Charo López extrae de La Celestina las esencias de un hedonismo desaforado
La vieja puta Celestina ha resucitado en la forma de una dama encantadora que se nos expone más allá del tiempo y del espacio. Viene a darnos su versión de los famosos hechos acaecidos entre Calisto y Melibea, pero también para reclamar su libertad de bruja. No duda la trotaconventos en sincerarse, ella no ha dejado un solo día sin pecar, y su testimonio contrasta con un cinismo histórico del resto de damas que obvian las oscuridades de sus «buenas costumbres». Por eso esboza, constantemente, Charo López la sonrisa, prueba de su afán hedonista; creando una interpretación candorosa y vitalista, sagaz y complaciente. Se gusta la actriz en escena, se mueve con la seguridad de un personaje, epónimo de la literatura amorosa y cortesana, sabedora de secretos tan íntimos como definitorios. A su vera, jugando un papel reconfortante, detallista y dinámico, el espíritu de aquel sirviente llamado Pármeno (compañero de aquel otro sirviente llamado Sempronio) que Fran García, en una disolución de personajes y acompañantes, colorea. Él mismo nos ofrece un grácil prólogo a modo de captatio benevolentiae, nos regala sus temas musicales (por momentos me pareció un acústico de Vestuta Morla) donde comprobamos que tanto Yayo Cáceres como Álvaro Tato han pergeñado verdadera poesía, muy afinada en el discurso y apropiada en el tono. Además, la guitarra de Antonio Trapote encaja a la perfección. En los peros de la obra podemos señalar demasiados guiños extremadamente contemporáneos, como algunas referencias a cuestiones tecnológicas; esos anacronismos que en una función cargada de buena atmósfera resultan innecesarios. Igualmente se puede decir en las apelaciones al público. Quizás cae en cierto didactismo cuando quiere atar en demasía las características de cada escena con apuntes o resúmenes. Esa querencia por empatizar con el presentable me saca un tanto del relato. Por lo demás, la escenografía, sencilla y sugerente, casi un templo zen que permite que el atrezo se adapte sin mayores impedimentos, y una iluminación que propicia el escorzo. Álvaro Tato ha logrado ofrecer otra perspectiva de la archiconocida historia de Fernando de Rojas, aprovechándose de los recursos de la metaficción (la «vieja puta» convertida en narradora-testigo) y consiguiendo que la vieja alcahueta rejuvenezca emocionada a dialogar consigo misma acerca del amor, el sexo y la muerte. Mientras, la mano directiva de Yayo Cáceres permite una gran fluidez en los diversos tramos del monólogo, dejando que la música acompañe sin interrumpir el discurso principal. Si finaliza Celestina, Charo López, con los ojos llenos de agua es porque no se resiste a seguir disfrutando de la vida. Toda una privilegiada.
Basado en La Celestina de Fernando de Rojas
Dramaturgia: Álvaro Tato
Dirección: Yayo Cáceres
Reparto: Charo López, Fran García
Músico: Antonio Trapote
Diseño de iluminación: Miguel Ángel Camacho
Escenografía: Carolina González
Vestuario: Tatiana de Sarabia
Composición musical: Yayo Cáceres
Letras: Fernando de Rojas, Yayo Cáceres y Álvaro Tato
Teatro Español – Sala Margarita Xirgu (Madrid)
Hasta el 26 de abril de 2015
Calificación: ♦♦♦♦
Texto publicado originalmente en El Pulso.
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