Los duelistas

La historia de estos dos húsares que protagonizan la novela breve de Joseph Conrad sube a las tablas del Teatro Fernán Gómez

Tenemos ante nosotros una obra que, ante todo, es célebre por el film que realizó en 1977 Ridley Scott. Una cinta que contiene esos elementos de aventura, de romanticismo y de coraje que logran hipertrofiar estéticamente la novela corta, titulada El duelo, que Joseph Conrad firmó en 1907. En la adaptación que entrega Javier Sahuquillo y que dirige Emilio Gutiérrez Caba se contraviene la lógica del teatro. Parece que las adaptaciones novelísticas nos abruman en los últimos tiempos ─no pondré la infinita lista─ y que, además, vienen «acomplejadas» por los propios usos narrativos. Es decir, me explico. Por una parte, el llamado posteatro ya ha incluido sobremanera la narración. Por otra parte, el teatro de corte naturalista que elige argumentos extraídos de novelas recarga las propuestas con narradores que van sobreexplicando lo acontecido, o rellenando huecos allá donde se considera preciso; en lugar de acogerse al diálogo como procedimiento preponderante. ¿Qué conlleva esto? Pues que, en muchas ocasiones, el público se desactive intelectualmente ─se le da todo hecho─ y que, como ocurre, sobre todo, en este montaje, los personajes queden opacados y sin desarrollo.

Si la intención era pergeñar un espectáculo más llevadero, atrayente y hasta divertido, entonces, en cierta medida, han acertado. Para ello, le han dado un toque de humor inglés con la introducción del propio autor redivivo, el mismísimo Józef Teodor Konrad Korzeniowski, nacido en 1857 en Berdíchev (actualmente Ucrania). Daniel Ortiz interpreta con retranca al novelista y se convierte en el relator de las andanzas de esos dos húsares que van a enfrentarse sin fin. Las puntualizaciones y las diferentes referencias a las guerras napoleónicas que transcurren a la sazón se expresan entre chanzas. Le da la réplica su esposa, Jessie Conrad, quien también elaboró sus propias publicaciones. Aurora García Agud, sentada en el piano ─escucharemos, entre otras piezas, la Zarabanda, de Händel─ resulta muy ajustada al ambiente general, un tanto paródico, como si quieran distanciarnos de cualquier motivo épico. Así, esos dos hombres serán descritos tanto en el antagonismo como en la similitud más insultante. Si Armand d’Hubert, que encarna Francisco Ortiz con apostura imponente y una sensatez superior a su rival; pero igualmente ofuscado con las cuitas de su enemigo. Casi siempre por delante en los ascensos en su carrera militar. El otro, Gabriel Florian Feraud, nos deja a un José Juan Sevilla más ansioso, como si la vida corriera demasiado rápido para el logro de sus ambiciones. Demuestra aires donjuanescos y en esta versión nos lo sitúan, incluso, en el salón de Madame de Staël (una invención). Ambos se quedan sin texto suficiente. Esbozos de soliloquios, que no les permiten redondear su rol. Nos deben demostrar su valía más por su espada que por su dicción. Al menos asistiremos a distintos embates de esgrima a muy pocos metros del respetable. Un descuido podría devanarle el cuello a algún espectador de esos que revisan el móvil a cada rato (quizás en este caso las artes escénicas no perderían tanto).

¿Por qué estos tipos van a estar durante dieciséis años encontrándose una y otra vez en bosques apartados para batirse? El propio Napoleón detestaba que sus militares recurrieran a esos métodos; aunque estos dos se habían convertido en la razón de ser del otro. ¿Cómo no verlo hoy en día como una cuestión deportiva o interpretativa (pienso en la película Competencia oficial, de 2021)? En verdad, ninguno quería matar al otro; porque, ante todo, su honor dependía de ese que tenía un tajo en la pierna. ¿Dónde quedaría la revancha y, por lo tanto, la magnanimidad posible si alguno fallecía? Sí, deben parecer patéticos y por eso el tono satírico es conveniente.

El honor siempre ha sido uno de los grandes temas de nuestra existencia en sociedad, como bien ha reflejado la literatura. El Siglo de Oro sin honra que ganar o perder se quedaría desfondado. El asunto es que estos soldados nos importan un bledo; puesto que están vacíos frente a nuestros ojos. No se nos permite adentrarnos en sus entrañas, en su bilis, en su fulgor, en su estupidez, en su concepción de la vida. Su masculinidad requiere de ese afán. Son varones capaces de arriesgarse en el campo de batalla por su patria, por su pequeño general; pero necesitan el premio social, esa reputación que se imprima en la memoria del resto.

Al menos, podremos entretenernos con esos espadazos, con sus bufidos mientras pierden el aliento en ese espacio tan reducido entre maderos y cajas con una pantalla circular al fondo que ha ideado Luis Crespo, y que resulta práctico y acogedor.

Los duelistas

Autor: Joseph Conrad

Adaptación: Javier Sahuquillo

Dirección: Emilio Gutiérrez Caba

Reparto: Daniel Ortiz, Francisco Ortiz, José Juan Sevilla y Aurora García Agud

Diseño y realización del espacio escénico: Luis Crespo

Diseño y realización del vestuario: Pier Paolo Álvaro

Diseño de iluminación: Pablo Fernández

Videoescena: Inés Sánchez González

Diseño de espacio sonoro: Edu Soriano

Ayudante de dirección: Marta Gutiérrez-Abad

Maestro de armas y lucha escénica: Javier Mejía

Composición musical: Marc Servera

Maquillaje y caracterización: Carmen Fraile

Gestión económica: Amparo Tortajada

Producción ejecutiva: Cristina Barbero

Distribución: Daniel Tormo

Fotografía y vídeo: Fede Caraduje (Puerta 3)

Cartel e imagen gráfica: Patossa

Comunicación y RRSS: Clara Llorca

Producción: Yapadú Produccions

Teatro Fernán Gómez (Madrid)

Hasta el 18 de enero de 2025

Calificación: ⭐⭐

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