José Martret exprime la esencia de esta obra del sueco Lars Norén sobre las grietas emocionales ante la muerte de una madre
Hace prácticamente unos años pudimos ver en funcionamiento el texto de Lars Norén, Demonios. Aquel estilo cortocircuitado se desarrolla de forma parecida en este Placeres íntimos. José Martret ha tenido el acierto de reducir una obra de cinco horas a poco más de una y media. De hecho, se pueden identificar redundancias temáticas como un torbellino sin control que con un exceso de minutos habrían llevado al traste y a la inconsistencia toda la función. Me da la impresión de que la inevitable vis cómica de Javi Coll y de Toni Acosta, ha escorado el espectáculo, en ciertos momentos, hacia la comedia de situación; y nos ha podido confundir en cuanto a la trascendencia que subyace. Ambos dieron una verdadera lección de sus capacidades en esa genialidad llamada La estupidez. Isis de Coura y el propio director han diseñado una acogedora vivienda sueca forrada de madera, con elementos que nos dan a entender rápidamente qué ambiente afable se puede respirar allí: una combinación de muebles clásicos con otros, como la butaca giratoria, de aire más moderno. Un cochecito para algún niño. Un gran equipo de música para pinchar discos de jazz. El matrimonio principal está compuesto por Cristina Alcázar (conocida por su papel en Cuéntame), que hace de Charlotte, con una mezcla estrafalaria y ciclotímica de erotismo (pasará todo el montaje con las bragas quitadas) y obsesiones contradictorias, como la posesión y el deseo de abandono, referidas a su marido. Este, interpretado por Francisco Boira, choca en su rol de médico, chuleta, macarra, algo sibarita y propenso al desapego. Es mejor olvidarse de su profesión y dejarse llevar por su forma de proceder en la digestión del fallecimiento de su madre. Vienen directamente del crematorio cargando con la urna. Pronto aparecerán su hermano, con el que no tiene básicamente relación desde hace años, y su cuñada. Los cuatro intérpretes acometen una catástrofe dialéctica que podría explicarse de la siguiente manera: es como simultanear el discurso racional con pensar en voz alta y sin filtro. Todos los rencores y todos los deseos, ya sean impetuosos o profundos, surgen de improviso imbricados en otras capas de complacencia anodina, de convención social. El cinismo es la pátina recurrente de un inconsciente repleto de culpa y de represión que brota con crueldad, con abuso y con desprecio. Todos ellos son enormemente antitéticos, tanto que expelen inhumanidad. Monica (Toni Acosta) es tan sufridora ―acepta el acoso y la inquina permanente de su marido―, como liberada ―se ha enamorado de un hombre más joven. Mientras que Charlotte podría despendolarse orgiásticamente, como podría hundirse en el vacío de una vida sin sentido. «Ahora lo que toca es disfrutar de los placeres íntimos en los entornos tradicionales», sentencia. Por su parte, Jon (Boira) despliega carisma y ambición para cubrir denodadamente el dolor que siente por la pérdida de su madre. Es ahí donde focaliza la falta de amor de su padre y de su hermano mayor. Finalmente, Alan (Coll), un aparejador en paro que ve cómo su carrera profesional se ha ido a pique después de vivir años boyantes en la construcción y de cómo su matrimonio se ha hundido. Solo queda pensar en la herencia y poco más. Un elenco que se emplea al máximo y que, a veces, es víctima de su ritmo desaforado. La dificultad es elevada y los cuatro intérpretes nos cautivan con tácticas de seducción realmente torticeras. Acción y destrucción sin fin en una propuesta que te agarra desde el primer momento y que te arrastra por esa concatenación de luchas paradójicas. Ciertamente, la sustancia surreal se permea con versatilidad provocando situaciones de brutalismo sexual, próximas a la violación, de violencia física y verbal (el regodeo en el «coño» es una etapa freudiana en sí misma), de perversión ética (las faltas de respeto son imparables) y, en definitiva, de ahondamiento en unas emociones que termina por evidenciar su fragilidad insoportable. La moral puritana socava las conciencias de unos individuos que parecen alejados de Dios y sondean el abismo nihilista. Quedar indiferente ante Placeres íntimos es imposible.
Autor: Lars Norén
Dirección: José Martret
Traducción: Francisco Uriz
Elenco: Javi Coll, Cristina Alcázar, Francisco Boira y Toni Acosta
Espacio sonoro: Luis Ivars
Diseño de iluminación: Pedro Vera
Espacio escénico: Isis de Coura y José Martret
Vestuario: Berta Grasset
Dirección de producción: José Antonio Jiménez
Una producción de Maldita Tú Eres Producción
Teatro Fernán Gómez (Madrid)
Hasta el 17 de junio de 2018
Calificación: ♦♦♦♦
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Un comentario en “Placeres íntimos”