Ximo Flores moderniza el clásico de Ibsen con toques de Tarantino
El personaje de Nora Helmer ha sido un ejemplo de liberación femenina desde que Henrik Ibsen lo creara para su obra Casa de muñecas en 1879. Nora es una heroína, alguien que ha sacrificado su vida aceptando el chantaje para sí con el fin de salvar a su marido enfermo. Jerónimo Cornelles y Ximo Flores han preparado una versión que trae a nuestra protagonista hasta el presente. Donde había una mujer encerrada en una sociedad patriarcal, ahora nos encontramos con una jovencita pizpireta con ganas de fumar a escondidas. Si Ibsen había planeado una rebelión, Cornelles y Flores deberían haber trenzado un contexto digno de ese portazo final con el que pretende cambiar su vida. Ya no vivimos en esa época. Lo escandaloso en el siglo XIX, desde luego, no lo es ahora.
Debemos tener en cuenta que partimos in medias res y, por lo tanto, tendremos que enterarnos de todo lo que ha ocurrido hasta ese momento, y esto implica explicaciones que, inevitablemente, son antidramáticas y antiliterarias. Por esta razón, es necesario repartirlas muy bien (como hace Ibsen), de forma que resulten naturales. Pero en esta ocasión y ante esa búsqueda de modernidad que se expresa escenográficamente, varios de los parlamentos de los personajes suenan un tanto acartonados y anacrónicos. Rebeca Valls encarna a Nora y lo resuelve con entrega, aunque con una construcción dramática que la mantiene desubicada entre el pijerío y el arrebato. Por su parte, Jerónimo Cornelles es un Helmer un tanto amanerado y falto de empaque como futuro director de un banco. Muy bien Teresa Crespo con su nota de humor representando a la criada. Manuel Puchades con su interpretación del doctor Rank se queda para sí los parlamentos más grandilocuentes y no parece que encuentre el feeling adecuado con su amor platónico, Nora. María Minaya, en su papel de señorita Linde (Cristina), se muestra demasiado estática en su comunicación con una Nora, a veces, hiperactiva. Finalmente, Miquel Mars hace de Krogstad y quizás sea demasiado joven para este papel, además, su vestimenta desentona un tanto con la estética general. Porque el vestuario, hasta que llegan los disfraces, es ciertamente apropiado y elegante. Lo mismo se puede afirmar de la escenografía, tan limpia y minimalista con esa pecera (incluidos los peces), y esas proyecciones sobre la pared con frases bíblicas (y una, que podría haberla firmado el propio Federico Moccia, recogida en algún muro veneciano); más el detalle de los hijos comunicándose con su madre por videoconferencia. No se puede dejar de lado la escena que trastornará a cualquier despistado espectador (qué pensarían los ancianos que poblaban la sala). Atención, Nora Helmer, en una conjunción astral y simbólica con la protagonista de Kill Bill (ya saben, Uma Thurman con su traje de cuero amarillo en la película de Tarantino), se disfraza con la misma vestimenta y ejecuta un baile entre roquero y samurái con la catana de plástico inspirando la imaginación de algunos de los asistentes (debe representar, se supone, que mata a su padre, que rompe las cadenas que la sujetan al pasado). Luego, además, se mantiene así vestida hasta que finalmente entona su famoso discurso (ahora ya en vaqueros).
En fin, no querían ustedes posmodernidad…, pues eso.
Autor: Henrik Ibsen
Versión y adaptación: Jerónimo Cornelles y Ximo Flores
Dirección: Ximo Flores
Reparto: Rebeca Valls, Jerónimo Cornelles, Teresa Crespo, Manuel Puchades, Miquel Mars y María Minaya
Diseño de iluminación: Ximo Rojo
Diseño de espacio escénico: Sergi Vega
Diseño de vestuario: Pascual Peris
Diseño gráfico: Ximo Flores
Arte audiovisual: Elena Cadore
Fotografía: Sergi Vega
Teatros del Canal (Madrid)
Hasta el 7 de diciembre de 2014
Calificación: ♦♦
Texto publicado originalmente en El Pulso.
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