Venus

Un montaje de tintes románticos que trastoca fantasiosamente el tiempo para descubrirnos un secreto

Foto de Javier Naval

Cuando menos sorprende que El Pavón Teatro Kamikaze haya programado una obra como esta. Digamos que Víctor Conde presenta una historia que parece destinada a adolescentes o a ese público hoy tan abundante que se pirra por las aventuras de amor relamido y que te evaden de cualquier preocupación. De esas tan inverosímiles que después traen berrinches y decepciones, cuando la realidad resulta mucho más compleja. Antonio Hortelano es el protagonista de un relato que parte de su vuelta al pueblo donde pasó su juventud para asistir al entierro de su padre, con el que parece que apenas tenía trato. Acude al bar que solía frecuentar, y es allí donde se encuentra con una antigua novia, interpretada por Ariana Bruguera. Ambos retoman su relación de amistad, aunque para ello nos regalan una colección de diálogos de esos que se caracterizan por su ampulosidad y con los que se espera que lo observemos en blanco y negro, y con humo de cigarrillo, y con la voz de Humphrey Bogart y el desprecio de Lauren Bacall. Esos diálogos en los que cada respuesta parece una sentencia indeleble. El resultado es un intercambio de reproches ejecutados con un estatismo —aunque contengan alguna ironía elocuente— que se arrastra durante toda la función. Y es que la estructura de la obra está compuesta de múltiples entradas y salidas de individuos que acuden a ese bar. Y lo que debería resultar más interesante —a veces lo consigue—, que son los saltos temporales, termina por desinflarse al querer cerrar cada uno de los cabos hasta el más mínimo detalle. Además, por si alguno pensara que se perdería entre las idas y venidas, todo queda bien explicadito, aunque no sea necesario. El protagonista se convierte enseguida en un fantasma, en un testigo de la vida de sus padres, en un viajero del pasado, con permiso de Einstein. Para ello se recurre a esa lista de tópicos propios de esas películas que insisten en la paradoja que supone ver cómo un hijo se relaciona con sus progenitores antes de que este nazca (como en Regreso al futuro, por ejemplo). Aquí se repite hasta la saciedad preguntar al protagonista cómo se llama, como si nunca lo pudieran recordar por mucho que se inmiscuya en sus vidas en aquel bar. Un guiño que nos recuerda, una y otra vez, que ese tipo no debería estar racionalmente ahí. De esta forma, asistimos a la formación de un grupo musical, Venus, durante los años sesenta. Diego Garrido, quien hace de padre, busca pareja para formar un dúo. Es cuando aparece Nuria Herrero, quien, a su vez, se encarnará en la madre. La actriz se lleva el papel más contradictorio. Por una parte, al principio, posee cierto encanto, su expresión ingenua y su voz al cantar nos atraen. Es espontánea y hasta hacen gracia algunos de sus pensamientos sobre la vida. Pero luego su discurso se torna empalagoso, con unas ideas romanticonas que más parecen de una eterna adolescente desbaratada por unos sentimientos que la arrastran a tomar una decisión tajante. Porque, como estamos hartos de contemplar, el amigo de su marido, un fotógrafo interpretado por Carlos Serrano-Clark, va a ser nuevamente ese amor subyugante y loco; que va a justificar la vida entera. Poca historia para tanta insistencia. Ciertamente podría haber funcionado; pero para ello Víctor Conde nos debería haber entregado a unos personajes redondos, no como estos, que están construidos con cuatro pinceladas. No es suficiente. Pretende que nos creamos una fantasía tortuosa y enrevesada, repleta de emociones insuperables, pero quienes las expresan son de cartón-piedra. Desde el protagonista hasta el fotógrafo, observamos que sus personalidades no fraguan, no vislumbramos su personalidad, ni su conexión con el mundo. Son, de hecho, personajes ajenos a cualquier circunstancia; lo cual hace que se conviertan en estereotipos. Precisamente lo ocurre en novelas románticas tan exitosas como las de Federico Moccia o de Blue Jeans, que dan una concepción del amor idealizada y fuera de las complejidades de la existencia cotidiana. Por eso, como decía al inicio, es una obra que puede ser disfrutada por unos espectadores muy concretos; pero no por aquellos que exijan una mirada adulta. De hecho, unos buenos personajes —dejándolos crecer— nos hubieran llevado por derroteros más sutiles, hacia finales más abiertos y dejados en suspenso. Otro aspecto que me gustaría resaltar es la creación del ambiente. Afirma el director: «Nuestra propia historia al sentarnos en ese viejo café con aroma a nouvelle vague está encerrada allí ahora mismo, junto a la de aquellas personas que un día formaron parte de nuestra vida, porque en este momento todavía son parte de ella. Ahora mismo». No vale con nombrar a Godard, para que una escena tenga aroma de nouvelle vague. Porque aquellos cineastas franceses jugaban excelentemente con la extrañeza del propio existir y con la oscuridad de lo inefable. También es cierto que la iluminación de Juanjo Llorens no es lo suficientemente intimista y que la escenografía de Ana Garay favorece la dispersión. Falta concentración, menos bajadas y subidas por las escaleras, y más sencillez; puesto que algunas escenas directamente sobran o podrían fundirse (sobre todo en lo referido al diálogo entre Hortelano y su ex novia). Lo más positivo de Venus es la intención de trastocar los tiempos y esos momentos intensos que se logran cuando los actores consiguen desplazarse con mayor libertad. El público adecuado sabrá apreciar otros ingredientes que algunos somos incapaces de saborear.

Venus

Texto y dirección: Víctor Conde

Intérpretes: Ariana Bruguera, Diego Garrido, Nuria Herrero, Antonio Hortelano y Carlos Serrano-Clark

Dirección musical: Marc Álvarez

Diseño de escenografía y vestuario: Ana Garay

Diseño de iluminación: Juanjo Llorens

Fotografía de escena y diseño gráfico: Javier Naval

Ayudante de producción: Ana Milena Guarnizo

Construcción de utilería: Carlos del Tronco

Producción: Carles Roca

Una producción de Vania

El Pavón Teatro Kamikaze (Madrid)

Hasta el 28 de septiembre de 2017

Calificación: ♦♦

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