La fantasía, la naturaleza, el circo, la danza y la música se aúnan para desarrollar un espectáculo de gran factura para deleitar a todos los públicos
El año pasado pudimos disfrutar en el Circo Price de un gran espectáculo titulado La vuelta al mundo de Cometa. El montaje combinaba a la perfección el humor, el circo y unas interpretaciones muy atractivas para cautivar tanto a niños como a mayores. Pero este mes de diciembre nos hemos encontrado con dos propuestas parecidas que se extraen de lo que debiera haber sido una continuación del que pudimos contemplar la temporada anterior. Es fácil deducir que se ha dado una ruptura entre las distintas partes que configuraban la idea. Así que Cometa soy yo está por un lado, con Carla Pulpón como gran protagonista; y Los mundos del Price están por aquí ocupando este extraordinario espacio público. Digamos que los espectadores hemos perdido con esta situación. Los mejores números circenses (y la producción general) están en el Price y la comedia más chispeante y ágil está allá en la carpa.
Porque la gran pega de esta función es que el relato es muy endeble. A los más peques, cuando aún están acomodándose en sus asientos se les cuenta que cinco amigos vivían en un lugar idílico, en un lugar mágico rodeado de la naturaleza. Ahora, por qué ese mundo de armonía se convirtió en un desastre, no alcanza a quedar muy clara, más allá de que nosotros somos los culpables, con lo que habría un mensaje ecologista. No obstante, la cuestión es que esa degradación no se llega a representar en escena y resulta bastante raro que se hable de ello sin que se entienda muy bien qué pasa a lo largo de la obra. Por eso, los vemos viajando a los diferentes mundos de cada uno de los protagonistas.
Digamos, por tanto, que el libreto es un tanto escueto en ese sentido y que lo más sobresaliente de este espectáculo es el dinamismo que han propiciado Lola González y Bob Niko en la dirección. Pues las coreografías fluyen tanto como las transiciones entre las distintas escenas, la esfera del circo se aprovecha en su máxima amplitud provocando la participación de los asistentes y «adentrándolos» cuando los personajes discurren entre los pasillos y las filas, y luego, en el juego de luces-láser, se genera toda una fascinación. También se gana en las actuaciones musicales, sobre todo en aquellas comandadas por Dani Reus que, además de dirigirlas, se encarna en Maestro Dante.
Aunque el líder del grupo es Tomy Álvarez, que hace de Tom, un tipo disfrazado de piloto, y que lleva su ímpetu por doquier para recuperar la vitalidad de la naturaleza. Y así se deja arrastrar por su fuerza la divertida Lucía Castro, que se imbuye en el rol de Tatín, una payasa que posee un elixir capaz de hacer reír a cualquier. Como es el caso de Lucas, un tipo bien engreído, que siempre quiere tener razón en todo y que se va ablandando según llegamos al desenlace. Mario Méndez lo caracteriza con altivez risible y es un buen contraste dentro del elenco. Finalmente, Leyla Nichols se queda con la princesa Lai, para llevarnos por el territorio candy, un destino repleto de dulces, y para resultar ella misma candorosa con todos los niños allí reunidos. Ciertamente forman un buen grupo y animan mucho con sus diálogos de humor blanco y alguna alusión a nuestra sociedad actual que los adultos entenderán mejor. A ellos se le suman hasta seis duendes que pululan sin fin y que van ataviados con un original vestuario diseñado por Emilio Salas (con los complementos ineludibles de Manuel Noli), quien ha realizado un magnífico trabajo con cada uno de los peculiares seres que vamos conociendo y que propicia una factura general extraordinaria.
En cuanto a lo puramente circense, en la primera parte resultan muy llamativas las actuaciones de Daniela de Mar Díaz y Susana Casas en la suspensión capilar y van caldeando el ambiente, pues la fuerza y la habilidad de Fabián González en la rueda cyr es alucinante; pero creo que los espectadores disfrutaron, sobre todo, con la velocidad increíble de pies y, principalmente, de manos, que demostró Alan Sulc con sus malabares. «¿Cuántas bolas manejaba?». U: «Uf, once mil». Sí que en la segunda mitad llega el plato fuerte, que será la rueda de la muerte, una atracción que implica suspender una gran estructura giratoria. No obstante, antes, para preparar ese fin de fiesta, harán las delicias del respetable un grupo de acróbatas formidable en la palanca.
Los mundos del Price es un buen montaje y se percibe una gran satisfacción en el público. Los números circenses ofrecen una dificultad considerable y las diferentes escenas están realizadas con mimo. Así que resulta del todo recomendable. «¿Verdad, U?». «Absolutamente».
Idea original y dirección: Lola González y Bob Niko
Protagonistas: Tomy Álvarez, Fran del Pino, Dani Reus, Leyla Nichols y Lucía Castro
Duendes: Pedro de la Torre, Lucia Sevillano, Elena Zancajo, Javier Tapia, Néstor Chaves y Luis Lázaro
Bailarinas: Catalina Cesanelli, Iris Juerzas y Natalia Garcia
Covers: Mario Mendez (Lucas) y Falco Cabo (Dante)
Suspensión capilar: Daniela de Mar Díaz y Susana Casas
Malabarista: Alan Sulc
Rueda de la muerte: Fabio Mimoso y Hans Vilhena
Báscula troup palanca: Sebastian Krefeld, Felipe Lugo, Sebastián Medina y Kossyl Amara
Rueda cyr: Fabián González
Producción ejecutiva: Bob Niko
Diseño de vestuario: Emilio Salinas
Diseño de complementos: Manuel Noli
Diseño de iluminación: Ezequiel Nobili
Diseño de sonido: Javier Perujo
Libreto: Zenón Recalde y Lola González
Dirección musical: Dani Reus
Producción musical: Jeansy Auz
Letrista: Víctor Martin
Contenidos audiovisuales: Juan Jose Palacios y Javier Perujo
Maquillaje: Alberto Dugarte
Diseño escenográfico: Lola González y Bob Niko
Coreografía: Lola González
Producción: Susana Lopezosa
Maquillaje: Alberto Dugarte
Teatro Circo Price (Madrid)
Hasta el 7 de enero de 2022
Calificación: ♦♦♦
U: ♦♦♦♦
Puedes apoyar el proyecto de Kritilo.com en: