Pablo Messiez adapta la novela de Samanta Schweblin a través de una atmósfera onírica
No se puede negar que, al principio, cuando surge ese niño refiriéndose a los gusanos que tiene alrededor, mientras se dirige a una señora en silla de ruedas, la extrañeza nos toma de la mano para dirigirnos hacia la resolución tanto del misterio como de la nebulosa situación. Los fluidos cambios de tiempo y espacio, de postura y tono, y la evidente participación de espectros y conciencias comatosas, recogen parte del testigo lanzado por Juan Rulfo en Pedro Páramo y nos subsumen en una sustancia onírica que lucha con fuerza realista. Si no fuera por estos mecanismos que tan bien funcionaron en la novelística adscrita al realismo mágico, el argumento de La distancia cojearía un poco o, si se quiere, sería un tanto redundante, porque parece que hay un empeño por no avanzar en el relato, da la impresión de que el niño no quiere soltar prenda con tal de mantener la intriga. Pero los procedimientos a los que se acoge Messiez poseen el poder de convocar lo simbólico, ya sean las relaciones maternofiliales, significadas precisamente por esa «distancia de rescate» (un concepto que suena a puro socorrismo de piscina y que es emblema de nuestra sociedad hiperprotectora), o las fuerzas de la naturaleza como vengadoras ante nuestro propio ataque (como si La Tierra hubiera sido mayoritariamente un páramo antes de nuestra aparición). Nos encontramos por un lado con María Morales, que se enfunda el papel de Amanda, una madre que se agarra a la vida en una sala de urgencias y que, fantásticamente, intenta encontrar a su hija. La actriz sabe configurar su personaje con la hondura y la preocupación necesaria, con un equilibrio interpretativo notable. Contacta enseguida, en ese campo surreal de las almas y las conciencias que están a punto de emprender el «viaje», con David, un niño (se asemeja a un diosecillo tutelar preguntando y dirigiendo sin parar a esa moribunda) que también se intoxicó al beber agua (poco a poco vamos descubriendo qué está ocurriendo en algunos terrenos agrícolas con la soja transgénica, aunque esto aparece de una forma un tanto confusa) y que Fernando Delgado sabe dotar de ritmo y, por consiguiente, a la propia obra. El chaval en cuestión, por las artes de una curandera (una chamana), consiguió que su espíritu volara libre y que su cuerpo se quedara aquí en otro estado de conciencia. A esa bruja, en una de las escenas menos vistosas, por esa decisión de bajar a los actores al piso, la interpreta Estefanía de los Santos (aquí caemos en el tópico de espiritista con acento andaluz) con gracia, aunque luce más cuando se caracteriza de niña, de Carla, de la hija de Amanda y que, a través de su mirada inocente, nos sume en el pasmo y el terror de lo que está pasando con todos los seres vivos del lugar. Finalmente, Luz Valdenebro, la dueña de la finca, la madre de David, es quien carga con un discurso más narrativo que dramático y, aparte de que embrolla el inicio de la obra, la voz de la actriz no se proyecta lo suficiente; también es cierto que luego se crece y pulula por el césped con energía y saber estar. Por lo tanto, nos quedamos, ante todo, con la atmósfera creada por Pablo Messiez, que es implementada por la iluminación de Paloma Parra, con unos colores que remarcan brutalmente lo acontecido; de igual manera, la escenografía de Elisa Sanz apuntala esa propensión hacia lo onírico, transformando la escena en un jardín repleto de espanto, pero, a la vez, de paradójico bienestar. La distancia nos aproxima hacia esa esfera inhóspita en la que somos deglutidos por el devenir.
(basada en la novela Distancia de rescate de Samanta Schweblin)
Dirección y dramaturgia: Pablo Messiez
Elenco: María Morales, Fernando Delgado, Luz Valdenebro y Estefanía de los Santos
Ayudante de dirección: Teresa Rivera
Asesoramiento de movimiento: Lucas Condró
Escenografía y vestuario: Elisa Sanz
Ayudante de escenografía y vestuario: Paula Castellano
Iluminación: Paloma Parra
Diseño gráfico: Jose Fernández
Fotografía: Quique Marí
Producción ejecutiva: Caterina Muñoz
Producción: Bacantes Teatro
Distribución: Buxman Producciones
El Pavón Teatro Kamikaze (Madrid)
Hasta el 13 de noviembre de 2016
Calificación: ♦♦♦♦
Texto publicado originalmente en El Pulso.
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