
Arreglos musicales: Jan Hasenöhrl con la colaboración de la Czech National Symphony Orchestra
Vestuario: Andrea Sodomková
Animación: Josef Lepša
Cámara: Jaromír Kačer
Efectos de sonido y de sala: Michal Holubec, Marek Poledna (Studio Bystrouška)
Posproducción visual: i/o post
Técnica de proyección: Jan Hrdlička, Jiří Wild (3D)
Diseño de luces: Louise Gibaud, Petr Forman
Idea de luz: Igor Schmidt, Petr ‘Goro’ Horký, Petr Forman
Idea de sonido: Philippe Leforestier, Philippe Tivilier
Producción: Forman Brothers Theatre
Coproducción: Théâtre-Sénart, Scène nationale – Lieusaint (France), Théâtre du Manège – Scène nationale – Maubeuge (France), Le Manège Mons – Centre Dramatique – Mons (Belgium), Parc de la Villette – Paris (France), MCB° Bourges – Bourges (France), MC2 : Grenoble – Grenoble (France), Latitude 50, Pôle des arts du cirque et de la rue – Marchin (Belgium), l’Avant Seine/Théâtre de Colombes – Colombes (France).
Con el apoyo de: Théâtre de Cornouaille – Scène nationale de Quimper – Quimper (France), Silkeborg Dukketeaterfestival – Festival of Wonder – Silkeborg (Denmark), Festival Internazionale di Andria Castel dei Mondi – Andria (Italy), Città di Andria (Italy), La Ville de Rennes – Rennes (France), Théâtre National de Bretagne – Rennes (France)
Apoyo financiero: Ministerio de Cultura, República Checa Ciudad de Praga, República Checa
Colaboradores: C.S.Cargo, Panasonic, Messenger, CNSO
Naves del Matadero (Madrid)
Hasta el 28 de enero de 2018
Calificación: ♦♦♦
Puedes apoyar el proyecto de Kritilo.com en: