El corazón del daño

La veterana actriz argentina Marilú Marini representa la adaptación de esta autobiografía sui géneris de María Negroni, donde ajusta cuentas con su madre

El corazon del daño - Foto de Vanessa Rabade
Foto de Vanessa Rabade

La poeta María Negroni posee versos en los poemas que pueblan los libros que ha publicado realmente sugeridores. En España todavía su obra no ha logrado permear suficientemente entre los lectores, y esto hace que El corazón del daño tengo menos atractivo. Posee un mundo lírico lleno de audacia, donde la sorpresa se esconde en la seducción de las propias palabras. No obstante, este artefacto que nos compete deja versículos de calidad, se entreteje con azares y con una especie de escritura a vuela pluma en un avance que, a veces, parece impelido por el automatismo inconsciente. Tiene algo de diario íntimo pergeñado en la edad tardía. Destilado a ratos. Dejando que la memoria escarbe hasta las inquinas más anquilosadas. Puede que esa intimidad que se revela en las páginas, con recuerdos, con semblanzas, con hachazos a su madre, con las omisiones familiares evidentes (sobre los hijos y el marido), pueda concitar mayor atención en quienes conocen mejor la biografía de la autora. A mí me ha quedado un tanto lejos. Esta sensación de desapego ─ustedes verán por dónde pilotan─ se ha aumentado con la propuesta escénica que ha dirigido Alejandro Tantanian. No llego a percibir los recursos teatrales que supuestamente se han empleado. Observo a la actriz sentada buena parte del tiempo y escucho sus frases vaporosas, descontextualizadas, con idas y venidas que no reconozco, como si la potencia de algunas metáforas y algunos gestos tenebrosos tuvieran que ser suficientes para sustentar una pieza teatral.

Puedo estar equivocado; no obstante, el discurso me suena un poco «pijo» ─también me lo sigue pareciendo El año del pensamiento mágico, de Joan Didion─. Debe ser el efluvio neoyorquino. La queja en la paradoja. Las imposiciones maternales que dan la impresión de marcar la disciplina estética de una clase social, que tiene, por momentos, la falta de la cercanía con los ojos, el cariño usurpado, el contacto ausente… Modos burgueses sobre meter en vereda a los muchachos que deben representar un papel claro e inequívoco en sociedad. Qué dolor, suponemos. Aunque termines en una posición privilegiada. Esto, claro, son especulaciones. El amor odio con la progenitora es un motor ineludible: «Nunca amaré a nadie como a ella». Además de la fascinación por la literatura, cuando se supone que en su casa no había libros. Igualmente parece que podría escribir otro manuscrito reclamándole daños y perjuicios al padre, un tipo con pasta, un jugador y bebedor que terminó por desaparecer.

¿Se puede afirmar que Marilú Marini se nos antoja algo mayor como para hacer un reclamo de este calibre a su madre? Desde luego, puede ser; pero uno tiene la sensación de que no corresponde, de que no es propio de tanta madurez echar cuentas. Quizás de la propia María Negroni diríamos lo mismo.

¿A quién tenemos delante? ¿A una hija anciana, de paso lento y dubitativo, con zapatillas deportivas, que se lía la manta a la cabeza para pedir responsabilidades a la progenitora fallecida? O debemos, quizás, trasponer la presencia de la madre en la propia hija para hacer un dos por uno. No encaja esto plenamente en la perorata a pesar de algún guiño. Porque la gestualidad va en un cuerpo de expresión lenta, que no acompaña la energía acibarada de las recriminaciones. En cualquier caso, el ritmo lo marca el mazo que golpea sobre la mesa en el enjuiciamiento sumario, que es a lo que nos disponemos.

Y luego, la escenografía de Oria Puppo, con ese enorme marco abigarrado, se desluce con los cachivaches que configuran algo así como un escritorio. La iluminación sí contiene una carga simbólica apreciable, que sería más que suficiente para acogernos entre la frialdad que, en ocasiones, se destila.

Los intertextos, las apropiaciones de todos esos escritores que aparecen en esta alocución almohadillan, en alguna medida, el camino de la poeta, de la lectora, de la profesora. En eso, uno puede encontrar acomodo, gusto y empatía. Pero, aunque insisto, no sé qué sacar más de este montaje.

El corazón del daño

Autora: María Negroni

Adaptación teatral de la novela homónima: María Negroni con la colaboración de Oria Puppo y Alejandro Tantanian

Dirección: Alejandro Tantanian

Con: Marilú Marini

Diseño de escenografía, iluminación y vestuario: Oria Puppo

Diseño de sonido y composición musical: Diego Vainer

Coordinación técnica: Teatro Kamikaze Está por Ver Producciones

Producción: Teatro Kamikaze Pablo Ramos (producción ejecutiva) y Jordi Buxó y Aitor Tejada (dirección de producción)

Ayudante de dirección: Patricio Binaghi

Asistente de dirección: Santiago Pedrero

Residente de ayudantía de dirección: Paul Alcaide

Una coproducción de Teatro Español y Teatro Kamikaze

Teatro Español (Madrid)

Hasta el 28 de octubre de 2023

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