Kill me

Marina Otero construye una performance con los habituales elementos del teatro posdramático para redundar en el tema de la salud mental

Kill me - Foto de Pablo Lorente
Fotografía de Pablo Lorente

En los entresijos del arte contemporáneo, las obras cargadas con una compleja conceptualización elaborada con formas que desbordan los marcos referenciales se entremezclan con otras (la inmensa mayoría) que únicamente son copias de procesos, plagios de emulsiones y repeticiones de técnicas dramatúrgicas en ese cajón de-sastre que es el teatro postdramático. Para mí, una de las claves es filosófica. Si la propuesta carece de ideas, el cliché se impone. Esto es lo que ocurre aquí. Vayamos directamente al final. ¿De verdad Marina Otero ha cerrado su performance haciendo una recreación del «Wrecking Ball», de Miley Cyrus? Igual desnudez y delgadez. Una letra cursi y tópica para agradar al planeta pop. Su vídeo lleva en diez años mil doscientos millones de reproducciones. Lanzar unos puños de boxeo (sin más). Darle a tope a la iluminación para que nos ciegue, y aguardar a que la cla se ponga en pie. Demasiados espectadores rozagantes para una pieza insulsa que no hace más que acogerse a esta moda de la salud mental. Que nadie se quede sin su trastorno. Sin su sigla santificada por el DSM-5.

Antes: «Van a ver que el archivo vuelve a ser autorreferencial. Qué voy a hacer si estreno una obra cada tres años, que es el tiempo que necesito para que me pasen cosas que le interesen a alguien más que a mí». Con estos principios, desde luego, poca obra de arte se puede pergeñar. Miles y miles de aspirantes a individuos llevan vidas tan anodinas, monótonas y supuestamente peculiares en su rareza congruente que no queda más remedio que emprender otros caminos. ¿Qué tal probar con la imaginación? La autoficción se nos sale por las orejas y todo es básicamente lo mismo. Película de quince minutos con fotos y vídeos de otra relación amorosa que se va al traste. El tal Pablo no aguanta las idas de olla de la tal Marina. Nada nuevo. ¿Y qué más? Pues cuando termina el collage de carpeta adolescente llegan las replicadoras. ¿No podría cada una de ellas elaborar su propio espectáculo? Esto trata de explorar el TLP (Trastorno Límite de la Personalidad).

Vuelvo a la carga: ¿De verdad se ha recurrido al tema «Woman in love», de Barbra Streisand para hablar del amor? Que salgan desnudas no es nada epatante hoy en día. Que vengan a pegar tiros y emular una entradilla de algún film de James Bond, ya es de lo más corriente. Porque no dejar de ser esta la canción de Octopussy (sobre las tablas penta-pussy). Si vienen con una peluca pelirroja, pensaré en Milla Jovovich en El quinto elemento. Aunque la heroína reclame a Sarah Connor. ¿Se inmiscuirá Otero por vericuetos abstrusos e inasibles?

Recurrir a Nijinsky ─diagnosticado de esquizofrenia─ como dios tutelar e ir creando un altar en escena posee una coherencia, pues nuestras protagonistas son bailarinas. Hacer parodia con Tomás Pozzi (después se unirá como bailarín empelotado con vello púbico de filfa) ya es una deriva más arriesgada. Sobre todo, ya que el actor (magnífico y versátil) ha explotado tanto en televisión como en teatro su vis cómica y payasesca (hasta participó en un montaje navideño, Cometa soy yo, donde realizaba algunos ejercicios similares) y la gracia resulta manida. Muchos espectadores comprenderán que su perfil de bufón, su autoironía con su baja estatura y, a la vez, sus capacidades dancísticas llevadas con gran soltura se llevan a un terreno poco propicio para que estas mujeres que tienen delante puedan expresar su sentir. Darle cobertura a Natalia Lopéz Godoy, quien ejecuta una coreografía que es en sí una muestra, un ensayo, una demostración de sus habilidades, es la antítesis consabida del hombrecito que sostiene a duras penas a una bailarina con un volumen poco habitual en el ballet. Es entonces como tiene que funcionar la metáfora de estas empoderadas frente a la locura y la retahíla de trastornos (las sentencias de esta intérprete sobre sus padeceres serán poco teatrales; pero son extremas). Aplastar a ese Cupido insolente es un gesto de soberbia.

