Ricardo Darín y Érica Rivas salvan con sus interpretaciones una obra anodina y carente de profundidad
Es una obra engañosa esta que presentan en los Teatros del Canal. Primero porque la representan uno de los actores más respetados del cine argentino y una actriz alabada en el multipremiado film Relatos salvajes. Segundo, porque es Bergman, y a uno se le vienen a la cabeza todas sus grandísimas y profundas películas como Persona o Gritos y susurros (justamente sus Secretos de matrimonio es, quizás, la que más se aparta de esas honduras). La obra se dispone de una forma similar a la miniserie que dejó atrapados en sus sillones a los suecos en 1973: 6 capítulos que cuentan diversos avatares de un matrimonio que se rompe. Los protagonistas remarcan esta idea dirigiéndose al público; cada sketch está absolutamente diferenciado. Rápidamente, nada más que empiezan con sus parlamentos, uno comprende que el tono se dispone por otros derroteros. Aquí se premia lo ágil, lo sarcástico, la respuesta sagaz en una batalla entre timorata y punzante. Pero no ha terminado aún esa primera escena, cuando se comprende, amplificado por las risas del respetable, que toda sombra de Bergman se ha evaporado. Si ya la película que resumió la miniserie resultaba un tanto anodina por lo común de la temática, aquí se termina de rematar con una especie de anestesia en las actitudes de los dos personajes. Ni la confesión de que él tiene una amante, ni el desapego hacia las hijas, ni siquiera la firma del divorcio parecen atormentarles. Es como si se hubiera mezclado la dicción porteña entre chisposa y ocurrente, con la moral protestante de los suecos aceptando su devenir inexorable. Ciertamente, hay que reconocer que no cae, al principio, tanto en la comedia como si fuera Matrimoniadas, pero parece que buscan el chiste fácil que congratule al personal. Las gracietas irónicas, además, se terminan gastando en la segunda y en la tercera escena. Por momentos, cuando salen a presentar cada uno de los episodios, parece que nos encontramos ante uno de esos vídeos envejecidos elaborados por algún ministerio de educación donde se les presenta a los adolescentes cómo viven los adultos; una especie de clase sobre la cortesía en las relaciones de pareja. La violencia no son más que un par de bolsazos. No digo que la directora, Norma Aleandro, tuviese que lanzarse hacia la sátira estilo El sentido de la vida de los Monty Python, pero todavía me pregunto cuál es la peculiaridad de esta pareja; qué le ocurre verdaderamente que merezca ser contado en escena. Por todo ello es engañoso y por eso se nota, ante la ausencia de cualquier elipsis, extrañeza o crueldad, que es una función preparada para que el gran público abarrote la sala y salga satisfecho porque ha visto al Darín. Desde luego, no saldrá inquieto ante un hecho dramático que le haya removido las entrañas. Esto es de muy fácil digestión. Otra vez más son los actores quienes salvan la propuesta, aunque esta vez, a pesar de las parrafadas que se pegan, no hayan requerido interpretaciones extremas y desgañitantes. Ricardo Darín es alguien que ha logrado, gracias al cine, fundamentalmente, un aura, un encanto. Darín nos cae bien, lo admiramos porque actúa como esos actores capaces de dar credibilidad a cualquier papel que le echen encima. Aquí lo vuelve a demostrar. Su compañera, Érica Rivas demuestra su frescura y su fuerza vocal. Es rápida y directa, y eso te mantiene atento. Los dos, además, configuran una pareja atrayente encima de las tablas. Si no hubiera sido por ellos…
Autor: Ingmar Bergman
Versión: Fernando Masllorens y Federico González del Pino
Dirección: Norma Aleandro
Reparto: Ricardo Darín y Érica Rivas
Música original: Diego Savoretti
Diseño de escenografía: Juan Lepes
Diseño de vestuario: Renata Schussheim
Diseño de iluminación: Gonzalo Córdova
Diseño de sonido: Guillermo Perulán
Teatros del Canal (Madrid)
Hasta el 15 de noviembre de 2015
Calificación: ♦♦
Texto publicado originalmente en El Pulso.
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2 comentarios en “Escenas de la vida conyugal”