La obra de Juan Mayorga cuenta cómo la corrupción moral nos lleva a esclavizar a nuestros congéneres
La condición de fragilidad se hace patente en escena en el mismo instante en que el Hombre Bajo se sienta frente al Hombre Alto y le intimida con su franca sonrisa: «Usted sí lo es. Extranjero». El empoderamiento político y sentimental lanzan sus garras sobre las debilidades de unos individuos, ya de por sí encerrados en un contexto social repleto de reglas. Sin llegar al punto de convertirse la función en una muñeca rusa, un armatoste pentagonal en el que se incluyen los dos pisos de sendas parejas, determina el devenir estético de una obra que ayuda al ocultamiento. Uno de los principales aspectos por los que sobresale el escrito de Juan Mayorga es la redondez de sus personajes. Contamos, por una parte, con el Hombre Alto y su novia, la Mujer Alta; él, Pablo Gómez-Pando carga con el protagonismo desde una interpretación vivaz y detallista, muy curtida. Su papel de celador conlleva altas dosis de encubrimiento y camuflaje, pero como ocurre con el resto de intervinientes, también imparte, con un engañoso tono de afabilidad, sus desprecios y críticas a la labor como traductora de su chica; esta, Viveka Rytzner, es el individuo más racional y prudente de todos, manifiesta su valor y arrojo en los momentos cumbre; se expresa con dulzura y, también, con seriedad y determinación. En la parte contraria, el Hombre Bajo nos depara a un Jesús Torres que pausadamente nos entrega a un cínico y torticero manipulador que, a primera vista, nos hace sospechar de su psicopatología. Le acompaña Irene Serrano como Mujer Baja, introduciendo a uno de los personajes que más deben evolucionar y que favorece que la actriz despliegue un abanico de timbres que proceden desde la taciturnidad de una insomne a la satisfactoria encarnación de una nueva villana. La historia se va macerando con lentitud, sometida por una especie de toque kafkiano, de fingimiento en época de guerra fría donde cualquiera puede ser un espía. A mayor miseria moral del Hombre Bajo, alguien que nunca ha salido del lugar, que se obceca por arreglar todo aquello que está estropeado más por una razón de orden que por altruismo, mayor es también el dominio que ejercer sobre el Hombre Alto, quien, a su vez, vive con displicencia y abnegación, con la paciencia de un individuo al que le falta pundonor. La obra de Mayorga se va cuajando en una concreta animalización que viene insinuada por aquel epodo referido por Arquíloco, pero que encontramos en el Margites ¿homérico?: «El zorro [en realidad, la zorra] sabe muchas cosas. El erizo solo una, pero importante». Quien sea zorro o erizo en el proceder de los personajes depende del punto que se adopte. En definitiva, es una defensa del conocimiento exclusivo de algo, respecto a la pretensión de conocer muchas cosas. La cuestión es que esos personajes arrojados a un enfrentamiento colectivo, repleto de hospitalidad y varias sutilezas, deben, al igual que los animales nocturnos, saber camuflarse de los ojos insidiosos, deben jugar al despiste con aquellos secretos que los pueden convertir en vulnerables. Entre los valores estéticos de la función, aparte de la propia estructura móvil que tantas posibilidades ofrece (aunque desde los laterales de la sala no se pueda contemplar en su totalidad), la iluminación de Jesús Díaz Cortés permite acentuar esa oscuridad que únicamente deja entrever detalles que van acotando la extraña atmósfera que se pergeña como si se viviera en perpetuo estado de sospecha. Quizás, para mejorar esta concreción, se debieran restringir esas «escapatorias» de los actores hacia lugares que se sitúan fuera del escenario en sí y que rompen el encantamiento de la fábula. El Aedo Teatro nos garantiza una función de Animales nocturnos cuidada, en la que se percibe un intenso y profesional trabajo que favorece ese extrañamiento en el que nos vemos imbuidos hasta el final.
Autor: Juan Mayorga
Director: Carlos Tuñón
Reparto: Jesús Torres, Pablo Gómez-Pando / Jerónimo Salas, Viveka Rytzner e Irene Serrano
Asesora teórica: Zoe Martín Lago
Diseño de escenografía: Alfonso Pizarro
Construcción: Tajuela
Ambientación y atrezzo: Lita Echevarría
Diseño de iluminación: Jesús Díaz Cortés
Diseño sonoro: Mariano García
Vestuario: Paola de Diego
Produce: Aedo
Teatro Fernán Gómez (Madrid)
Hasta el 5 de junio de 2016
Calificación: ♦♦♦♦
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Un comentario en “Animales nocturnos”