La trama es una narración de lo acontecido, del proceso de construcción, que demuestra hasta qué punto las soluciones dramatúrgicas son evidentes. Hablar del narcisismo poniendo narcisos en la tumba de Nijinsky. Y, después, mear sobre ellos con el micrófono en la vagina como (one more time) Angélica Liddell en Una costilla sobre la mesa: Padre. Todo parece trazado por el azar. Ana Cotoré para redundar en el tópico suicida: «Vive rápido, muere joven y deja un bonito cadáver» y hermanarse con esos seres solitarios que han sucumbido como Marilyn o Lady Di. Desde luego, los bailes son, en general, mucho más potentes que las elocuciones y, por momentos, parecería que los cuerpos, todos casi siempre despojados de ropajes, y su movimiento, son lo único que nos queda. En este sentido, no hay más que escuchar a Josefina Gorostiza, quien no es TLP; sin embargo, hay justificar su presencia no solo como bailarina; sino porque sus padres son psicoanalistas lacanianos. Y patinar. Patina muy bien. Finalmente, Myriam Henne-Adda, también bailarina y, además, cantante discurrirá con Edith Piaf. Su consumo crónico de litio todavía da para un minúsculo esbozo geopolítico de este metal y su poder en el cerebro (y en nuestro teléfono). Tampoco se va más allá; aunque sea loable su participación en el canto y en el piano.

Nada más para continuar la andadura de este proyecto titulado Recordar para vivir, que ya ha dejado trabajos como Fuck me o Love me. Si comparamos el Vudú (3318) Blixen, donde Angélica Liddell de manera magistral abordaba el tema de la «locura de amor» (sobredimensionado en su Kuxmmannsanta) con esto de Otero, convendremos en que la autora argentina, quien ha alcanzado los cuarenta años, nos ha ofrecido un espectáculo propio de una veinteañera, de aprendiz. Es obligatorio profundizar, preguntarle, preguntarse, preguntarnos, ¿y qué más?, ¿y qué más? La maestra debe ser «aniquilada» o abandonada de una vez.

Kill me

Texto y dirección: Marina Otero

Intérpretes: Ana Cotoré, Josefina Gorostiza, Natalia Lopéz Godoy, Myriam Henne-Adda, Marina Otero y Tomás Pozzi

Música en vivo: Myriam Henne-Adda

Asistencia en la dirección: Lucrecia Pierpaoli

Diseño de iluminación y espacio: Víctor Longás Vicente y David Seldes

Diseño de sonido: Antonio Navarro

Diseño de vestuario: Andy Piffer

Sastra: Guadalupe Blanco Galé

Dirección técnica e iluminación en gira: Víctor Longás Vicente

Dramaturgista: Martín Flores Cárdenas

Fotografía: Sofía Alazraki

Vídeo: Florencia de Mugica

Técnico de sonido: Sandra Vicente Perea

Programador de iluminación: Jesús Díaz Cortés

Producción general y ejecutiva: Mariano de Mendonça

Asistencia en la producción: Kysy Amarante Fischer

Distribución: Otto Productions (Nicolas Roux, Lucila Piffer), Tecuatro (Jonathan Zak, Maxime Seugé) y PTC Teatro (Olvido Orovio)

Coproductores: Teatros del Canal (Madrid), HAU Hebbel am Ufer (Berlín), Cité européenne du théâtre, Domaine d’O, Montpellier/ PCM2024, Théâtre du Rond-Point (París), Célestins – Théâtre de Lyon, Théâtre des Célestins (Lyon) y FITEI Festival Internacional de Teatro de expressão Iberica (Porto)

Apoyos: Residencia artística de la Casa Velázquez del Ministerio de Educación Superior e Investigación de Francia, FITLO Festival Iberoamericano de Teatro de La Rioja y Museo de Arte Moderno de Buenos Aires: El Borde de sí mismo

Agradecimientos: Jorge Tesone, María Velasco, Andrés Manrique, Juan Ignacio Bustos, Hugo Lacroix, Cala Zavaleta, Toma Café, Santiago Rigoni, Patricia Alda, Augusto Chiappe, Juanfra López Bubica, Fred Raposo, Matías Rebossio, Miguel Valdivieso, Cristian Vega y Ruslan Alastair Silva

Performers audición: Sabine Calleja Díaz, Melinda Espinoza, Paula González Delgado, Lila Izquierdo, Laura Jabois Rodríguez, Clara Pampyn Boyer, Javiera Paz, Julia Pedrón Nicolau, María Pizarro Pérez, Camila Puelma Wright, Blanca Rizzo y Elsa Tagawa

Esta obra ha sido seleccionada y beneficiada con la Ayuda IBERESCENA 2024

Teatros del Canal (Madrid)

Hasta el 23 de junio de 2024

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