Ernesto Arias brilla con su actuación en la obra Dionisio Ridruejo. Una pasión española
Ante una enfermedad como el franquismo tan solo se pueden procurar tres soluciones: el desarrollo de antibióticos, el padecimiento de la locura o la adaptación al medio (ya sea desde la hipocresía o desde el sincero arrepentimiento). La obra de Ignacio Amestoy reproduce en una cancha de baloncesto el día que muere Dionisio Ridruejo (29 de junio de 1975), la lucha alegórica entre la juventud que quiere pasar página desde la apuesta por las libertades (el antibiótico) y un pobre ‘esquizofrénico’ atormentado por no haber dado un paso al frente ante tanta desdicha, un compañero de Ridruejo en la División Azul en aquellas estepas rusas. Estos militares, a su vez, recluidos en una residencia, serán arbitrados por un general que chilla con orgullo los estertores del Movimiento y que indefectiblemente engrosará las filas de todos aquellos que se adaptaron al medio. Ya sabemos que en 1978 desaparecieron los afectos al régimen, si acaso sobrevivieron algunos nostálgicos que supieron agitar sus banderas con pericia los 20 N.El espíritu redentor de Dionisio Ridruejo (el hombre que supo reinterpretar el sinsentido de su presente franquista) se instala en el parqué desgastado, sube las espalderas para contemplar a los ángeles custodios o a la gran bandera con su águila imperial oscurecida al fondo o aupándose a un potro con el afán de ejecutar los pertinentes tirabuzones en la salida del entuerto. Y esa impresionante escenografía verticalizante inventada por Juan Carlos Pérez de la Fuente, es capaz de dar la bienvenida al público e ilusionarlo. La obra de Amestoy posee la gran virtud de estar interpretada, fundamentalmente, por dos actores (Ernesto Arias y Daniel Muriel) que ofrecen un comienzo dinámico, sagaz y que promete, con sus encestes y bandejas, un ritmo que después se desvanece en una tremenda verborrea que se resiste a zanjar el asunto cuando se retrasa en exceso el final. Ernesto Arias se carga a las espaldas una interpretación de altísimos vuelos, tremenda, catártica y, definitivamente, como no puede ser de otra manera en un español de la época, enfrentándose a un espejo sujetado por Dionisio Ridruejo, alcanzando el esperpento en un desenlace esperado, pero que se demora en circunvoluciones innecesarias. Acompañan a estos grandes baloncestistas, Jesús Hierónides con cierta vis cómica, Paco Lahoz, furibundo y henchido de gloria pasada, y Nerea Moreno como enfermera sobrada en desparpajo y ‘ubrérrima’. Es pues, el elenco y la escenografía los que engarzan una obra interesante, que merece la pena ver, pero que pide a gritos una poda.
Dionisio Ridruejo. Una pasión española
Autor: Ignacio Amestoy
Dirección y escenografía: Juan Carlos Pérez de la Fuente
Reparto: Ernesto Arias, Jesús Hierónides, Paco Lahoz, Nerea Moreno y Daniel Muriel
Asesor de baloncesto: José Domingo
Asesoría escultórica: Esperanza D’Ors
Teatro Valle-Inclán – Sala Francisco Nieva (Madrid)
Hasta el 13 de abril de 2014
Calificación: ♦♦♦
Texto publicado originalmente en El Pulso.
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