Carmen Machi se metamorfosea en una Helena de Troya humanizada para declamar el texto escrito por Miguel del Arco

La importancia de desmitificar los mitos mitificados a lo largo de la historia, los tópicos y las frases hechas que no paran de desvirtuar los valiosos elementos simbólicos que se soterran bajo la ficción, es uno de los principales baluartes de este espectáculo escrito y dirigido por Miguel del Arco. Contamos con un texto eminentemente posmoderno, donde la mezcla de discursos propende a sintetizar una alocución enérgica y eficaz. Desde mi punto de vista, le haría falta rebajar, principalmente al principio, ese populista deje que busca la complicidad de un público al que la protagonista ha otorgado el papel de jurado. En general, funciona ese baile dialéctico entre lo procaz y lo sentencioso, donde Helena de Troya va socavando la zafiedad que se esconde detrás de tanto héroe santificado por la literatura. La furibundia de la mujer más bella nos recuerda que antes de llegar a ese gloriado siglo de Pericles, el mundo helénico, como tantos otros, se edificó moralmente en el salvajismo. Los héroes vienen tan llenos de máculas como los dioses que los auspician; su ligereza, su músculo o su astucia tantas veces loada por los rapsodos, ocultan sus vicios y su brutalidad. Zeus, padre también de esta Helena, juega con sus creaciones para establecer su poder, a través de antojos y perversiones tan propios de los hombres. Para vertebrar toda esta verborrea nada complaciente con esos cuentecillos ejemplarizantes en los que se ha convertido la mitología, se erige, entre dolida y vitriólica, una de esas actrices que, con su aire de honestidad, es capaz de arrebatarnos y de superar un entramado textual que a veces cae en la pura narración didáctica con directrices al respetable sobre las vinculaciones entre los personajes; Carmen Machi lleva un carrerón teatral (en los últimos tiempos, su Creonte en Antígona o su Lady Mácbez) que la sitúa dentro de esa pequeña élite de actrices que se nos muestran poseídas por su personaje, ofreciéndonos un encuentro intérprete-espectador absolutamente catártico. La fuerza que le imprime a esta Helena de Esparta se alimenta de la vesania, del maltrato que le han dado sus violadores casi desde su nacimiento, hasta que ha llegado el amor a través del «rapto» de Paris. La protagonista, vestida de un rojo diabólico, incurre en la vía dionisiaca, donde el vino y otros mejunjes la van llevando hacia la melopea y a ciertos momentos de locura. A todo ello contribuye excelentemente la gran mesa preparada por Eduardo Moreno, todo un ara sacrificial enorme, una invitación bacanal donde la sinceridad devastadora se acoge al «in vino veritas». Se le suma a ese caluroso enrojecimiento la potente iluminación trasera de Juanjo Llorens, que nos impacta en los ojos, a la vez que la Machi se deja embriagar hasta reconocerse en el amor. Es aquí, en tal circunstancia, cuando se oye una canción de voces pregrabadas que, desde mi punto de vista, desentona, edulcora y hasta estropea estética y conceptualmente la intensidad de una función movida por la ironía acibarada de una Helena sin la bella pátina de la historia. Juicio a una zorra consigue humanizar al personaje, todo un chivo expiatorio de las conquistas legendarias de las que tan poco sabemos; pero que la imaginación de los escritores transformaron en relatos religiosos de los que podemos extraer símbolos a la manera junguiana, que Miguel del Arco ha sido capaz de desbrozar. Ante todo es un espectáculo donde la actriz Carmen Machi vuele a situar el arte de la interpretación en ese altar al que tan difícil resulta elevarse.
Autor y director: Miguel del Arco
Reparto: Carmen Machi
Música: Arnau Vilá
Iluminación: Juanjo Llorens
Sonido: Sandra Vicente (Estudio 340)
Cartel y fotografías: Sergio Parra
Diseño mesa: Eduardo Moreno
Peluca: Antoñita Vda. de Ruiz
Técnico de luces: Ricardo Portes
Técnico de sonido: Enrique Calvo
Peluquería: Sara Álvarez
Producción: Aitor Tejada
El Pavón Teatro Kamikaze (Madrid)
Hasta el 29 de enero de 2017
Calificación: ♦♦♦
Texto publicado originalmente en El Pulso.
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Un comentario en “Juicio a una zorra”