Reyes del mundo

La novela de Sebastià Alzamora sobre Juan March y Juan Mascaró se recrea en el Teatro de La Abadía con la dirección de José Martret

Reyes del mundo - FotoEntre unos hechos y otros, el periodo de entre guerras (las mundiales) en España se ha repasado en varias obras teatrales en los últimos tiempos. Así ha ocurrido con Rif (de piojos y gas mostaza) y Alfonso el Africano. En ellas, directa o indirectamente, la figura ─tan desconocida y poco visitada─ de Juan March tiene su importancia. Claro que, con una Fundación tan filántropa, que es la crème de la crème de la intelectualidad en nuestro país, la exquisitez máxima, los ignaros españoles apenas sospechan quién fue ese Joan, ese Juan (que no patrocina esta función).

La novela de Sebastià Alzamora, Reis del món, da cuenta de las vidas paralelas del susodicho financiero y del humanista Joan Mascaró. Ambos nacieron en el pueblecito mallorquín de Santa Margarita. La cuestión es que trasladar todos los avatares (demasiados) a las tablas exige una capacidad de síntesis extraordinaria. En este caso, se hubiera requerido más finura en Josep Maria Miró, que es quien firma la dramaturgia. Aquí la narración es abusiva, explicativa e imperante, hasta el punto convertir a los personajes en planos. Lo podemos observar constantemente cuando lo vemos dirigirse a nosotros, los espectadores, reduciendo los diálogos o, peor, puntualizándolos sin freno. Uno pierde la noción de los detalles y termina por no descubrir en el gran protagonista su aviesa personalidad. Es decir, el lenguaje estrictamente dramático está condicionado por el apabullamiento novelístico, por adoptar en exceso la voz del tal Emili Tremulles. Este se sobrecarga con unas parrafadas secas y carentes de fluidez. Esto se suele notar en montajes que pasan del catalán al español. El rodaje se vuelve imprescindible. Una pena; pero a Jordi Figueras, que es quien tiene que cargar con esta dura tarea, se le hace cuesta arriba. A los demás les ocurre igualmente, como a Carmen Conesa, que ha demostrado su valía con creces en otras ocasiones. Ella también narra, aunque no tiene tantas líneas al hacer de Kathleen, la mujer de Mascaró. Sí que resulta más sagaz y psicalíptica cuando se introduce en la piel de la Dolores, con la que consigue dotar de un tono más cabaretero y festivo al espectáculo.

El recorrido es enorme y más que podría serlo. Al menos saltamos el prólogo y nos vamos directamente a Ginebra, a 1950. Allí se encuentran los dos protagonistas. La escenografía es una ruina, una casa hecha pedazos, un símbolo de destrucción postbélica que luego girará para llevarnos a imaginar otros ambientes, otros países. Rafel Lladó ha realizado un buen trabajo y David Picazo, con su iluminación, ha remarcado los colores macilentos con gran precisión. Otro asunto es si todas las proyecciones, como ese fragmento de una de las películas porno de Alfonso XIII, se ven con claridad. Este es otro ejemplo de ese quiero y no puedo. Se ansían incluir tantos recursos que se echa en falta más sencillez.

Rodo Gener, quien sustituye a Blai Llopis, se mete en el papel de Mascaró. Y, al menos de él, de las pinceladas que se nos sugieren, podemos hacernos una idea somera de este intelectual, profesor, célebre por su traducción al inglés del Bhagavad Gita y que llegó a ser el tutor particular del hijo del magnate en uno de esos viajes de estudios que se hacían por Europa antaño, es decir, el Grand Tour. Un hombre sensible, con gusto, que se afincó en Cambridge con su esposa y sus dos hijos. Nos vale aquí de contraste frente a su paisano. Por otra parte, Toni Gomila se deja llevar más por la descripción que se hace de él, que por su vivificación. Nos valdrá para todo. Primero como alguien que logró dominar el monopolio de tabaco en España (y más allá). Capaz de vender armas al enemigo en la guerra de Marruecos y propiciar, en cierta medida, es Desastre de Annual (véase el Expediente Picasso). Periodo este, donde la pieza cobra mayor dinamismo y nuestros intérpretes se convierten casi en unos aventureros que se las tienen que ver con las tormentas del desierto. Luego lo hallamos como el inductor del asesinato de otro vecino suyo, Rafel Garau, un contrabandista, quien debió acostarse con doña Leonor, la mujer de nuestro protagonista. Casi nada. Capaz de tener tratos con británicos y alemanes, con el Rey y con Franco. Convertirse en diputado, acabar en la cárcel de Alcalá de Henares más de un año. Una vida controvertida que, en verdad, merece la pena conocer y que es, a la postre, lo que más atrae de este montaje.

Al final, cuando se nos vuelve a imponer la sobriedad en el epílogo de Kathleen, se intentan recomponer los temas más existenciales. Es uno de los momentos más emotivos, donde uno comprende que la historia que ha transcurrido delante de nuestros ojos ha sido fascinante; pero que su director, José Martret, tendría que haber hilado con más comedimiento.

Reyes del mundo

Texto original: Sebastià Alzamora

Dramaturgia: Josep Maria Miró

Traducción al castellano: Eva Vallines

Dirección: José Martret

Reparto: Carmen Conesa, Jordi Figueras, Toni Gomila y Rodo Gener

Escenografía: Rafel Lladó

Iluminación: David Picazo

Vestuario: María Miró

Espacio sonoro: Jaume Manresa

Coreografía: Roberto Alonso

Ayudante de dirección: Pedro Mas

Videocreación: Toni Bestard

Una producción del Teatre Principal de Palma de Mallorca

Teatro de La Abadía (Madrid)

Hasta el 25 de febrero de 2024

Calificación: ♦♦

Puedes apoyar el proyecto de Kritilo.com en:

donar-con-paypal
Patreon - Logo

Un comentario en “Reyes del mundo

  1. Pingback: 1936 – kritilo

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.