Ignacio García May discurre con mucha inteligencia sobre la realidad y la ficción en este drama que abre la temporada del Teatro Español

Los retos dialécticos en el teatro siempre nos va remitir a esa época del neoclasicismo, sobre todo, francés, donde, bajo la máxima horaciana (docere et delectare), se dirimían las cuestiones fundamentales. De hecho, un afrancesado como Josep Maria Flotats ha pretendido eso con algunos de sus más célebres montajes, ya fuera La cena o aquel Voltaire / Rousseau. La disputa. Por eso, tampoco me parece baladí el hecho de que nuestros protagonistas porten nombres franceses, quebequeses, como son Pierre y Cecil, o sea, Pedro («Yo te daré las llaves del reino de los Cielos») y un «ciego» que debe ser guiado en la «oscuridad». Permítanme que me ponga en modo hermeneuta; puesto que la obra lo pide. Sigue leyendo


Somos afortunados de poder asistir a un espectáculo teatral con un elenco de veinticinco intérpretes. En la versión de Lluís Homar no se llegó tan lejos y, en la más reciente de 
De gran importancia para el seguro asentamiento de la dramaturga Ana Caro de Mallén es la investigación que ha realizado Juana Escabias, quien ha recabado toda la información disponible para ofrecernos una biografía tan fascinante a la que no ha sido fácil acceder. Pero la cuestión no debe ser tanto si esta obra que aquí se presenta en el Teatro de la Comedia —ya tuvo una puesta en escena allá por el 2019 a cargo de la Fundación Siglo de Oro— vale porque una escritora del siglo áureo la firme; sino porque posee calidad en sí misma. Y sí, podemos declarar que es una comedia bien compuesta; aunque poco original, pues enseguida detectamos la influencia de Don Gil de las calzas verdes, de Tirso de Molina. Y, si seguimos con alguna pega más, pues se podría aseverar que en el juego de los enredos se exprime un tanto la acción en cuanto que podría revelarse la treta algo antes.
Sería muy maniqueo afirmar que los dos personajes que se presentan en El ciclista utópico son los caracteres que fundamentalmente estructuran nuestra sociedad. El vendedor y el comprador, el comprometedor y el comprometido, el cuidador y el cuidado. Dependiendo de la posición que ocupemos, según las reglas de nuestra sociedad, seremos embaucados o abducidos o reconfortados. No faltan experimentos donde se demuestra cómo las neuronas espejo hacen de las suyas en cuanto establecemos contacto visual con un desconocido. La empatía y nuestras pulsiones sociales nos disponen hacia una civilidad enredante. Manuel, el maestro del pueblo donde va a transcurrir la acción, conduce por la carretera, el sol lo deslumbra y atropella a un ciclista. Bici escacharrada y alguna contusión para el pobre hombre. El percance, más aparatoso que otra cosa, es suficiente para que se cree una relación entre los dos individuos. 
