Modelos animales

Nieve de Medina relata su aventura en el mundo de la dramaturgia en un viaje de autoficción

modelos-animales-fotoEl problema es contar. El problema es que el teatro se convierta en un espacio donde te cuentan una historia, donde cada cuento de cada escritor se pueda escuchar en un espacio escénico bajo la pátina de eso que se hace llamar narraturgia; es decir, volver a los orígenes, cuando las gentes analfabetas, pero ávidas de historias, exigían al chamán que se pusiera a contar; básicamente lo que después haría el coreuta. Parece que se ha optado por renunciar a las coherentes formas del teatro —y este no es un asunto de purismo, sino de respeto a la cultura del respetable (a los niños se les cuentan los cuentos y se les dan las explicaciones que sean pertinentes)— para trasladar los relatos con su narrador, sus descripciones y el resto de elementos propios de lo narrativo. De todo esto hay bastante en Modelos animales, la obra que presenta en la Sala Cuarta Pared Pablo Iglesias Simón, basándose en un relato del libro de Aixa de la Cruz que lleva el mismo título. Y no es que Nieve de Medina se plante en el medio del escenario y nos cuente el cuento tal cual, no (eso ya lo hizo hace un mes Katelijne Damen en Orlando). Pero sí que nos dirige, desde el principio hasta el final, por los vericuetos de su aventura; y la representación como tal queda mermada por ese hecho. No se mantienen diálogos, sino que se narran diálogos. No se experimenta el contexto, sino que se describe; en este caso Canadá, adonde se dirige para escribir una obra de teatro, después de haber recibido una beca de creación. Hagamos aquí un inciso. Si la narraturgia es una especie de antiteatro (algo así está ocurriendo desde que se inventó la poesía de la experiencia; deléitense con los jóvenes poetas superventas); su contrario, su exceso de teatro, tanto por la repetición del recurso como por esas ansias por jugar al juego del juego, es —como vengo repitiendo en los últimos tiempos— el metateatro. Seguramente la escena teatral implosione debido a la radiación del metateatro. Aquí lo tenemos por partida doble; por una parte, en el contenido (versa sobre teatro) y, por otra parte, por la forma, pues se acogen a los modos de la autoficción, donde la actriz finge ser ella misma y pone algo de su biografía (como en las novelas de no ficción a lo Truman Capote o Sánchez Dragó). Existe tal empeño por lo real, cuando paradójicamente nos vemos envueltos en la maraña de las redes sociales, que llegará un punto donde todo será tan real como la vida misma y sencillamente iremos al teatro a tomarnos unas cañas. Dicho todo esto (exagerado para el caso concreto que nos ocupa, aunque la obra venga influida por estas tendencias), Iglesias ha pretendido exponer la vida de una actriz en la cincuentena. Ya casi no la llaman para ningún papel interesante. Volvemos con esta queja de la que últimamente no se para de hablar, sobre las pocas oportunidades que tienen las mujeres maduras para encontrar un hueco en el cine o en el teatro. Algo absolutamente lógico si estas artes aspiran a reflejar, en su mayor parte, el mundo en el que vivimos (también es una profesión en la que se puede empezar a trabajar mucho antes que en otras). De todas formas haría falta una argumentación más profunda, no una constatación de una franca evidencia. Ella termina por involucrarse existencialmente en la propia ficción que ha creado, en una especie de simbiosis con la intérprete que debe encarnar el papel que ha escrito para ella y que, lógicamente, está plenamente inspirado en su propio devenir. La idea es magnífica; pero hasta que se produce esa extraña metamorfosis, la función se vuelve un tanto anodina. Se requeriría pulir más ciertas escenas de ensamblaje (o quitarlas) para poder regodearnos auténticamente en el meollo y en su juego de espejos (también un valor a tener en cuenta). Asistimos a la cotidianidad de la protagonista en su casa con su gato, con quien experimentará toda clase de procedimientos —algunos macabros— de conductismo pavloviano (muy útil para su labor como dramaturga y directora). Por otra parte, no acabamos de creernos que verdaderamente esté en Montreal, si no es por que lo afirma. ¿Nieva o no nieva, se debe adaptar a los nuevos modos de vida o todo sigue igual? Viene el montaje con una buena colección de recursos escenográficos que no terminan, en su totalidad, de compactar con la propia interpretación. Sobre la fachada de la casa (¿ha sido buena idea enladrillarla cuando sobre ella aparecerán sobreimpresionadas todo tipo de imágenes?) se va ilustrando parte del argumento con proyecciones diseñadas por el propio director y por Cayetano Astiaso. Esto convierte en atractiva la función. Varias minicámaras recrean en directo diversas acciones de la actriz, cuando un maniquí hace las veces de joven intérprete que debe imitar a la dramaturga. Ahí sí que se logra vertebrar un atisbo de diálogo, se muestra un distanciamiento, una ficción. Luego, la construcción en miniatura de dos casas en una calle, vuelve a forzar la narración y no acaba de aprovecharse escénicamente, queda un poco pobre visualmente (hace unas semanas veíamos un recurso parecido, pero desarrollado de forma mucho más sofisticada, en A House in Asia). Debemos valorar muy positivamente el trabajo que realiza Nieve de Medina, sabe moverse por el escenario con soltura y enseguida entabla una relación de compromiso con el público. Su pulsión es inapelable y le otorga credibilidad a su yo-personaje. Tanto en su relación cruenta con el gato —pura metáfora persuasiva de lo que se llega a hacer con los actores para que cumplan con los designios de los directores— como en su trastorno e involucración en el proyecto hasta la excitación sexual y la masturbación —signo de entrega absoluta en el proceso de ficcionalización y de fermentación dramatúrgica. En definitiva, creo que el trabajo de Pablo Iglesias Simón es ambicioso en su punto de partida y, aunque posee suficientes méritos y momentos seriamente sugerentes, le faltaría ajustar el ritmo, depurar algunos tiempos muertos y no caer tanto en lo narrativo.

Modelos animales

basado en un relato de Aixa de la Cruz

Dirección y dramaturgia: Pablo Iglesias Simón

Actriz: Nieve de Medina

Espacio escénico y videoescena: Cayetano Astiaso y Pablo Iglesias Simón

Vestuario y utilería: Maite Sanz

Iluminación: Alfonso Ramos

Movimiento: Luz Arcas

Construcción de escenografía y dirección técnica: Cayetano Astiaso

Asistente videoescena: Gonzalo Astiaso

Diseño gráfico: Nuevenovenos

Distribución: Jorge Abad

Producción: Andrés Arenas y Migue Prieto

Ayudantes de dirección: Paz Buelta Jaén

Sala Cuarta Pared (Madrid)

Hasta el 4 marzo de 2017

Calificación: ♦♦♦

Texto publicado originalmente en El Pulso.

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