Lola Herrera mantiene el pulso y la energía en una vuelta a las tablas con la célebre obra de Delibes
Surgen tantas preguntas sobre cómo digerir esta célebre representación que lleva tanto tiempo realizando Lola Herrera, que uno al final debe optar (o no) entre una serie de puntos de vista. Primeramente, hemos de tomar el espectáculo como una especie de recreación realizada por la misma actriz, pero en un sentido arqueológico, en un atisbo de homenaje hacia el personaje que ella misma creó sobre la protagonista de Miguel Delibes. Evidentemente, por mucha peluca que le pongan y por muy buen aspecto que presente la Herrera, la persona que nos encontramos delante no puede tener cuarenta y cuatro años por mucho que fueran los de aquella época. Otro aspecto a tener en cuenta es que obviemos el hecho de que la escenografía se ha quedado más que obsoleta y que en una deriva más naturalista se muestra anticuada respecto al montaje de los años ochenta donde la presencia de los tonos morados patentizaba más la muerte; ahora, incluso, la iluminación es excesiva y demasiado general. Dicho todo esto, también es cierto que la expresión del monólogo es distinta. Es imposible tomarse lo que afirma con la misma seriedad que en otros tiempos. Me sorprendió ─y es algo de lo que me gustaría obtener respuesta─ que hiciera tanta gracia. ¿En qué año comenzaron las risas? ¿En qué proporción han aumentado transcurridas las temporadas? Por momentos parece el Club de la Comedia. Aquello que relata nos parece tan exagerado hoy…, esos comentarios sobre los negros, sobre la Guerra Civil, sobre el sexo marital o la defensa a ultranza de la servidumbre femenina. Cobra, por lo tanto, tintes que van de lo tragicómico a lo melodramático; siempre con el imaginario cuerpo presente de Mario. Desde otra perspectiva más contextualizada, la interpretación matizada, generosa y lúcida de Lola Herrera nos confirma el estado actual de nuestro país, de lo que fue y de lo que ya es imposible que sea, afortunadamente. Comprobar hasta qué punto una mujer actual en la cuarenta y procediendo de una familia asentada jamás aceptaría esa moral, es un alivio. Saber que nos debemos situar en 1966 y que por aquellas se veían los terribles frutos de una educación plenamente conservadora, catolicona y monárquica, y tan reafirmada por la atmósfera favorable de los vencedores, hace de ese clasismo ahora algo trasnochado (o reconfigurado). Aceptar el planteamiento del escritor vallisoletano, esa decisión que como novelista adoptó cuando ya tenía en su mano un borrador con más de cien folios escritos, de cambiar el punto de vista, de darle todo el protagonismo a Carmen Sotillo, a Menchu, y a través de su dicción, del esparcimiento de temas que vuelven una y otra vez en una recursividad sin igual, expuestas en primera persona y con ese tono de oralidad que permea todo el soliloquio, para darle forma externa e interna a su marido fallecido, una biógrafa de excepción y subjetiva hasta la exasperación. Ciertamente toda una confesión que, aunque nos parezca realmente cruel en varias de sus acusaciones a su marido como, por ejemplo, minimizar las depresiones que le aquejan, necesita exponer en busca de una redención, pues ella se siente pecadora. La labor de Josefina Molina en la dirección de esta adaptación de Cinco horas con Mario se sostiene, a pesar del tiempo, como toda una declaración de intenciones de un mundo del que aún permanecen vestigios, inercias y modos que costará difuminar absolutamente. Además, debemos estar más que satisfechos de poder presenciar a una actriz como Lola Herrera que, en maridaje con Carmen Sotillo, ya, definitivamente, ha regalado una interpretación para la posteridad.
Cinco horas con Mario
Autor: Miguel Delibes
Adaptación: Miguel Delibes, Josefina Molina y José Sámano
Dirección: Josefina Molina
Reparto: Lola Herrera
Espacio escénico: Rafael Palmero
Espacio sonoro: Mariano Díaz
Música: Luis Eduardo Aute
Diseño de iluminación: Manuel Maldonado
Directora de producción: Nur Al Levi
Teatro Reina Victoria (Madrid)
Hasta el 26 de junio de 2016
Calificación: ♦♦♦♦
Texto publicado originalmente en El Pulso
Puedes apoyar el proyecto de Kritilo.com en:
3 comentarios en “Cinco horas con Mario”