Una comedia de aire juvenil sobre un joven científico que viene del futuro a salvar a su madre
Aunque no son pocas las películas que han tratado ampliamente el tema de los viajes en el tiempo, no es en absoluto habitual encontrarlo en el teatro. En Satisfaction nos topamos con Rubén, un joven científico que ha venido desde el futuro para salvar a su madre de un accidente de avión. Transformada en una comedia de enredo, con cierto toque a film ochentero y ritmo televisivo, aporta como juego visual el hecho de que participen unas gemelas que nos llevan a un final que podría ser más sorpresivo si no fuera tan abrupto. Podría considerarse, incluso, una obra de entretenimiento para adolescentes, aunque no sé si a sus padres les gustaría que cada uno de los cuatro actores esputara cada cinco minutos la expresión «¡hostia-puta!» o «¡cojones!», sin venir mucho a cuento. Todavía me pregunto por qué se utiliza ese lenguaje como si fueran muletillas de unos barriobajeros cuando el contexto no lo pide. A veces se busca así la risa fácil. Mal camino. Uno tenía la esperanza de que aprovechando que la cuestión esta de los viajes intertemporales estaba inédita en las tablas, que se hubiera aprovechado para ofrecernos algún giro distinto, alguna perspectiva peculiar; pero lo que descubrimos es, otra vez, la colección de tópicos propios de estas historias. Ya se sabe, la explicación peregrina con tecnicismos de aquí y de allí que te dejan como estabas (o el socorrido, «es que en el futuro se ha descubierto que…»), y, luego, todo lo referido a las dislocaciones y repercusiones que tienen cada una de las nuevas intromisiones de aquel que no debería estar ni por asomo en ese lugar (es el constante recurso de la famosa serie El ministerio del tiempo). Apenas atinamos con algo que se salga de la tónica, es más, la dramaturga, Blanca Bardagil, parece empeñada en que la madre no se crea la versión del hijo o que este no encuentre ningún método más expeditivo (tiene muchos a su alcance, desde la fuerza hasta una demostración empírica) para evitar que se suba al avión. Curiosamente, la otra protagonista, la canguro, enseguida entra al trapo, menos mal, y es quien nos da más juego con sus líos amorosos y su disposición a la hora de participar en el plan de aquel recién llegado. Quizás hubiera tomado otro cariz, otra potencia, si las interpretaciones hubieran estado más afinadas. Creo que a Pedro Casas, quien hace bien poco dirigió La piel del lagarto, se le ha ido algo la mano a la hora de forzar lo cómico cuando la obra no daba para tanto. Nos encontramos con las gemelas Zapata con gestos y entonaciones que requieren más naturalidad, además de que cuando la función se acelera el texto se pierde. Mejor Isabel Alguacil en su entrega, aunque su papel sea inverosímil; sus cambios de humor y su forma de razonar parecen injustificados más allá de su ruptura matrimonial. Finalmente, Rafa Delgado es, en verdad, el encargado de dotar a la obra de un colorido particular y, con franqueza, para ser un físico parece que se lo toma como si fuera un divertimento. En fin, que Satisfaction se muestra como una obra juvenil, deudora de aquellas series de los noventa destinadas a provocar la risa y la confusión cada cinco minutos, cuyo único objetivo es pasar el rato. Debe ser eso que dicen… «algo fresquito, que es verano». Pues nada, esperemos al invierno.
Autora: Blanca Bardagil
Dirección: Pedro Casas
Reparto: Isabel Alguacil, Rafa Delgado, Cristina Zapata y Marisa Zapata
Escenografía: Álvaro Espinosa
Teatro Lara (Madrid)
Durante los días 2, 9, 16, 23 y 30 de agosto de 2016
Calificación: ♦♦
Texto publicado originalmente en El Pulso.
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