Solarpunk

La Sala Cuarta Pared inicia una nueva trilogía con este thriller satírico sobre las posibilidades distópicas de un ecologismo mercantilizado

Foto de Alberto Mateo

Ruth Rubio nos imagina en el futuro a oscuras, con España repletísima de placas solares, hasta metidas en las plazas. Y la ciudadanía viendo a través de pantallas una luminosidad ficticia. Esta elucubración la tuvo antes de nuestro apagón de este año, pues esta sátira, titulada Solarpunk, fue escrita en 2023 para formar parte de la nueva trilogía de la Cuarta Pared: Temporada verde. El ecologismo poco a poco va apareciendo en la escena unido a diferentes visiones apocalípticas o distópicas. Así ha ocurrido en los últimos tiempos con Quiero colapsar a tu lado o Instrucciones para vivir en lo oscuro. En cualquier caso, no es un tema que esté motivando mucho a los dramaturgos.

La luz solar se ha puesto en venta y no queda más remedio que pagar una serie de gravámenes para revertir la situación. Estamos en el lugar adecuado para que los creadores plasmen sus preocupaciones sociales con derivas izquierdistas, no demasiado radicales, y también con buenas dosis de ingenuidad y bonhomía. Estamos acostumbrados a este tipo de obras. Parecen seguir todas el mismo esquema e, incluso, aunque los ideas sean distintas, moralmente descubrimos el mismo fondo, y estéticamente observamos procedimientos parecidos. Puede que nos debiéramos cuestionar esta horma, pues incluso los espectadores están ahormados y es conveniente la agitación. Por ello, comenzamos con la fábula que nos induce a reflexionar sobre el capitalismo. Como una copla que nos cantan todos. «El cuento de Juanito Carambola» va resurgiendo en diversos momentos. El pillo vendía en la playa bolsitas de arena con la promesa de que sería solo quien las comprara. Un Rockefeller.

A partir de ahí llegan las escenas nombradas como «coplas». La escenografía es sumamente sencilla, quizás demasiado para un evento «solarpunk», pues este pertenece a un género que combina diferentes artes y una filosofía de corte utópico sobre el aprovechamiento procomunal de los recursos naturales. No faltan por el mundo proyectos que remiten, sobre todo, a la eficiencia energética (el urbanismo y la arquitectura tienen mucho que decir). Aquí contamos con una empresa, Ibersolar, que es la responsable de rentabilizar el uso del sol que cada ciudadano puede adquirir.

La heroína ciberpunk será el verdadero atractivo del montaje, la influencer y hacker Lola Manpagua, oriunda de La Línea de la Concepción. Natalia Cobos Chapman sorprende con su efusividad y con un manejo de la lengua extraordinario, pues se las tiene que ver con el español y el llanito en una combinatoria trepidante. Además de su entrega física en el acomodo de los gestos y en su ímpetu. Su cometido será adentrarse en las redes de la susodicha empresa para perpetrar el ataque deseable y revolucionario. Una especie de Lisbeth Salander (ciclo Millennium) con empuje andalú y fronterizo: «Yo te hago un arreglito si tú me haces la vista gorda. Yo te hago el quick fix, tú me haces la fat look y me dejas cruzar un momentito. Deal».

Bien distinto es el planteamiento que se pergeña en torno a lo que ocurre en el interior de Ibersolar. Por un lado, conocemos a Ignacio, un ejecutivo que encarna Jose Fernández, con un desarrollo fenomenal de las inseguridades propias de un fanfarrón. Luego, cuando haga de teleoperador con cierta diversidad funcional con los pañales puestos ─para no perder ni euro por ir al baño─ la obra perderá fuste. También me resulta un tanto repetitivo cómo se organiza la «Red roja», ese grupo de escritores de ciencia-ficción que debe imaginar futuros apocalípticos (esto procede de una idea que puso en marcha Macron hace unos años). Destaca entre ellos Úrsula (entendemos que en homenaje a K. Le Guin), quien como amante y logógrafa del señalado directivo va por derroteros similares a la señorita Manpagua. De todas formas, Sara Mata pone seriedad, inteligencia e ironía para evidenciar el estado de la cuestión.

En cuanto a la tercera subtrama está compuesta por la sátira protagonizada por una ministra de Defensa, llamada Rosa Olivares ─trasunto directo de nuestra Margarita Robles, alias «la pájara»─. La furia de Pilar Gómez, y ese poderío que intenta desarrollar, derivan el espectáculo hacia el humorismo de viñeta que permite la crítica a nuestra nación.

Quizás falta algún contraste con la población general. Se echan de menos esos personajes que nos den cuenta de cómo están viviendo esos españolitos en la sombra. Es decir, se trasluce ─nunca mejor dicho─ una intencionalidad social; pero se insiste demasiado en los engranajes del thriller.

Por su parte, la autora aguarda ─interviene brevemente en la trama─ desde el lateral en la mesa de mezclas. Apuntala con algunas narraciones el asunto; sin embargo, debemos achacarle que no ha sabido ─o querido─ cerrar la obra como era de esperar. Resulta incomprensible que se alargue veinte minutos más con varias escenas del todo anodinas: que si un gato, que si una encuesta de satisfacción y que si interpelar al público de manera «anticlimática». La propuesta hubiera sido más interesante y peculiar, dada la cuestión y los peculiares personajes puestos en juego, si la estructura hubiera cumplido coherentemente con lo establecido.

Solarpunk

Dirección: Mario Hernández

Texto: Ruth Rubio

Reparto: Natalia Cobos Chapman, Sara Mata, Pilar Gómez y Jose Fernández

Ayudante de dirección: Yasira Díaz

Diseño espacio escénico: Paula Castellano

Diseño iluminación: Álvaro Guisado

Diseño vestuario: Paula Castellano

Espacio sonoro: Ruth Rubio

Movimiento escénico: Marta Gómez

Producción: Sandra Castro

Diseño gráfico: Sara G. Romero

Fotografía: Isaías Saldaña

Comunicación y prensa: María Díaz

Sala Cuarta Pared (Madrid)

Hasta el 29 de noviembre de 2025

Calificación: ♦♦♦

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