Vuelve Kafka enamorado a las tablas del María Guerrero (Madrid) tras el éxito de la temporada anterior

En poco más de una hora Kafka sintetiza su angustia, su malestar existencial, su incomprensión de sí mismo y esa ansia por escribir como forma de esconderse del resto de la humanidad que nos atisba a entender que eso y solo eso es lo que da sentido a su vida y, lo que resulta más paradójico, seguramente esté equivocado. Kafka no nació para vivir y mucho menos para enamorarse, ni siquiera de sí mismo, por esta razón el planteamiento de la obra creada por Luis Araújo concita las impotencias de un hombre atormentado.
Franz Kafka es Jesús Noguero (hace bien poco nos deleitó con su papel de Leonardo en 1941. Bodas de Sangre); su mirada se pierde, se ausenta, se torna triste y se regodea en una melancolía inquieta. Se clava en el escenario con una energía endeble, con el prurito de un hombre que no quiere llevar ese traje, ni quiere vivir en esa época, ni quiere compartir su existencia con todos aquellos que lo rodean, a los que no odia, pero a los que tampoco es capaz de amar. Es, sin duda, con la mirada como construye a su personaje, puesto que emitir palabras, vocalizar, supone una tortura; si debe expresarse, lo debe hacer por escrito, con los términos adecuados, aunque vayan acompañados indefectiblemente de sus eternas dudas. Noguero, que es uno de los mejores actores del actual panorama dramático español, se asfixia dentro de Kafka como la única posibilidad de mantenerse en pie. Sus acompañantes son Beatriz Argüello, su amada Felice Bauer, que llega a cotas altísimas de emoción desgarradora pasando por momentos de alegría y vivacidad que ofrecen un contrapunto esencial a las tribulaciones de su amado. El tercero, amigo fiel, celestino y paciente confesor, Max Brod al que da forma Chema Ruiz con gran serenidad y con esa pertinente generosidad que propicia el protagonismo de Kafka-Noguero. De verdadero interés resulta la escenografía diseñada por Alicia Blas. Cuando entras en la Sala de la Princesa, en esa caverna del María Guerrero, sientes la impresión de penetrar en una sauna o en el vagón de un tren donde podrían viajar animales estabulados; esos juegos de tablillas, sus rendijas, a veces iluminadas, provocan, precisamente, la evocación de esa guarida que describe Kafka, ese lugar en el que disfrutaría como escritor, escondido, apartado de todos y de todo. Una especie de jaula para un individuo esculpido con tristeza y pesimismo; un ser henchido de desesperanza. Al final, después de ese cúmulo apabullante de sentimientos encontrados en las excelentes interpretaciones, uno se pregunta si únicamente a través de la vía del sufrimiento se pueden llegar a construir novelas tan paradigmáticas del siglo XX como El castillo o El proceso.
Kafka enamorado
Texto: Luis Araujo
Dirección: José Pascual
Reparto: Jesús Noguero, Beatriz Argüello y Chema Ruiz
Escenografía: Alicia Blas Brunel
Vestuario: Rosa García Andújar
Música: Luis Delgado
Teatro María Guerrero (Madrid) – Sala de la Princesa
Hasta el 2 de marzo
Calificación: ♦♦♦♦
Texto publicado originalmente en El Pulso.
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